lunes, 31 de diciembre de 2007


¡Falta tan poquito!
Un año ya cierra sus maletas para irse y en el umbral espera uno nuevo, con manos y bolsillos llenos de esperanzas y proyectos por cumplir.
En lo que a mi respecta, entre otras cosas, está el varias veces mencionado segundo libro asomando por las gateras. Me queda medio cuento para tener concluidos los borradores. Luego vendrán, desde luego, hacha y motosierra para la ardua e interminable corrección... pero eso ya es otra historia. Por lo pronto, el 2007 debería despedirse con las semillas plantadas.
Nuevamente gracias por tu compañía y, Dios mediante, ¡nos veremos el año próximo!.

lunes, 24 de diciembre de 2007

Navidad



Es en este día tan especial que nos reencontramos.

Quisiera no extenderme demasiado. Para empezar, es un lindo momento para agradecerte tu compañía, sea esta tu primera visita o si ya abrazaste flores de este jardín junto a tu pecho. Porque si riego y acicalo este jardín es para vos, estimado visitante o querida invitada, que con tu presencia le das sentido a todo esto.

Por otra parte, en estos días recordé unas palabras de Rabindranath Tagore: "Cada niño que viene al mundo nos dice: "Dios aún espera del hombre" . Sin pretender abordar las connotaciones religiosas de la fecha, quizás también sea una buena instancia para pensar que nunca es tarde para empezar o para cambiar, para torcer, para mejorar. En el umbral de un nuevo año, deseo de corazón que su curso nos encuentre cada día viviendo más y existiendo menos; cada día soñando más, porque de esa manera dejamos un camino de miguitas para los milagros; cada día con las manos llenas de cosas para dar, aunque no sea más que una sonrisa, porque aun así podemos iluminar los ojos grises de alguien. En definitiva, que nos encuentre cada día siendo mejores personas, pero no mejores que los demás porque no es una competencia, sino siendo mejores de lo que eramos el día anterior.


Nuestro regalito para esta Navidad es un cuento mágico de Oscar Wilde. Clickeá para abrir tu paquetito.


¡Feliz Navidad!


lunes, 17 de diciembre de 2007

Un Relámpago en la Noche

La otra vuelta hablábamos de Baudelaire cuando apareció furtivamente el nombre de otro "poeta maldito". Se trata de Arthur Rimbaud, aquel joven y salvaje escritor que irrumpió en la escena literaria francesa como un vendaval que todo lo destruye.

Ciertamente, existen varias semejanzas entre ambos. Una infancia oprimida por la rigidez parental, en este caso de su madre; un padre que desapareció cuando el autor sólo tenía siete años. Sí, casi a la misma edad en que Baudelaire recibía como martillazo la muerte de su padre, el de Rimbaud, un militar condecorado con la Legión de Honor por sus proezas en la Argelia donde tambien brillara el comandante Aupick, abandonaba para siempre a su familia en pos de más aventuras bélicas.



Ya de chico, Rimbaud apeló a la rebeldía para resistir la durísima intransigencia educativa de su madre, por lo que casi continuamente se escapaba para respirar un poco de libertad. De todos modos, siempre terminaba regresando a la casa familiar en Charleville, ciudad del noroeste francés donde había nacido en 1854, tres años antes de la edición de "Las Flores del Mal".


A pesar de su carácter ingobernable, Rimbaud descollaba en sus estudios, especialmente en la parte de lengua y literatura. Por entonces ya era un jovencito que arrasaba con todos los premios de redacción y de composición poética que se le cruzaban por delante. Nadie osaba dudar que ese muchachito flacucho tenía un talento descomunal. Sus profesores, deslumbrados por la fenomenal pluma que tenían ante sí, se deshacían en elogios. Uno de ellos, Desdouets, le dedicó palabras premonitorias: "Nada banal germina dentro de esta cabeza: será un genio del Mal o un genio del Bien".


Otro docente, Georges Izambard, jugaría un papel decisivo. Este veinteañero profesor de retórica asumió el desafío de encauzar su tremendo potencial y entonces, bajo su batuta, Rimbaud no tardó en alcanzar la maestría técnica en sus versos. Ya ordenado Poeta, genio literario con apenas quince años de edad, aun quedaba definir el resto de la profecía de Desdouets. Y como casi todo en la vida de Rimbaud, las respuestas se abalanzaron vertiginosamente .


Francia hervía al ritmo de las turbulencias políticas. En París se desarrollaba el experimento de "la Comuna" y Rimbaud estaba ahí, caminando las callecitas tumultuosas para rescatar lo que luego volcó en los versos de "La orgía parisina o París se repuebla". Pero también escribió otro poema, "El corazón torturado", espejo roto que traslució los horrores del abuso al que fue sometido por una patota de soldados comuneros.


A partir de ahí, su comportamiento se desbarrancó. Vagaba por las calles borracho, cubierto de harapos y con el pelo hirsuto; mientras que varios "Muera Dios" en iglesias y capillas salieron de su mano.




Al rescate acudió una figura de la poesía francesa de entonces. Se trataba de Paul Verlaine, el mismo a quien varios años antes un recluido Baudelaire le había anticipado la consagración. Verlaine había leido "El barco ebrio" y ahí mismo supo que estaba ante un prodigio de las letras. Enseguida le remitió una invitación para conocerlo, y Rimbaud terminó instalándose en la casa donde vivían Verlaine, su esposa y el hijo de ambos.


Comenzaría entonces un episodio crucial y salvaje en la vida de los dos escritores. Verlaine y Rimbaud se hicieron amantes y adoptaron una existencia de vagabundos, al arrullo de todo tipo de excesos narcóticos, acrecentando sus producciónes poéticas y el horror en los refinados círculos culturales parisinos. Arrastrado por la pasión, Verlaine abandonó a su familia para irse con Rimbaud a Londres. Sin embargo, no faltaría mucho para el punto final.


Otra vez fue la violencia que las drogas arrancaban a Verlaine, la misma que antaño se traducía en tremendas palizas a su pequeño hijo. Ahora estaban en Bruselas cuando, tras una asperísima discusión, Verlaine sacó un arma y le disparó a Rimbaud. Si bien lo hirió en la muñeca, Rimbaud quedó aterrado y lo denunció. Comenzó así a un implacable proceso judicial que, obviando el desistimiento que Rimbaud hizo de su acusación, atendió más que nada a las pruebas aportadas por la ex esposa del acusado para condenarlo a dos años de prisión.



Las tormentas de esa relación terminaron conformando "Una temporada en el Infierno", obra con la que Rimbaud incursionó en prosa con aclamaciones y aplausos. Con este libro dio impulso decisivo al simbolismo moderno, movimiento místico del que Baudelaire fuera profeta.



No contento con eso, Rimbaud siguió abriendo caminos y así fue como inauguró el verso libre francés con las"Iluminaciones", volúmen publicado en 1874 que se convirtió en su obra más conocida.



Puede decirse que en ese momento estaba en la cima.

Pero Rimbaud decidió renegar de los laureles y de su pluma avasallante. Para 1875, cuando se reencontró por última vez con Verlaine, había abjurado definitivamente de la literatura para abocarse a una vida más "normal".

Se consagró entonces al trabajo; viajó por Europa, Asia y la península arábiga para terminar en territorios de la actual Etiopía, donde se dedicó exitosamente al tráfico de armas hasta que una grave infección en su rodilla le impuso el regreso a su país natal. Recién llegado a Marsella, con un cuadro muy desmejorado, los médicos le amputaron la pierna en un intento desesperado por salvarlo. Pero tras varios meses de convalescencia, Rimbaud murió. Tenía 37 años.

Como dato de color, puede acotarse que existe una película que refleja la relación entre Rimbaud y Verlaine. Data de 1995 y su título original es "Total Eclipse" (traducido como "Vidas al límite", para agregar otro desopilante botón a la legión de traducciones bufonescas que alguien, me gustaría saber quien, hace con los nombres de las películas), con las actuaciones de Leonardo Di Caprio y David Thewlis como Rimbaud y Verlaine respectivamente.

Continuando con los detalles: más allá de que el rótulo "poeta maldito" tenga relación directa con lo controversial que los poemas de un autor resultaron para sus contemporáneos, lo cierto es que Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé y otros más empezaron a ser llamados así luego de que sus mejores poesías fueran compiladas por el mismo Paul Verlaine en una antología que se llamó, justamente, "Los Poetas Malditos".



Yendo a la obra de quien ha tenido una vasta influencia en poetas y músicos de todas las épocas (por ejemplo, Kurt Cobain), hoy compartiremos su poema "El barco ebrio", al que podés acceder haciendo click acá.


En unos días más, Dios mediante, volvemos a encontrarnos.

viernes, 7 de diciembre de 2007

Tijeras Mágicas

Confieso que estuve bastante ajetreado ultimamente. Entre exámenes finales e intentos de preparación para una competencia que será en pocos días más, estuve un poco lejos de este jardín ahora lleno de malezas. Pero el abandono ya cae de rodillas, segado por otro poema de mi amiga Mabel.

De su libro "Mi lugar en el Sur" corté esta orquídea que ahora es tuya. La llamarás "Desafío" y entonces ella te dirá, en un susurro...

Pon en mí
tu mirar
ojos de mar
que ya me cruzas...

La vereda se ensancha
y muero por rozarte...

Bajo la mirada...
De tu boca resopla
un tímido saludo
que al escucharte
todo mi ser
se queda mudo
y te aseguro
que hasta mi alma
quiere contestarte.

Aunque nunca
te enteres...


La semana venidera, Dios mediante, te espero de nuevo por acá.

sábado, 17 de noviembre de 2007

El Jardinero del Mal


Es el año 1821 y estamos en París. En el noveno día de abril nace el segundo hijo de Joseph Françoise Baudelaire, a quien dará el nombre de Charles. Por entonces este ex sacerdote ya es un hombre entrado en años, en contraposición a su joven esposa Caroline; hombre de vasta cultura, fue quien inicia en las letras al más pequeño de los Baudelaire. Sin siquiera sospecharlo, marcaría así el destino monumental y trágico de quien luego sería llamado "el poeta maldito".



Pero no llega a ver nada de eso. Muere en 1827, cuando su segundo vástago tiene nada más que seis años. Su viuda Caroline, resuelta a dejar atrás la pérdida, se muda casi enseguida y nada más que veinte meses después del funeral contrae matrimonio otra vez. Se trata de un vecino suyo, el comandante Jacques Aupick, un joven y promisorio oficial del ejército de Francia. Este nuevo enlace de su madre golpea con dureza el alma niña de Charles, terreno ya apto para que empezara a germinar un odio profundo hacia su ahora padrastro.


Llegan las campañas de Argelia. Aupick tiene un desempeño brillante que le vale sucesivos ascensos y traslados junto a su familia a nuevos destinos. De esta manera pasan unos años en Lyon para volver luego a París; Charles queda confinado en colegios pupilos de ambas ciudades por decisión de la familia, ya convertida a la rígida y conservadora personalidad militar de Aupick. En primeras instancias, Charles languidece de aburrimiento en los colegios, pero luego le servirán para descubrir a autores como Chenier y Sainte-Bauve. Aunque termina expulsado, obtiene su título y ya está en condiciones para formalizarse en la facultad de Derecho, trámite que concreta en 1840.


Es en ese momento donde el joven Baudelaire se hace asiduo al Barrio Latino, lugar donde se sumerge en el submundo literario de la Ciudad Luz, profundidades que lo atraparían para siempre. Entre tantos otros allí conoce a Balzac, y allí también comienza a liberalizar sus costumbres con los modos típicos de la bohemia parisina de entonces: consumo de opio y otras drogas, además de frecuentes correrías por prostíbulos de todas las cataduras. En uno de estos tugurios conoce a Sarah, una meretriz de origen judío, con la que tendrá un vínculo intenso y extraño, a tal punto que a ella consagró uno de los poemas de "Las Flores del Mal".


Semejantes ocurrencias resultan espeluznantes para la familia Aupick, en cuyo seno empiezan a pergeñar planes para abortar el escarnio social. Su padrastro le propone una carrera diplomática pero Baudelaire lo rechaza en el acto. Ser escritor es la única opción que reconoce, sólo le quita el sueño la gloria literaria. Ante tamaña afirmación, madre y padrastro deciden apelar a métodos más directos. Con el propósito de extirpar a Baudelaire de los bajos fondos y sus delirios literarios, lo embarcan en distintos viajes hacia los confines del mundo, viajes de los que el poeta termina escapando indefectiblemente para regresar a su hábitat natural.


El año 1842 lo encuentra otra vez en París. Es el año en el que cumple la mayoría de edad, por lo que recibe la herencia paterna. Son 75.000 francos. Con el dinero contante y sonante, lo primero que hace es abandonar la casa de la familia Aupick para independizarse del yugo opresor. Sus siguientes pasos también resultan previsibles. Los suburbios lo ven pasar nuevamente, y en sus prostíbulos se enrieda en amoríos turbios que harán florecer sus mejores poemas. Podemos citar, por ejemplo, a Jeanne Duval, una mulata pseudo actriz de tercera categoría en cuyos brazos Baudelaire caerá perdido una y otra vez hasta el final, sin que lleguen a importarle las innumerables infidelidades que implica el oficio de la mujer.


La herencia se le cae a pedazos de las manos. Pero Baudelaire será siempre fiel a sus instintos. No hay parroquiano en el antro donde se encuentre el poeta que no quede asombrado al hablar con él, nadie resiste su verbo deslumbrante ni aún cuando miente y saca historias de la infinita mina de diamantes que es su imaginación. Pero Baudelaire, indiscutible campeón del arrabal y sus tinieblas, terminará siendo una víctima de sí mismo. Tamaño desdén por sus finanzas degenera en múltiples deudas, resquicios para que su padrastro vuelva por más. Su madre Caroline y Aupick consiguen que un juez quite al poeta la administración de sus bienes, la que recae en...sí, su padrastro. Baudelaire sólo podrá disponer de una cantidad irrisoria para su modus operandi: seiscientos francos trimestrales.


El radical cambio de escenario será irreversible para Baudelaire. Acosado por sus acreedores, vive escapando y escondiéndose en las casas de sus amantes, mientras trabaja sin descanso en el perfeccionamiento de sus poemas. No sólo eso, también escribe ensayos llenos de preciosa emoción, en los que defiende apasionadamente a su amigo Delacroix; publica sonetos y aforismos en diversas revistas literarias y, además, aparece su primera novela corta, "La fanfarlo".

De todos modos, Baudelaire no está encaminado ni mucho menos. En 1845, estando en un cabaret con amigos, intenta suicidarse con un puñal. Aterrado por el escandalo social que lo amenaza, el padrastro paga las deudas del poeta y se lo lleva a su casa, en un enésimo intento por domesticarlo. Pero Baudelaire es indomable. Al poco tiempo vuelve a irse del hogar de Aupick para reemprender un nuevo raíd por los salones literarios. Conocerá a más luminarias de la literatura, como Flaubert; mientras que para no deshonrar sus pergaminos, enhebrará otra serie de romances turbulentos con prostitutas, mujeres casadas y esposas de amigos.


En tanto que el poeta maldito da rienda suelta a lo más abyecto de sus emociones, Francia vive tiempos convulsionados. En las calles explota la revolución, y en el tumulto ciudadano Baudelaire es un agitador más, pero con un objetivo claro. Nada menos que reclutar adeptos para que fusilen a su padrastro, adicto al régimen. En este lapso conoce a Poulet Malassis, quien luego será el editor de "Las Flores del Mal".



Este libro aparece en 1857, aún cuando sus poemas fueron escritos por un veinteañero Baudelaire. Su publicación genera una polémica inmediata que incendia al pueblo francés. Se lo acusa de depravado y de insultar a la moralidad pública; desde el diario conservador "Le Figaro" califican de "monstruosidades" a varios de sus poemas.
Tras un controvertido proceso, el gobierno de Luis Napoleón encuentra culpables de los cargos a él y a su editor y los condena a pagar fuertes multas. Además, seis poemas son eliminados de las ediciones futuras de la obra. Algunos pocos colegas acuden en defensa del "poeta maldito", entre los que se encuentran Sante-Beuve y Víctor Hugo, quien le escribirá: "Usted ama lo Bello. Deme la mano. Y en cuanto a las persecuciones, son grandezas. ¡Coraje!".




El resultado de este proceso, que lo ha dejado a los ojos de la sociedad como el apóstol del vicio y la perversión, lo aleja del reconocimiento que anhela. Baudelaire se recluye, buscando en el silencio un elixir contra el agobio. Sólo muestra entusiasmo por la obra de dos nuevas promesas de la poesía gala: Mallarmé y Paul Verlaine, el mismo que años después sería actor fundamental en la corta y tumultuosa vida de otra "pluma diábolica", Rimbaud.



Al declive social se le suma la decadencia física. Su cuerpo empieza a cobrarse tantos excesos. Sufre problemas respiratorios, gástricos e incluso le reaparece la sífilis. Pero eso no es todo. El clímax lo marca un primer ataque cerebral, del que apenas logra recuperarse. Con su salud en pleno derrumbe, recurre al opio y al éter como subterfugios para escapar a los terribles dolores que lo traspasan. Llegaría a tal extremo en el uso y abuso de los narcóticos que en 1860 publica "Los Paraísos Artificiales", un racconto de su experiencia personal con las drogas y sus efectos; éste libro tendrá una segunda parte, llamada "Encantos y Torturas de un Fumador de Opio", aunque esta vez el protagonista es Thomas de Quincey.





Un año más tarde, seguramente consciente de que el final se le aproxima, intenta un último golpe. Solicita entonces el ingreso a la Academia Francesa, honor que sin dudas lo resucitará socialmente y dará a su obra el prestigio que le es tan merecido como esquivo. Los académicos no piensan igual y lo rechazan.

Doblegado por lo precario de su salud y la desnutrición de sus bolsillos, Baudelaire viaja hacia Bélgica. Encara allí una serie de conferencias sobre arte, pero fracasa estrepitosamente; resultado que se repite cuando reedita el conjunto de su obra en el país belga.
Estando en Bruselas, le llegan los elogios que los ascendentes Mallarmé y Verlaine hacen a "Las Flores del Mal", pero Baudelaire huele a oportunismo. Después de todo, nunca han dicho nada sobre los "Pequeños Poemas en Prosa". En los almanaques se arrastran los días de 1845.


Por entonces, la palabra "suicidio" aparece con persistencia creciente en la correspondencia de Baudelaire. Cuando su existencia ya es absolutamente miserable, un ataque de parálisis termina de destruirlo, dejándolo postrado y casi mudo. Su madre acude al rescate para llevarlo de vuelta a París, donde queda internado en un hospital, nada más que para esperar la muerte. Sus amigos van a visitarlo y junto a su cama interpretan obras de Wagner, compositor admirado por el agonizante "poeta maldito".



Baudelaire nunca se repuso del estado vegetal y casi inconsciente en el que sobrevivía. Así resistió varios meses hasta que finalmente el 31 de agosto de 1867 murió en los brazos de su madre. Tenía 46 años.


Sus restos fueron enterrados en el cementerio de Montparnasse... justo en la tumba familiar de Jacques Aupick, el padrastro al que odió con ferocidad.

Si bien tiene varias obras, el nombre de Baudelaire está indisolublemente ligado a "Las Flores del Mal", tercer y definitivo título para su poemario principal, sugerido por el periodista Babou a Baudelaire en detrimento de "Las Lesbianas" y "Los Limbos", rótulos previos que había elegido el poeta. Es con este libro oscuro y de técnica brillante que Baudelaire escribe su nombre con mayúsculas en la historia de la literatura. Podés leer algunos poemas de este volúmen haciendo click acá.

martes, 6 de noviembre de 2007

Mujeres Asesinas



Cuenta la leyenda que cierto día Borges fue a un banco con el objeto de averiguar cierto saldo de su cuenta. Lo atendió una cajera que, tras buscar por aquí y por allá, comunicó al autor de "Ficciones" que no podía encontrar esa información.
- No le voy a decir una cosa por otra - concluyó la empleada, para coronar su arrebato de sinceridad.
Entonces llegó la respuesta de Borges, seguramente risueño:
- La señora acaba de matar la metáfora.

domingo, 4 de noviembre de 2007

Tibieza

Para empezar, nada mejor que un racconto del último posteo. Ciertamente, la presentación de "Mi Lugar en el Sur" fue muy sentida, con la emoción perfumando el aire, como sucede cuando el espíritu de la poesía se hace presente.
Particularmente, me resulta muy grato acompañar en ese momento único que es la presentación de un primer libro. Y máxime en este caso, cuando se trata de una maravillosa persona como Mabel, a quien quiero y aprecio mucho.

Y ya que estamos hablando de este libro, aprovecho para compartir con vos un extracto.
Se llama "Domingo, sin..." y dice así:

Domingo de amarillas hojas
alfombrando mis pasos
ni tu, ni tus silencios.
Y este cigarrillo quemando
mis pulmones
que no puedo dejar
como no puedo dejarte a vos
que ponés luz
a mis eternas horas de cansancio
cuando llego con el bolso cargado
de rutina y trabajo
para desparramarme
ebrio de besos
sobre tu menudo cuerpo.
A vos
que me quitás el sueño
porque voy detrás de tu sonrisa
tu falda corta
y el ruido de tus tacos
bajando la vereda.
Cómo alejo de mi cuerpo
tus caricias
si llevo tu marca
en mis ojeras.
Los atardeceres te llevan
y no sé si te veré mañana
pasado o nunca.
Sólo sé que hoy es domingo
que es otoño
que mis ojos buscan
entre las muchachas
tus piernas flacas
tu pelo negro ensortijado
y ese rulo travieso
que el andar hamaca
y estas ganas de verte
que escondo
tirando
maíz a las palomas
caminando,
entre esta inmensa
ciudad de calles atestadas
de seres sonámbulos
oscuramente olvidados y perdidos
como yo, sin vos.
Hablando de todo un poco, y como continuación para la crónica del nuevo libro que pelea por escapar de su laberinto (iba a decir "pseudo reality"pero resistí la tentación diabólica. Menos mal que no lo dije), estoy en vísperas de concluir con el primer borrador de otro cuento. Bautizado como "Operación Garibaldi", narra un suceso real acontecido en nuestro país. Suceso que, desde luego, no te voy a contar acá. Qué lindo es el suspenso, ¿no te parece?.
Próximamente, más informacion para este boletín.

viernes, 26 de octubre de 2007

Presentación de Libro

Quiero invitarlos a la presentación de un libro.

Se trata de "Mi Lugar en el Sur", primer volúmen de la escritora allense Mabel Pereyra. El libro, de 82 páginas, está subdividido en tres partes, a saber: "De mi tierra", "Pasajes", y "De amor y algo más".

El evento tendrá lugar a las 16 horas del 30 de Octubre, en Plaza Var (calle Roca frente a la plaza San Martín, en Cipolletti).

Desde ya, estás invitado a compartir este momento tan especial para un escritor como es la presentación de su primer libro, un instante mágico que queda para siempre. Y más aun cuando hablamos de una escritora como Mabel, autora de versos bellísimos y dueña de un talento luminoso.

¡Ahí estaremos!

sábado, 13 de octubre de 2007

El estado de los hechos

No sé por qué se me ocurrió este título. No tenía una idea muy cierta sobre como encabezar y ese título me chistaba con insistencia, así que esta vez le daré cabida al instinto. Me parece que no tiene mucho que ver, pero imagino que debe haber cierta "vinculación mágica", como diría Borges. Empero, si es que existe dicha vinculación, confieso que la ignoro.



Estoy ciertamente contento. Finalmente, ayer pude concluir un cuento que venía arrastrando desde agosto. Quizás la perdida costumbre de escribir a mano (lo que me obligó a lidiar con un marasmo de tachones, flechas y asteriscos), algunos devaneos argumentales, tal vez ciertos fantasmas que me boicoteaban. No sé bien por qué razón se demoró tanto, pero al final y casi accidentalmente encontré la salida. Y si bien estamos hablando del primer bosquejo, me gusta saber que este proyectado segundo libro empieza a desperezarse. El cuento se llama "Canción de cuna para un matador"... ¡y no digo nada más !. ¿Qué argumento te sugiere?. Si se te ocurre algo, podés dejarlo en "Comentarios".



Ahora retomemos el hilo que traíamos. El otro día, cuando hablábamos de Khalil Gibran, en un momento mencionamos a Mary Haskell. Detengámonos en ella un instante. Norteamericana, nacida en 1873, cierto día concurrió a una exposición pictórica de Gibran en la ciudad de Boston. Tras contemplar con detenimiento cada una de las obra, quiso conocer al autor, allí presente.

Nació en ese momento un lazo estrecho entre dos almas de sensibilidad especial. Luego de ese primer encuentro, Mary aportó generosamente para que Khalil pudiera terminar sus estudios en L´Ecole des Beaux Arts de París, lugar donde trabaría amistad con Auguste Rodin; y no sólo eso, sino que también significó un apoyo decisivo para Gibran cuando la tuberculosis se llevó a su madre y hermanos. A la distancia, la relación derivó en una constelación de cartas donde Khalil engarzó su corazón y lo más selecto de sus sentimientos como ofrendas para su amada. Contrariamente a lo que puede imaginarse a esta altura, Mary nunca quiso trasponer los confines de la amistad y supo resistir todas las lunas que el gran poeta le regaló.


Hoy compartiremos una de estas cartas. Antes y dicho sea de paso, no está de más comentar que Paulo Coehlo recopiló parte de esta correspondencia entre Khalil y Mary para publicarla en un libro: "Cartas de Amor del Profeta".

Para leer la carta, clickeá acá.



Aprovecho para pasar un aviso-invitación. El día 30 de Octubre la escritora allense Mabel Pereyra presentará su primer libro en Plaza Var, calle Roca frente a la plaza San Martín, ciudad de Cipolletti. ¡Ahí estaremos!.

jueves, 4 de octubre de 2007

¡Feliz cumple!


Tarde pero seguro.

Ayer nuestra querida ciudad cumplió años. ¡Ya son 104!, y vamos por muchos más.



En lo que a nosotros respecta, prontito nos encontramos de nuevo por acá.



miércoles, 26 de septiembre de 2007

Donde me lleve el viento...

Desapareceré por algunos días. El viento me invita a otras latitudes y esta vez acepté el convite.

Pero hoy no vamos a hablar de mí. O no del todo. Porque se trata de uno de los libros más luminosos que leí y con el que me une una historia especial. Hablo de "El Principito", de Saint-Exupery.

Ese libro que ahora tengo en mis manos resultó el primero que me regalaron. Por entonces ni siquiera había nacido, todo era promesa. Las primeras lecturas habrán sido en las postrimerías de los ochenta, una vez adquiridos los rudimentos necesarios en la escuela primaria. Por entonces, la navegación en esas aguas tropicales fue, lógica y necesariamente, superficial. A la distancia, no sabría decir si fue también el primer libro que leí, aunque me gusta pensarlo así, como una probabilidad cálida, casi mágica. Después de todo, desde los primeros tiempos solía ojear sus páginas para embargarme con el trazo simple y puro, como de brisa, de las ilustraciones del autor; no sería raro entonces que hubiera acudido otra vez a él, esta vez con los medios para empezar a explorar ese bosque encantado.

Con los años entendería que ese libro infantil no era tan infantil. Que más allá de la frescura de dibujos y prosa, había algo más. Algo que recuerda a una frase, feliz y melancólica, del Hombrecito: "Las estrellas brillan, por una flor que no se ve...".

Capote hablaba de la "música" de las palabras. Y música es lo que resuena, lejano y sutil, cuando uno se desliza por las páginas de este libro. Una melodía dulce, que embriaga y arropa, como de arpa.


Bueno, basta de prólogo empalagoso. Te dejo con el capítulo XXIV de este maravilloso libro. Para leerlo hacé click acá.

¡Hasta pronto!

martes, 25 de septiembre de 2007

sábado, 22 de septiembre de 2007

Primavera en los Jardines

"En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante" dijo alguna vez el gran poeta del Líbano. Hablamos de Khalil Gibran, también llamado "el profeta", al arrullo de su exitosa obra maestra así titulada. Dicho sea de paso, un bellísimo libro que te recomiendo absolutamente.


Hablamos de quien fuera un artista completo, prolífico y virtuoso. Destacó en la pintura, pero fue en las letras donde supo deslumbrar. De su mano de orfebre surgieron innumerables poemas llenos de luz, cristalinos como arroyos de montaña; versos que no necesitan trucos sofisticados para calar hondo, versos que sin esfuerzo resbalan hacia las profundidades del alma para perfumarla de primavera.

Hablamos de un hombre que fue capaz de aunar lo mejor de las culturas oriental y occidental, influido por su natal Bsarri y la Nueva York que lo cobijó largos años. Un hombre que hizo fuego con su pluma, y que supo tallar esa pasión desbordante en preciosas cartas para su tan amada Mary Haskell, su no correspondido amor platónico.

Como ayer empezó la primavera, me pareció buena idea recibirla con un fragmento extraído de otro de sus libros, "El Jardín del Profeta". Es el capítulo llamado "Sueños y Primaveras", y dice así (click acá).



De mi parte, van desde acá mis deseos para que en esta estación, fértil para nuestros mejores sentimientos, florezcan también los anhelos y sueños que alguna vez sembraste y que aún duermen con sus pétalos vírgenes de luz.

Hasta la próxima.

viernes, 14 de septiembre de 2007

Ajuste de cuentas

Estuve hojeando algunos cuentos de Hemingway, y elegí éste, "La capital del mundo". Previamente no había leído nada de él, y si bien es conocida la característica esencial de su estilo, no se puede evitar el asombro ante lo cristalino de su prosa, ante su precisión con los recursos. Como en el fútbol, y más precisamente bajo los tres palos, también acá lo más complicado es "hacer fácil lo difícil"; Hemingway lo consigue con holgura, hasta pareciera que sin demasiado esfuerzo.
Otra cosa que me llamó la atención fue su manejo de los diálogos. Si hay una cumbre escarpada en el acto de narrar, ésa es conseguir que la voz de los personajes "suene" natural, como si nos hablaran cara a cara, mirándonos a los ojos. Seguramente otro diamante recolectado en la redacción del Star:
- ¿Escucharon a alguien hablar así? - explotaba C.G. Wellington, el editor, cuando algún redactor impostaba un diálogo.


Para leer el cuento, hacé click acá.

sábado, 8 de septiembre de 2007

El estilo de la Estrella

Mil novecientos diecisiete fue, quizás, un año clave en la vida de un escritor clave. Europa hervía por los fragores de la Primera Guerra Mundial, y del otro lado del océano un muchachito se aprestaba a abandonar su ciudad natal para enfrentarse a su destino. Se trataba del segundo hijo (de seis) del doctor Clarence Hemingway, quien contaba con diecisiete años y un boleto de ida hacia Kansas City. Frustrada por el momento su solicitud de enrolamiento, el joven Ernest estaba resuelto a no quedarse vegetando en Oak Park mientras el mundo burbujeaba con ferocidad y excitación. Esa determinación de pelear su propia guerra fue el salvoconducto para la despedida en el andén, un adiós amargo que terminó de explotar en sus entrañas con la sonrisa entristecida de su padre, pero sobre todo con el abrazo tieso antes de abordar. Pero en Kansas ya lo esperaba su tío Tyler y por sobre todo un anhelo que lo desvelaba: ingresar como redactor al Kansas City Star.

Había allí un editor, C.G. Wellington, que gozaba de cierta e inquietante fama. Corrían los comentarios sobre la violencia de sus modos; hasta se decía que arrojaba las maquinas de escribir por la ventana. Ernest no pudo comprobarlo, el derecho de piso a pagar para un jovenzuelo inexperto implicaba mucho trabajo de calle y poco en la redacción; aun así, se dio de cabeza una y otra vez contra la tirantez de riendas que imponía el implacable editor. El redactor que mintió su edad para entrar al diario maldecía en bollos de papel la férrea disciplina de estilo que era dogma en esa redacción; después de todo, todavía era un muchachito irreverente. Pero mientras los bollitos terminaban en el cesto, quien ganaría el Nobel de Literatura tres décadas después absorbía, inconscientemente y hasta hacer propio, el manual Wellington:

"Frases cortas. Inglés vigoroso. Escriba en positivo, no en negativo. Si usa argot, que sea reciente. Tiene prohibidos los adjetivos extravagantes como espléndido, magnífico, grande, suntuoso. A lo sumo indique cuando una herida es leve o peligrosa. Cada oración debe tener un verbo. Cada crónica debe tener un lead en el que se narre una historia."

El jefe también despotricaba contra "esas tonterías tipo flujo de conciencia", o "simular ser un obtuso observador en un párrafo para convertirse en un Dios todopoderoso en el siguiente". El resúmen era simple: "Escribir sin trucos". Nada menos.


Muchos años después, en un reportaje que dio a George Plimpton, Hemingway diría: "Yo trataba de aprender en Kansas, hacia 1920, las cosas inadvertidas que constituyen las emociones, como la manera que tenía un outfielder de tirar su guante sin volver la cabeza para ver donde caía, el crujido de la resina bajo las zapatillas de un boxeador en el gimnasio, el color gris de la piel de Jack Blackburn cuando terminaba su entrenamiento y otras cosas que yo anotaba como un pintor cuando hace sus bocetos."



La escuela de vida que proponía ese trabajo de quince dólares semanales se interrumpió a los seis meses. Era el ejército italiano quien pedía sus servicios y allá fue Ernest para unirse al cuerpo de camilleros. Su participación en la I Guerra Mundial fue casi cinematográfica: Condujo ambulancias y corrió cargando despojos entre tormentas de balazos y explosiones, hasta que algunos proyectiles destrozaron una de sus piernas y lo confinaron en un hospital de campaña, desde donde vio el final de la guerra y emprendió el regreso a casa, llevándose medallas y el amor de una enfermera.



En poco tiempo volvió a Europa, para instalarse en lo que sería su segundo hogar: París. Allí frecuentó a escritores como Ezra Pound y Scott Fitzgerald, y desde ahí alcanzó las primeras cumbres de su éxito con la novela "The sun also rises" (traducida como "Fiesta"). Los temas bélicos priman en el rosario de esmeraldas que es su obra: también de eso habló en "Adiós a las armas" y en la magistral "Por quien doblan las campanas". En esta última se consolidó otro de sus amores: España. Para corresponder a este amor, y quizás también para satisfacer su instinto periodístico atestiguando los hechos de primera mano, Hemingway participó en la Guerra Civil que ensangrentó hasta partir en dos a la Península. Más tarde intensificó el flechazo a través de una de sus grandes pasiones: las corridas de toros. Escribió y mucho sobre España, a tal punto que Camilo José Cela dijo sobre él, en los albores del sesenta: "Para mí, se quedó fuera en algunos matices y adivinó, sin embargo, lo substantivo de España. Jamás un escritor de lengua no española nos intentó ver con más amor".



También tuvo un tercer hogar: La Habana. En esa ciudad construyó su "Finca Vigía", la que hoy es un museo dedicado a él. En las entrañas de su bunker cubano terminó retornando al estilo aprendido en el Star para alumbrar su obra cumbre: "El viejo y el mar", la que le granjeó el Pulitzer en 1953 y le abrió las puertas para el Nobel de Literatura del año siguiente. Pasado un año de la Revolución regresó a la isla, y enseguida le preguntaron por Fidel Castro:

- Vamos a ganar. Nosotros, los cubanos, vamos a ganar.-dijo en perfecto castellano Papá Hemingway al periodista, que era Rodolfo Walsh, y continuó:-I am not a yankee, you know.



Sobre la literatura, alguna vez dijo:"Hay que hallar las causas de la emoción. Entonces se toma nota de ellas sin olvidar ningún detalle con el fin de que el lector lo viva y le cause la misma emoción que le causó a usted. Trate de meterse en la cabeza de la gente. Si Carlos echa pestes contra Juan, reflexione acerca de los puntos de vista que ambos tienen. No se limite a establecer quién tiene razón. Las cosas son como son, y no como deben ser. No debe censurar, sino comprender. Cuando las personas hablen, escuche atentamente. No piense en lo que usted va a decir: la mayor parte de nosotros no escuchamos nunca, ni tampoco observamos. Piense continuamente en los demás".


La vida de Hemingway fue novelesca: Tres guerras (también combatió en la II Guerra Mundial, incluso estuvo en el desembarco de Normandía e ingresó en París con las tropas aliadas), cuatro matrimonios, dos accidentes de aviación...Quizás por tanta aventura y muerte que hubo a su alrededor, o tal vez por aquel "escape" que según Miguel Najdorf "necesita el intelectual", es que desde temprano Hemingway fue alcohólico. Esta enfermedad crónica, sumada a tanto ajetreo, terminó disparando la predisposición hereditaria a sufrir transtornos mentales que había en su familia.

Se le diagnosticó trastorno bipolar e insomnio. Al alcoholismo se le agregó la diabetes para resquebrajar aun más su castigada condición. Recibió entonces un tratamiento de electroshock en un intento desesperado por rehabilitarlo, pero fue peor y todo desembocó en una amnesia severa. Perdida entonces su memoria, según él algo esencial para un escritor, quedó privado de la escritura; mientras que para complicar las cosas, a esa altura prácticamente tampoco podía leer. Seguramente su amigo A.E. Hotchner se estremeció cuando por carta Hemingway le confió que, tras la pérdida de su memoria, ya no quería vivir más.


Poco quedaba ya para el final de Hemingway, final que conmocionó al mundo. Sucedió el 2 de Julio de 1961, cuando el escritor bajó al primer piso de su casa de Ketchum, en el estado de Idaho, con la decisión ya tomada. Fue hacia su escritorio, apoyó en su frente los dos caños de una escopeta y sin vacilar se voló la cabeza.




Prontito y por este mismo canal, un cuento de este gran escritor.
¡Hasta entonces!

sábado, 1 de septiembre de 2007

Bienvenido a casa

¡Hola!
Que bueno verte de nuevo. Sí, acá, conmigo.

Casi concluido ese retiro espiritual que mencioné hace un tiempo, es hora de regresar a este rinconcito mío. Es cierto que aún me quedan heridas por coser, pero también lo es que el mundo no se detiene, por más destrozada que tenga uno el alma.

Como quizás hayas notado, en este rinconcito mío (me gusta como suena) no suelo hablar de mí. Tal vez por pudor; porque en una de esas no tenga demasiado para decir; o vaya a saber uno por qué razón fisiológica, pero la cuestión es que no me simpatiza demasiado. De todos modos, hoy tampoco es un mal momento para ningunear la tradición.

Te propongo que pensemos que obedece a mi cumpleaños inminente. Aunque tal evento hace rato que me tiene sin mucho cuidado, nos evita los tumbos de la psicología amateur.

¿Qué te puedo contar de mí?. No será una crónica penosa y sanguinolenta, ni tampoco relatos de entrañas retorciéndose. Este fulminante delirio de autoestima también tiene sus límites, y no volvimos para un réquiem sino todo lo contrario. Primero, porque los dolores son por esencia intransferibles, denigrando así al chapoteo en los charcos rojos a poco menos que un panegírico de pseudoheroísmo empalagoso y miserable.
Y segundo y más importante, porque la fecha tiene un cierto simbolismo. Despuntan los indicios de que una nueva etapa se prueba la corona. En lo que a mí respecta, hay un número que aumenta, cabello que disminuye, algunos miligramos más de experiencia... Por el lado de lo que a mí no respecta, el invierno emprende desganado y lastimoso su retirada, arrastrándose entre las flores que tanto se empeñó en lastimar.

Hablemos de este mes de agosto que ya expira. Resultó un cascote de hielo. Una noche larguísima, filosa, interminable hasta casi rozar la crueldad. En ella anduve vagando, fugitivo de recuerdos cazadores. Con ellos gané y perdí: algunas veces los burlé cobijado por una sombra amiga, por algún recodo piadoso, y risueño desde mi escondite los vi pasar de largo; otras tantas fueron ellos quienes destruyeron mis trucos para agarrarme a patadas en el piso.
Fue un mes de atardeceres, de otoño frío, de mareas de hojarasca seca carraspeando con la brisa. Fueron días de melancolía insaciable, fértiles para la desilusión, siempre a media luz por el sol tibio y pálido propio de estas estaciones. Tiempos de recorrida por lugares alguna vez felices, de visita a nidos vacíos. Momentos para la efervescencia incontrolable de los pensamientos, para que por las noches la mente se dispare y vuele con la ferocidad eléctrica de los cometas.

Pero agosto se sacude, doblegado por la agonía. "Bajo la nieve duermen las semillas" dijo Gibran en uno de sus tantos versos luminosos, y es ahora cuando el manto blanco se aleja reptando en busca de refugio.


Sí, mi rastro todavía es rojizo, pero el tiempo y la distancia tienen fama de antídotos.
Alguna vez, Luther King dijo: "Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol". Seguramente yo no plante uno, pero ya sabemos que con papel y pluma también podemos crear formas de vida ;)




Dios mediante, nos vemos pronto y demás está decir que a partir de este mismo instante... ¡espero los regalos de rigor!. Porque Septiembre acaba de empezar.
A quien le quepa el sayo que se lo ponga jajaja ;)

domingo, 12 de agosto de 2007

A sangre fría

Un paréntesis en este pequeño receso.


Alguna vez me referí a Truman Capote mientras hablaba de otra cosa, y dejé la promesa de abordarlo más tarde. Ahora no es un mal momento; estamos en Agosto, próximos a un nuevo aniversario de su muerte, ocurrida en 1984. Hay más, claro: el papel decisivo lo juega esa fascinación un poco morbosa y tan argentina por la muerte. Dicho así suena un poco extraño, pero por algo será que recordamos a los próceres en el día de sus muertes (bueno, a veces ni eso, lo sé), construimos santuarios a la vera de rutas que apagaron a estrellas populares... Podríamos seguir, pero mejor me mantengo en mis quince.


Hace un tiempo tuve la oportunidad de leer "Música para Camaleones". De antesala hizo un comentario muy elogioso hacia ese libro que fue su último; libro que consumó recluido en un cuarto de la YMCA y especialmente en esa decadencia personal que ya lo estaba doblegando definitivamente. Ese libro me significó el retorno a la lectura de literatura seria después de mucho tiempo. Pero hoy no vamos a hablar de mí.


La historia comenzó en Nueva Orleáns. Eran tiempos de la Gran Depresión y del Dixieland cuando Truman Persons vio la luz por primera vez. La rápida desintegración de su familia lo trasladó a Alabama, más precisamente a la ciudad de Mobile. Pronto y "de improviso" cayó hechizado por las letras. A los ocho años empezó a escribir y a los diez se presentó en un concurso literario, en el cual los muchachitos de la ciudad debían escribir sobre unas consignas elementales. El pequeño Truman arrasó en su bautismo de fuego y se quedó con el primer premio, pero fue despojado enseguida del mismo. ¿La razón?. Había despreciado las consignas y en su lugar escribió un relato sobre los chismes que corrían respecto a un anciano del lugar. En vez de ficción escribió sobre la realidad. Toda una profecía.


Disciplina y determinación se aunaron en el joven Truman, quien se entregó a una laboriosa búsqueda del virtuosismo técnico, "tan fuerte y flexible como la red de un pescador". Años después, cuando tenía diecisiete y nuevo apellido (el de su padrastro cubano), sintió que el entrenamiento había terminado. Ya era "un escritor consumado" cuyos cuentos salieron publicados en las principales revistas literarias del momento, como ser Harper´s Bazaar, Story y The New Yorker. Instalado en Nueva York y empleado por este último diario, publicó su primer libro en 1948. "Otras voces, otros ámbitos" resultó un best seller; despertó asombro por la calidad del texto al mismo tiempo que por los veintipocos años del autor. "Sorprendente que alguien tan joven pueda escribir tan bien", dijeron; a lo que él respondió con un comentario socarrón sobre sus catorce largos años de infatigable autopreparación.


Una novela corta, "Desayuno en Tiffany´s"; colecciones de cuentos cortos y otra novela titulada "Se oyen las musas" consolidaron la figura de Capote. Sin embargo, éste continuaba buscando algo que no podía encontrar, la solución a lo que siempre había sido su "mayor dilema creativo". Hacer que el periodismo, una forma de arte para él, encajara dentro de la narrativa como forma literaria. Decididamente cautivo de ese entramado de géneros, la clave se le cruzó en el ocaso de los años 50.


Holcomb se llamaba el pueblo, un lugar olvidado en el estado de Kansas, que cobró notoriedad de manera súbita y trágica. Allí, todos los integrantes de una familia de campesinos, los Clutter, habían sido atados y luego masacrados a escopetazos por desconocidos. Capote fue enviado a aquel pueblito en calidad de corresponsal por el New Yorker. Terminó quedándose seis años. Sentía que ese crimen bestial podía darle lo que buscaba: una "novela periodística". Como periodista entonces, entrevistó a los familiares y a los policías que trabajaban en el caso. Hasta que los asesinos cayeron en desgracia.


Se trataba de dos ex presidiarios, Dick Hitckock y Perry Smith, quienes se habían creído los comentarios que oyeron en la cárcel sobre la supuesta riqueza de los Clutter... y terminaron llevándose cien dólares como botín de la matanza. Capote los visitó una y mil veces en la prisión; terminó ganándose la confianza de ellos y hasta se enredó en una turbulenta relación sentimental con Smith. El mismo escritor que se propuso lograr la ausencia total del narrador en esa "novela periodística" y evitó la palabra "Yo" en todas y cada una de sus páginas, acompañó a los dos convictos hasta sus últimos momentos y los vio colgando de la horca. Toda una paradoja.


El libro recibió un título a tono: "A sangre fría". El éxito de esa "novela periodística" (o de "no ficción", como la llamaron a partir de ahí), fue descomunal. De golpe Capote se convirtió en la estrella nacional, tapa de todas las revistas e invitado a los principales programas de televisión. Con su célebre "Baile en blanco y negro", que organizó en un hotel de Nueva York, acaparó la atención de toda la prensa norteamericana; mientras tanto, "A sangre fría" llevaba vendidos millones de ejemplares. Empero, Capote hablaba todo el tiempo de su nuevo desafio.

A la luz del éxito de "A sangre fría", en 1966 firmó un contrato con Ramdom House. Doscientos cincuenta mil dólares de adelanto a cambio del próximo libro del consagrado escritor. "Plegarias atendidas, ese es el título. Es por la frase de Santa Teresa: se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las no atendidas", dijo en una de las tantas entrevistas.


En el interín, realizó innumerables reportajes a asesinos condenados a muerte; la mayoría para la revista Esquire. También reeditó casi todos sus libros anteriores para aliviar tanta expectativa por "Plegarias Atendidas". Libro que, dicho sea de paso, avanzaba poco y nada.


Ya en 1970 y algo, Capote declaró que comenzaría escribiendo el final, "es bueno saber a donde vamos" diría luego. Escribió tres capítulos de un saque y los publicó en Esquire. En esa misma revista, dijo que el libro ya estaba terminado y en la imprenta, pronto a ser publicado. Con esas declaraciones desató un cataclismo en la aristocracia neoyorkina y en el mundo del espectáculo, lugares donde siempre se movió a sus anchas. Es que en los adelantos había mencionado nombres reales con sus correspondientes detalles, especialmente de índole sexual. Sin más demora, las puertas de los palacios y salones de la clase alta se le cerraron en las narices.

Por esos tiempos alumbró una preciosa gema, a la que llamó "Música para Camaleones", un compendio brillante de crónicas y narraciones. Pero ya estaba en tiempo de descuento. En el prólogo de ese libro incluyó una frase que se haría famosa, "soy alcoholico, soy drogadicto, soy homosexual, soy un genio"; frase que repitió en una disertación que dio en una universidad de Maryland, antes de caerse estrepitosamente al piso.


Dos años después, el 25 de agosto de 1984, Truman Capote murió en la casa de una amiga en Los Angeles. Una legión revolvió sus pertenencias en busca del original de "Plegarias Atendidas", pero sólo encontraron los tres capítulos publicados en Esquire. Como es de suponerse, el libro se vistió por un tiempo de leyenda urbana. Llegó a decirse que Capote lo había guardado en un casillero de la terminal de colectivos Greyhound, en San Francisco. Pero el misterio terminó con palabras de su tía para un documental de la televisión estadounidense:

- ¿Truman?. Ustedes no lo conocían...Truman nunca escribió ese libro. Cobró el dinero y se lo gastó, eso es todo...Quise mucho a ese chico...


Aun así, las altas esferas de Nueva York nunca lo perdonaron. Seguramente tampoco atendieron lo que a ese respecto Capote dijo alguna vez:

- No sé por qué se ha enojado todo el mundo. ¿A quien creían que tenían entre ellos? ¿A un bufón de palacio? Pues tenían a un escritor.






En cuanto a mí, tiempos ajetreados me esperan allá adelante en el camino.
Aproximadamente en unos diez días estaremos de nuevo por aquí, Dios mediante desde luego.

martes, 7 de agosto de 2007

Un corte y ya volvemos

Pasaba para avisar que me voy a ausentar un tiempito. Un retiro pseudo espiritual aguarda por mí.

Disculpá las molestias y hasta pronto.

sábado, 28 de julio de 2007

Cuando ya no importe...

...es el título, perfumado de resignación y cierta nostalgia, del último libro de Juan Carlos Onetti.
Alguna vez anticipé la intención de referirme a mis preferencias literarias, y hoy es un buen momento para un paneo sobre un rinconcito de ellas.



Hace bastante tiempo escuché hablar de Onetti por primera vez. No tuve acceso a su obra hasta hace algunos días, pero aquellas reverenciales referencias al escritor uruguayo despertaron mi curiosidad. Se decía que Onetti no reescribía, que sus obras eran la primera versión; también, que al momento de su muerte, en 1994, encontraron entre sus pertenencias la foto de un arquero que se desentendía del partido para leer "El Pozo", su primera novela. Finalmente, unas certeras palabras de Angel Cappa, director técnico y profesor de filosofía, por entonces ayudante de Valdano al frente de aquel Tenerife de los milagros: "Una vez le dijeron "maestro" a Onetti, y él dijo que no, que no era un maestro porque nunca le había dado clase a nadie. Ahí se vio que era un verdadero maestro".



La espera fue de años pero, a la luz de los resultados, valió la pena absolutamente. Algunos días atrás pude leer un par de cuentos suyos, y con eso le bastó para instalarse entre mis preferidos. Me gusta sobremanera su tono narrativo, los vahos de melancolía que emana. Su sobria firmeza estilística, y una solvencia técnica que le permite hilvanar gemas como este cuento, donde se pasea con suficiencia infalible entre pasado y presente de los personajes.

Quisiera compartir con vos uno de esos cuentos. Para ello, tenés que clickear acá.



Estuve un poco colgado últimamente, retozando en la abulia y otras sensaciones parecidas. Espero que no se repita jejeje.



¡Hasta pronto!

viernes, 20 de julio de 2007

"Que lo parió..."


Ayer se fue, y dejó un hueco en este submundo de las letras. Seguramente, ahora que observa con "la lejana mirada de los muertos" (como dijo alguien cuya identidad ahora no recuerdo), ya completó el requisito final para el reconocimiento pleno que mereció desde siempre, el reconocimiento a algo más que un fenómeno marginal de la literatura, caprichoso rótulo que tácitamente le endilgaron mínimos y arcaicos círculos académicos.
Tristemente, un destino común a tantos. Engrosa la legión de Kafka, Poe, Lovecraft, y tantos más que tuvieron los bien ganados laureles a su talento... recién cuando éstos fueron depositados como ofrenda floral sobre sus tumbas.
Alguna vez dijo que no aspiraba al Nobel, sino que se sentía hecho cuando alguien le decía "me c... de risa con tu libro".
Si lo hubiera conocido, quizás se hubiera sentido así al saber que los dos cuentos suyos que leí me provocaron esa incontinencia metafórica, orgánica y feliz.
Ayer se fue, y volvió esa tristeza, entre incrédula y melancólica, que despierta la partida de los tipos queribles, entrañables.
Pero quedan su ejemplo y su obra luminosa, lo que no es poco en estos tiempos.
Nada mejor que recordarlo por los "hijos" que su genio supo alumbrar. Te dejo con uno de ellos,"Uno nunca sabe", haciendo click acá.

jueves, 19 de julio de 2007

Navidad sangrienta

Henos aquí nuevamente. Hoy quisiera concluir el ciclo del que veniamos hablando, el ciclo de la creación literaria. Así como abordamos el reto de la página en blanco y luego las desventuras de la creación en sí, nos queda desvariar un poco sobre el después, el resultado de la cesárea que nos hemos realizado.


Es conocida aquella frase que habla de los objetivos de la vida: plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro. A primera vista, la tercera parece tener poco que ver con las dos primeras. Pero a segunda vista empiezan a aflorar las semejanzas. Porque lo que hemos creado (un "libro") también tiene vida, y nos sorprendería cuánta. Obviamente, no estamos hablando en un sentido orgánico, sino que esta existencia fluye por otros carriles, por canales subterráneos y secretos.


Era Scott Fitzgerald quien decía que "una obra maestra está regada por las lágrimas de su autor". Y aunque no estemos hablando de obras maestras, siempre hay un pedacito del propio autor en su creación. Inevitable es la filtración de algún recuerdo amarillento, alguna emoción que hiberna en un rincón tibio de nuestra memoria, alguna cicatriz que ahora lloramos con tinta. Ofrendamos un pedacito de nuestra alma a esa obrita neonata, esa que al descubrir por vez primera la luz cortará por sí misma el cordón. Con los dientes y sin dudar, para dejar de pertenecernos. Ahora es como un hijo, cuya piel es de papel y tinta es su sangre, que emana lo mejor y también lo peor de su progenitor, y que nace con las alas listas para volar. Pertenecerá al viento y a todo aquel que deslice los ojos sobre su piel, que vampirice su sangre con la mirada atenta y el corazón dispuesto a sentir, dispuesto a remontar el cielo con ese Icaro que le tiende la mano.

Ese intrépido aventurero, al que llamaremos lector, es quien osará adentrarse en junglas herméticas, a vadear páramos de soledad infinita. Es quien se asomará con vértigo a los abismos del autor, a las profundidades más abyectas de su sensibilidad. Es quien a veces verá pasar a su lado, mientras lo paraliza la asfixia de un horror relampagueante, a los fantasmas que aterran y seducen a ese sangrante escriba que les abrió la jaula.


Pero no todo es trágico, claro que no. "Lo lindo no es escribir sino haber escrito" decía Dolina, y le doy toooda la razón. Es que cuando delante nuestro se despabila esa obra terminada, diversas sensaciones nos surcan el pecho como cuchillazos. La más intensa de todas es una especie de libertad que roza el paroxismo. Me imagino que los escaladores deben experimentar algo parecido, cuando se arrodillan en la cima y ya casi vencidos se entregan a esa magia silenciosa que anida en las cumbres; ínfimos ante ese valle inmaculado que siempre arrolla al horizonte naranja de crepúsculo.


Alegría y dolor, caras de la misma moneda para Gibran, confluyen indivisibles en este ritual sacrosanto. Empero, también Kipling daba en la tecla cuando sentenció que "las palabras son la droga más potente que se ha inventado". Será por eso que todo aquel que penetra en ese mundo de sirenas cantarinas ya no puede salir vivo de él. Y que a pesar del hambre, la pobreza, la miseria, el insomnio, los extravíos o cualquier otra penuria que quiera estrujarlo entre sus brazos, siempre volverá a desafiar la hoja en blanco. Quizás pletórico de felicidad, tal vez desangrándose en lágrimas, pero estará una y otra vez dispuesto a respirar, a emocionar, a exorcizar. A "sentir profundo, como un niño frente a Dios", nada más ni nada menos, parafraseando uno de los versos más felices de Violeta Parra.


Para ir cerrando, me gustaría compartir con vos uno de mis cuentos predilectos. Sí, es cierto que alguna vez supe linkearlo desde la otra página. Pero hay un atenuante: se perdió en el torbellino de actualizaciones que supuso la Feria del Libro. Por eso es que hoy lo rescaté.

Expiadas las culpas, te dejo con Alejandro Dolina y su "Balada de la Primera Novia", haciendo click acá.

¡Hasta pronto!

sábado, 14 de julio de 2007

Otro jardín

Ando corto de tiempo.
Simplemente quería compartir un cuento que leí hace algunas semanas. Trata sobre algo que hoy está tristemente en boga, y lo hace con candor y calidez.
Por otra parte, la estructura es llamativa, casi dramatúrgica. Justo que hablábamos de Capote, me recordó vagamente a uno de sus textos ("Féretros tallados a mano"), también compuesto en gran parte por diálogos, pero las similitudes se agotan ahí nomás.

Ahora sí: el cuento se llama "Jardín de infancia", es de Naguib Mahfuz, y dice así (para leerlo, click acá).

En los próximos días actualizo nuevamente. ¡Hasta entonces!

lunes, 9 de julio de 2007

Gases del oficio

9 de Julio y para mejor lunes. Sin dudas, un día de fiesta para la industria turística nacional.

Mejor hablemos de cuestiones más pedestres. Anteayer, el suplemento cultural del diario Río Negro publicó un artículo muy interesante, el cual quisiera compartir con vos (para leerlo, click acá).

Intitulado "Un placer; una maldición", versa sobre el oficio de escribir. Alguna vez, en un posteo viejo, deliré sobre las tinieblas de la página en blanco; y ahora la señora Peluffo me dio pie para la aventura subsiguiente. Nada menos que el adentrarse en esa estepa muy poco hospitalaria.

Oficio resulta una palabrita reveladora. Empero, en el imaginario colectivo suele revolotear otra más romántica: la "inspiración". ¿Quién no oyó hablar de las célebres "musas"?. Mas allá de los espejitos de colores usuales en la seducción, los artificios humeantes del "chamuyo", es cierto que esta raza de ángeles supo existir en épocas preteritas. Antes una aclaración: hablamos de narrativa. Es posible que en los primaverales santuarios de la poesía aun subsistan, aunque de eso no podría hablar sin escatimar chapuceo. Algunas pocas veces quise encontrar esos templos, y en todas me perdí sin remedio en las junglas circundantes. De ahí a reconocer la propia limitación hubieron dos o tres pasos.

Por eso la aclaración. Porque los terruños de la narrativa tienen otra geografía. Son decididamente áridos y agrestes, la floración escasea, y la exploración de los mismos requiere cartografías precisas. Intuyo que en la poética todavía es posible orientarse por las estrellas, o incluso el vagar huerfano de nortes pueda arrojar algún resultado satisfactorio. Todo ello merced a la proverbial flexibilidad de la métrica, generosa en posibilidades que van desde armazones rígidos (como por ejemplo en el haiku) hasta la prescindencia normativa de formas casi líquidas. Obviamente, todo esto dicho desde mi ignorancia lírica.

En la narrativa siento que es distinto. Hay algunas vacas sagradas, estructuras preconcebidas a las que se debe respetar, aun hasta cierto punto fronterizo con la insubordinación. Creo que la concepción de un poema es un poco más visceral que la de un cuento o una novela. Estas últimas nacen mediante partos inducidos, en ejercicios fríos. Una práctica quirúrgica que se realiza con escalpelo, con hacha o con serrucho, según sea el caso. No hay mucho lugar para las emociones. O tal vez un poco. De hecho, Dolina decía que lo lindo "no es escribir sino haber escrito", y comparándolo con su actividad radial, agregaba que cuando escribe "los oyentes no llaman, nadie aplaude". Concluía en que a la tercera línea siempre lo invade el desaliento.

En esta atmosfera densa, es entendible que las musas hayan juntado sus petates para emigrar hacia climas más benignos. Era Stephen King quien decía jocosamente que su "musa" era un trajeado caballero, el que se limitaba a sentarse en un sillón y azuzarlo para que trabaje.
Son innumerables los novelistas laureados quienes repiten aquella palabrita de textura rugosa. Oficio. Induce imágenes de obreros, de herreros martillando en el yunque. Y muchas veces, aunque a priori parezca bizarro, el parecido resulta conmovedor.

En este tema del oficio y sus derivaciones laboriosas, un apostol emblemático, entre tantísimos, es Truman Capote. En el prólogo del que fue su último libro, "Música para camaleones" (que de hecho también está en el suplemento mencionado, aunque me parece que sólo colocaron de fragmentos extensos), Capote hace un rememoración de su proceso evolutivo literario.

Allí aparece nítida una de sus primeras obsesiones: la conquista de un estilo. Alrededor de ese sol se planteó satélites, como por ejemplo, alcanzar la precisión de la poesía y el dominio total de las técnicas narrativas, al cual consagró largos años de esfuerzo constante. Tanto fue así que al momento de publicar su primer libro, "Otras voces, otros ámbitos", tenía veintitres años de edad, detalle que generó comentarios del tipo "asombroso que siendo tan joven escriba tan bien". Luego diría, con sorna: "¿Asombroso?. Sólo hacía catorce años que escribía día tras día!".




Este controvertido escritor, una especie de Oscar Wilde posmoderno, dejó testimonios de diversas tonalidades. Su obra, con el punto saliente de la celebrada "A sangre fría", que significó el nacimiento de nuevo subgénero dentro de la novela, la "novela no ficticia", tan en boga desde entonces. Su destrucción personal, incubada durante el proceso de creación de ese libro, y detonada definitivamente a partir del estrellato que la obra le otorgó. Incluso tambien cuestiones tragicómicas que rozaron la leyenda urbana, como por ejemplo lo sucedido con "Plegarias atendidas", el libro que supuestamente preparó durante sus últimos años.
En algún momento hablaremos sobre esto.

Por lo pronto, hasta acá llegamos hoy. Les dejo un cuento de Lovecraft, "Polaris". La temática es de corte fantástico, y la adjetivación, sin dudas que también. Para leerlo, click acá.





jueves, 5 de julio de 2007

Cuentas pendientes

Hora de justificar el "sueldo", ja.

Mejor dicho, de saldar las deudas. En primera instancia, estaba debiendo el comentario final de la Feria del Libro, concluida hace poco más de dos semanas aquí en Cipolletti. Creo que la evolución respecto a ediciones anteriores resulta franca a todas luces, ya sea que hablemos del número de stands, cantidad de ponencias, visitantes, espacio físico, etc. Es de esperar que esta edición todavía fresca sirva como plataforma de crecimiento, que sea piso y no techo. Sería un error dar un paso atrás o al costado ahora, cuando la comunidad regional ya adoptó a la Feria como propia (alrededor de 9.000 personas la visitaron según el diario Río Negro). Desde mi lugar de humilde participante de la misma, queria agradecer a la comunidad que con su presencia y respuesta hace posible este espacio tan valioso para los autores, y desde luego también a la gente que organiza y pone el hombro para concretarla. A todos: ¡gracias!.


Por otra parte, quedaba pendiente una referencia a "Balada del pato encadenado", el cuento que linkeara desde el anteúltimo posteo del viejo Jardín de Bolsillo. La historia del relato tiene raíces curiosas y algo antiguas. En su muy recomendable libro "Vuelta de página" (un compendio de sus crónicas y editoriales, tanto gráficas como radiales), Lanata comenta sobre un diario francés muy particular, "Le Canard Enchaine" ("El Pato Encadenado", según mi traducción de entrecasa). Fue Osvaldo Soriano quien le comentó sobre su existencia, y enseguida sobre su peculiar actitud editorial: despedir a todo aquel periodista que gane un premio, voluntaria o involuntariamente. Como mínimo es llamativo en estos tiempos de periodismo mendigo de coherencia, lacayo de "multimedios" mercenarios.

Para lo que hace al relato de marras y salvando la redundancia, a esa idea se le encadenó un potencial conflicto. Nada menos que el remanido duelo entre deber y querer.
En el ámbito de ese diario parisino real fue que encajé el enfrentamiento de la tradición instaurada por el patriarca fundador, con la contraparte emotiva que penaba el actual director. Ahora que lo pienso (porque antes ni se me ocurrió), quizás fue un poquito cruel de mi parte cargar todo el peso de esa disyuntiva milenaria sobre las espaldas desgastadas del anciano, mientras su joven coprotagonista se la llevaba bien de arriba. Además, también cuenta su dramática situación familiar, puesta con toda la mala intención posible. No niego que mi propósito fue empujar al anciano hacia sus límites, en pos de darle dramatismo al relato.
Si estás pensándome en términos de despotismo maquiavélico, recordemos juntos las palabras del insigne William Faulkner: un escritor (pichón de, en este caso) tiene que ser capaz de todo, incluso robarle a su madre, si de ello depende su creación. Sin pretender llegar a los extremos que sugiere el maestro, no está mal arrastrar un poco por las piedras a un personaje, ¿no?. Seguramente sufrió bastante, sí, pero creo que así le regaló drama y tensión al relato. Y de paso conservó su vida, detalle que don Bertrand debería agradecer si considera mi ya tradicional tendencia homicida respecto a los personajes que participan de mis cuentos.

Por último, en lo atinente al comentario que hizo la gente de ElEscriba, debo hacer un alegato de justificación. Realmente no era muy consciente de las condiciones del Pulitzer, sólo tenía en mente su prestigio. Si a eso le sumamos la carrera contra el tiempo, la pereza de buscar qué premios se conceden al periodismo europeo, y algún otro obstáculo que seguro estoy soslayando, tenemos que un periodista francés gana el Pulitzer por su trabajo en tierra gala. Y después dicen que los yanquis miran nada más que su propio ombligo jejeje.

Creo que he dedicado más lineas a mí mismo que las que supe consagrar a Soriano y a otros próceres (ver blog viejo), por lo que urge terminar este delirio de autoestima.


La próxima les dejo algún cuento. Quizás alguno de los que leí hoy, unos de Lovecraft que la rompen. O quizás no, quién sabe.

Pronto lo sabremos.

lunes, 2 de julio de 2007

Bienvenidos a la jungla

Mes nuevo, blog nuevo.
En realidad es una continuación de Jardindebolsillo.blogdrive.com.

La historia se remonta casi dos años atrás. En aquellas épocas tuve uno o dos blogs, efímeros ellos, en blogspot. El engorroso manejo de las imágenes y otras yerbas me arriaron hacia el más rústico redil de blogdrive, del cual hoy escapé para volver. Como las posibilidades de aquel permanecen estancadas desde entonces y acá las cosas han cambiado para mejor, es que hoy me mudo de regreso.

Espero que pases un momento grato durante tu permanencia en estos páramos.
Gracias por venir!