sábado, 31 de mayo de 2008

Viernes de Ceniza


El de ayer. No, como podrás suponer no es Semana Santa; y al contrario de lo que podés suponer, mucho menos hubo sustancias que induzcan un error de tiempo así de garrafal.

Fue cuando murió un sueño. Igual que las estrellas, brilló más que nunca para enseguida dormirse en la oscuridad, suavemente, con esa sonrisa triste que siempre aparece cuando el final está cerca.
Se me durmió en los brazos y no hubo palabra, lágrima o beso que pudiera detenerla. Cayeron sus párpados, hojas de otoño que perpetuaron la noche gélida, fría como esos espejos de agua donde flotan los pedazos de la luna.

Ya es tarde. Desde la lejanía nevada de esas sombras me llegará su voz, ya un susurro dulce que se apaga como una canción de cuna. Más cerca, en aquel banco y detrás de ese árbol que guardó nuestros secretos, cantan las sirenas.

Luminosas. Cristalinas. Venenosas.
Perfectas.

Como nuestras memorias.

sábado, 24 de mayo de 2008

Correspondencia


"Tengo un montón de problemas con el libro, pero son del tipo de problemas que supongo que tengo que padecer -lo que quiero decir con esto es que me está costando un gran esfuerzo hacerlo todo lo bien que desearía y del modo que yo quiero-, así que pienso que no hay nada que hacer, salvo seguir poniendo mala cara, maldecir, escribir y suprimir, y volver a escribir, y no suprimir, y pensar que tengo que trabajar más duro, y buscar enfurruñadas razones para no trabajar, y pensar que va a resultar mejor de lo que va a ser, y pensar por un instante que mañana o cualquier otro día estaré mejor, y al instante siguiente darse cuenta de que tenía que haberlo escrito hace diez años, cuando tenía más material... estupendas, tontas y agudas tonterías mías, que me figuro ayudan a pasar el rato mientras la novela se va haciendo -un poco mejor o peor de lo que debería ser- en alguna medida, en algún momento."
(Dashiell Hammett. Fragmento de una carta a su hija Jane Mary)

viernes, 16 de mayo de 2008

Sueños de Arcoiris


Supongo que es hora de concluir la historia que iniciamos dos posteos más abajo (para machetearte, click acá).

El momento es propicio. Después de todo es viernes, y los reflejos dorados y rojizos del otoño relucen melancólicos bajo el cielo gris. Será que pocas cosas me resultan más acogedoras que un día otoñal y nublado. Ignoro la razón, aunque sé que siempre funcionó así.
Aprovechando dichas circunstancias, hoy dediqué algunos minutos a la introspección en aquel parque. Creo que ahí nació este encuentro. Dan fé el arcoiris que vi dormir apacible en el regazo de esos árboles y el dulce arrullo de las palabras, jinetes de cada hoja que resbala hacia el suelo.


Pero vamos a lo nuestro. Los papiros encontrados en las ruinas del viejo Jardín cuentan que aquella historia concluía de esta manera:

" "El vampiro" no fue otra cosa que el grito de hastío y desesperación de su autor. El estertor eléctrico de la asfixia inminente. La explosión de un hombre exasperado que, alimentado por un rencor que lo quemaba y vampirizado por su mentor, fraguó su mejor obra como si de una espada vengadora se tratara. Fue la cumbre creativa del médico angloitaliano, y por sus laderas se desbarrancó. Alguien cometió un error fatal y la autoría del cuento, de un éxito formidable en su tiempo, fue adjudicada a Lord Byron.

Comenzó entonces el derrumbe final de John William Polidori. Abandonó Inglaterra, ya privado de su último y mejor boleto para el bronce literario. Había sido despedido por Byron, tras lo cual se encaminó hacia Milán, quizás buscando en la distancia un exorcismo. En la ciudad del norte italiano protagonizó una disputa con un oficial austríaco, fue arrestado y al poco tiempo expulsado. Quiso también ingresar en el monasterio de Ampleforth, pero el prior amparó su rechazo en los vínculos literarios y la propia conducta del malogrado galeno.

A partir de ahí, apremiado por la desesperación y el tren que se le escapaba, publicó algunas obras ambiciosas. Nadie le prestó atención. La sangría terminó el 27 de agosto de 1821, cuando un agobiado Polidori se suicidó ingiriendo ácido prúsico. Parafraseando a Borges, una suerte de "vinculación mágica" quiso que el inventor de dicha sustancia fuera el alquimista Konrad Dippel, el modelo del Doctor Víctor Frankenstein que pergeñó Mary Shelley.

Valen las palabras de Santiago Roncagliolo como corolario: "La triste historia de John William Polidori resume el destino común de los vampiros y los escritores: arrebatar la vida ajena para sobrevivir, ser incapaces de distinguir lo que está vivo de lo que no, y sobre todo, tener la necesidad de destruir lo que aman y amar lo que destruyen, como a Byron, a las mujeres de pálidos cuellos o a la realidad".

domingo, 11 de mayo de 2008

Flaubert dixit

"Creo que sí mirásemos siempre al cielo acabaríamos por tener alas."

"La manera más profunda de sentir una cosa es sufrir por ella."

"Todo lo que uno inventa es verdadero. Mi pobre Madame Bovary sufre y llora, probablemente, en veinte pueblos de Francia al mismo tiempo y a esta misma hora."

"Hay entre los marinos aquellos que descubren nuevos mundos, que añaden tierras y estrellas a las estrellas: estos son los maestros, los eternamente espléndidos. Luego están los que vomitan el terror desde las partes de sus navíos, los que capturan, enriquecen y engordan. Algunos zarpan en pos de oro y seda bajo otros cielos, otros sólo pretenden atrapar en sus redes salmones para los gourmets y bacalao para los pobres. Yo soy el oscuro y paciente pescador de perlas que se zambulle hasta las profundidades y emerge con las manos vacías y la cara azul. Cierta atracción fatal me conduce hacia los abismos del pensamiento, hasta el fondo de unas simas interiores que, para los fuertes, jamás se agotan. Me pasaré la vida mirando el océano del arte en el que otros navegan y combaten, y a veces me divertiré yendo a buscar al fondo del mar conchas verdes o amarillas que los demás desprecian. De modo que las guardaré para mí y cubriré con ellas las paredes de mi choza."

"Cuidado con la tristeza. Es un vicio."

sábado, 3 de mayo de 2008

"El Arbol del Coraje"


Sí, sí, sí. Hoy saldaremos cuentas. Pero primero, quería comentar otras cosas, ilustradas por la pintura de Romanie.

En el Río Negro de hoy vi una noticia emocionante. Un artista plástico regional, Alejandro Peláez, inaugura en Cipolletti "Los ojos del mundo", una galería con más de 2000 obras, entre propias y originales concesionados de Berni, Quinquela, y un distinguido etcétera. Emociona el coraje de este hombre, el atrevimiento de renunciar a los pies estancados en la tierra gris para volar a por las estrellas.
Sin dudas, una iniciativa muy loable que amerita todo el apoyo como retribución al artista que se la juega por nuestra comunidad. Para leer la nota completa, click acá.

Y ya que hablamos de valor, quiero hacer referencia a un comentario que apareció anteayer en uno de los posteos anteriores. Comparto un fragmento: "Llegue a tu jardin buscando simplemente por blogs de Cipolletti. Porque Cipolletti? Porque ahi vive el hombre que amo. Y antes que sea demasiado tarde tome la decision de dejar todo (que es mucho y nada a la vez) para irme a donde ya esta mi corazon". Habla por sí solo, ¿verdad?.

Mas allá de que a su autora, Ally, ya respondí allá abajo, a ella quiero "hablarle" acá también. Quien sabe, tal vez regreses a este jardín, en cuyo caso me gustaría que leyeras mis palabras: Tu valentía conmueve. Emociona. Moviliza. Es ejemplo luminoso el que brinda tu decisión de vida. Realmente, deseo que estas queridas callecitas te vean pasar muy feliz, de la mano con tu amado.
Te cuento (a vos y a todos los que dejan sus rastros en este jardín) que esto de mantener un blog no es tan sencillo como parece. Absorbe tiempo y energías, insume horas y esfuerzos. Porque a traves de él quiero dar lo mejor de mí. Quiero que mi jardín esté siempre reluciente, siempre con mil colores danzarines. Creo que es lo menos que merece tu compañía fiel, lector/a al que quizás nunca conoceré.
Y entonces, cuando encuentro un mensaje así, en que una persona que no conozco ni me conoce se detiene, abre su corazón y lo deposita suavemente en algún cáliz de este jardín, es cuando pienso y siento a este espacio y sus sacrificios como totalmente justificados.
Porque más allá de las lecturas, la magia de este papel de jardinero está en descubrir tus huellas en los pétalos, en adivinar tu presencia. En encontrarnos a la distancia. Con los ojos cerrados. Para vos, amiga Ally, mis mejores augurios y miles de gracias. Y como bien te decía, desde ya ¡bienvenida al pago!.


Habiendo hecho mención a esa última palabrita, ahora es momento.
Hoy en día la palabra "vampiro" nos dibuja a un príncipe de las tinieblas vestido de lujo y capa larga; muy lejos queda la concepción monstruosa y deforme que se tenía en siglos pasados sobre estas criaturas. El responsable de esto fue John William Polidori.

En el viejo Jardín leíamos:

"Viajemos a la Londres de 1795, lugar y fecha del nacimiento de nuestro protagonista. John William Polidori, tal como lo bautizó su padre Gaetano, mostró desde chico una dicotomía que a la postre sería el germen de su destrucción. Ciencia y arte, mundos polares. Para saciar la primera, estudió medicina en la universidad de Edimburgo, donde se graduó a los diecinueve años. Doce meses después, obtuvo su doctorado con un trabajo sobre sonambulismo, un reflejo de su efervescente interés artístico. Con este panorama, no pudo menos que sentir el cielo en las manos cuando algo muy parecido a un sueño golpeó a su puerta. Era el ya legendario Lord Byron, quien lo invitaba a un viaje por Europa.

Para ese entonces, Byron ya era toda una figura literaria. Y esa fama no sólo se debía a su poesía deslumbrante, sino también a su vida de exceso y desenfreno. Adicto al opio y seductor consumado, escandalizaba a la estructurada y rígida sociedad inglesa con sus liberalidades. Sus modos excéntricos, casi de vedette, también sumaban a la causa. Era como un monje negro de la literatura, brillante y perverso, que sacudía los cimientos de las ciudades con el solo rumor de su arribo. De hecho, aquel viaje obedecía a la voluntad de Byron de salir por un tiempo de la Britania, tras conocerse el afiebrado romance que sostuvo con su propia hermana.

Sin embargo, para cualquier joven escriba una invitación de este calibre era una oportunidad grandiosa, y un entusiasmado Polidori así lo entendió. De esa manera, en 1816 ambos partieron en su periplo por el continente.

Pronto descubrieron que ambas personalidades eran una mezcla imposible. Opacado en el carácter y aventajado en talento por Byron, Polidori empezó a imitarlo en un afán de igualarse. Fue el primer error, pero no el último. Su mise en scene sirvió nada más que para fogonear el desprecio y la afiladísima ironía de Byron. De hecho, el Lord llegó a decir que si su médico se tirara por la borda, él "arrojaría una paja al agua para ver si es verdad que los ahogados se aferran a cualquier cosa".

Y mientras Byron se divertía a costa de sus propias extravagancias y Polidori se intoxicaba con tanta burla, llegaron a Villa Diodati. En ese lugar, a orillas del lago Leman (Suiza) se encontraron con Percy Bysshe Shelley y su flamante esposa Mary, además de Claire Clarmont, una antigua amante del Lord. Allí hicieron base por un tiempo, para compartir una serie de veladas que se consumieron entre opio y relatos fantasmagóricos. Hasta que en una tormentosa noche de junio de 1816 sucedió el punto de inflexión, el principio del fin. Fue Lord Byron quien propuso el desafío de escribir relatos de terror. Quiso la casualidad (o causalidad) que sólo emergieran victoriosos Mary Shelley y "el pobre Polidori", tal como ella lo llamaba, entre misericorde y apenada.

Mary alumbró al mítico "Frankenstein", mientras que el médico escribió un cuento titulado "El vampiro", que finalizó en 1819. Se trata de un relato cuyas consecuencias llegan hasta la actualidad. Porque hasta ese entonces, los vampiros eran conceptualizados como monstruos grotescos y salvajes. Es con la obra de Polidori que nace el vampiro sofisticado, misterioso, el Drácula principesco de capa larga que hoy todos conocemos.

No todo termina acá. El personaje central del cuento es Lord Ruthven, un vampiro alto y afilado, frío, enigmático. Un refinado encantador de damas de la alta sociedad, quienes sucumben sin remedio ante sus modos elegantes primero y bajo sus colmillos después. Pero queda un detalle en el tintero: Lord Ruthven era el nombre con el que una ex amante despechada llamó en sus memorias... al propio Lord Byron.

"El vampiro" no fue otra cosa que el grito de hastío y desesperación de su autor. El estertor eléctrico de la asfixia inminente. La explosión de un hombre exasperado que, alimentado por un rencor que lo quemaba y vampirizado por su mentor, fraguó su mejor obra como si de una espada vengadora se tratara. Fue la cumbre creativa del médico angloitaliano, y por sus laderas se desbarrancó"

¿Cómo sigue la historia?. Clickeando acá.

Continuará...