miércoles, 30 de mayo de 2012

Mar Negro







Empieza sobre los techos rumorosos, contra los vidrios donde se desdibujan las farolas. Ese tintineo helado en las tejas, esa gota que se desbarranca, desprendida como lágrima inaugural. Es la lluvia; puede, debe ser la (com)pulsión maldita: después de todo, comparten la humedad, el color, lo inasible. 
Sigue con la renuncia a los refugios, terca y tonta y necesaria. La noche desmesurada. La improrrogable desnudez: los ojos ciegos, los brazos abiertos, la piel consumida por la espera de esa primera partícula de invierno, aguja, mínima crucifi(cc)ión, respiro para esta sed infinita. 
Morosas relucen las calles, lenta asciende la sucia muerte de la hojarasca. Entonces caminamos. Corremos. Llueve: es la lluvia desconocida. Agua. Desolaciones. Silencios. O palabras.



Escucho resonar el agua que cae en mi sueño.
Las palabras caen como el agua yo caigo. Dibujo
en mis ojos la forma de mis ojos, nado en mis
aguas, me digo mis silencios. Toda la noche
espero que mi lenguaje logre configurarme. Y
pienso en el viento que viene a mí, permanece
en mí. Toda la noche he caminado bajo la lluvia
desconocida. A mí me han dado un silencio
pleno de formas y visiones (dices). Y corres desolada

como el único pájaro en el viento. 


(L'obscurité des eaux, de Alejandra Pizarnik)

jueves, 17 de mayo de 2012

Feria




Tiempos de un vértigo inusual. Más o menos así pretendo, bastante suelto de cuerpo, justificar mi defección de este Jardín hirsuto, ahora bien parecido a los de esas casonas que brillaron en siglos pasados y hoy, huérfanas, acumulan años y polvo sobre las repisas donde amarillean ajados señores de levita, damas de largo, tiesos marineritos ya reducidos a la nada en panteones olvidados. Afuera, la maleza, los canteros decrépitos, las siniestras estatuas carcomidas.
Como anticipé, estuvimos en la Feria del Libro de Buenos Aires. Cualquier excusa es propicia para respirar otra vez ese aroma reconcentrado a papel impreso, sentir de nuevo la cercanía del objeto amado convertido en desmesura. Hubo un acto de presentación para la antología, tal como también anuncié largos días atrás, que salió bien. Salió una nota periodística con título rimbombante, a la cual remito para mayor abundamiento.
Se ha ponderado la mayor presencia de escritores (en este negocio, algo así como los esclavos que levantan las pirámides del Faraón), lo cual siempre es bienvenido. También, la presencia de las nuevas tecnologías aplicadas, y aprovecho para elevar un ruego por la convivencia armónica a futuro entre el libro y su homólogo electrónico. Tampoco faltaron los impertinentes, esos comedidos que a esta altura -a pesar de su inverosimilitud- parecen inevitables.
Para el caso, circulábamos por el laberinto cuando me llamó la atención una multitud que se apretujaba, emocionada, alrededor de un stand de esos grandes, esos de holding editorial. Recordé en ese momento la larguísima fila que vi hace uno o dos años, esperando por una firma de Wilbur Smith. Aventuré nombres de escritores que pudieran concitar semejante tumulto mientras me acercaba. La altura (mido cerca de dos metros) suele ayudar, aunque en este caso propicia el desencanto de descubrir, fulgurante por el maquillaje y los flashes, iluminada por varias cámaras de televisión, a una señora mayor que supo ser vedette revisteril (dicho con respeto por ese gremio). Hablando de libros. De su libro. Escrito por algún laborioso, ninguneado, mal pagado escritor fantasma, como debe ser.
El día antes, almorzando de frente aunque a cierta distancia del ventanal, vi a un sujeto canoso al que creí reconocer en el acto. Rememoro la escena y estoy cada vez más seguro. Lo acompañaba una señorita, cámara en mano, que por los gestos con los que preparaba la toma debía ser fotógrafa, supongo que de algún suplemento cultural.
Sí. Era él. Alan Pauls, Premio Herralde para más datos, cinéfilo con aire en una señal de cable. Lo miré fijo, posaba para la foto apoyado en un auto ocasional, y justo entonces, antes de seguir caminando hacia Santa Fe, también me miró (será petulante el pensamiento, pero me gusta preguntarme si fue llamado por algún demonio, por ese lazo de sangre maldita que une a los que curten este oficio). Fugazmente. Y siguió caminando con el mismo tranco. Lento, sin apuro. Desprovisto de cámaras, micrófonos, multitudes.






(N.delR., 18/05/12: a raíz de los dos primeros comentarios de esta entrada -que pronto responderé, lo prometo- advertí que la frase "es petulante, lo sé" no había quedado clara en su sentido. Quise aludir a que así consideraba a esa improbable causa del cruce de miradas, no a la personalidad del autor. No he visto su programa, y tampoco he leído nada suyo. Todavía. En definitiva, los comentarios y la consiguiente relectura me mostraron que la frase estaba confusa. De ahí la readecuación).

viernes, 4 de mayo de 2012

Presentación



Brevemente, otra vez apremiado por el tiempo, paso para anunciar que este domingo estaremos presentando la tercera antología del Círculo de Escritores del Comahue en la Feria del Libro de Buenos Aires. El volumen, titulado Palabras, vida y sentimiento, verá la luz pasado mañana 6 de mayo (pasado mañana), a las 20 horas, en la sala Roberto Arlt del predio ferial.


Es la tercer obra conjunta de esta todavía nueva pero pujante agrupación literaria, con sede en Cipolletti pero que alcanza a todo el Alto Valle (e incluso más allá también). Reúne cuentos y poesías de una veintena de autores regionales. El motivo de la tapa, en tanto, es una gentileza del reconocido plástico neuquino Carlos Juarez.


Acto seguido presentarán sus libros Héctor Delmas y Jorge Núñez.




Por otro lado, un anticipo: el poeta Federico Espinosa dedicó su columna "Mi blog del mes" en la revista Letras Ambulantes a mi Jardín de Bolsillo. Desde ya, mil gracias a Federico, excelente escritor pero sobre todas las cosas un buen tipo. Pronto ampliaré sobre esta publicación.