martes, 29 de abril de 2008

Avisos parroquiales


Pasaba por acá. Sí, es cierto, estoy debiendo algo. Sin ánimo de esgrimir excusas, debo decir que la última semana tuvo el vértigo de una montaña rusa. Aun subsisten coletazos del trajín, razón por la cual permaneceré en mora por un par de días más.


Ya que estamos, podemos comentar que la inclusión de la Ñ va floreciendo. Por lo pronto, la Cancillería (ministerio del cual depende el organismo regulador de los dominios nacionales de Inet) emitió una resolución tendiente a implementar la letra Ñ, la diéresis y los dominios gubernamentales "gob.ar", en detrimento de los anglófonos "gov.ar" (derivados de government) que se emplean actualmente. Sin dudas, una buena noticia.


En cuanto a la deuda, no estaría mal atenuar un poco las incertidumbres. Alguna vez hablamos sobre John William Polidori, aquel escritor británico que pergeñó la imagen principesca del vampiro que conocemos hoy. El mismo que, paradójicamente, fue "vampirizado" por su mentor: nada menos que el perverso y legendario Lord Byron.

La próxima retomamos su historia y compartimos la que fue su obra culminante, a la vez sello definitivo para su destrucción personal.


Quizás te estés preguntando... ¿Que qué tiene que ver la foto?. Creo que nada. Simplemente me gustó. Siento que tiene poesía, que inspira cierta y casi arrobadora calidez.


Nos vemos pronto.



lunes, 28 de abril de 2008

Mejor amigo

"Fuera del perro, un libro es probablemente el mejor amigo del hombre, y dentro del perro probablemente está demasiado oscuro para leer." (Groucho Marx, comediante estadounidense)

sábado, 19 de abril de 2008

Enie


¿Sabías que hay una campaña de recolección de firmas para solicitar la inclusión de la letra Ñ en los protocolos de Internet?.



Organizada por Clarín y Revista Ñ, es una buena iniciativa, y además necesaria para nosotros los latinos, ¿verdad?. Porque convengamos que, parafraseando a las publicidades de dicha campaña, "no es lo mismo un mono que un moño" y "no es lo mismo un panal que un pañal".


¿Cómo hay que hacer para firmar?. Sencillito, tenés que ingresar a este vínculo.




Y ya que hablamos de campañas, te recuerdo que desde esta página también podés apoyar la Ley Celíaca, la Ley de Bosques, y también a la memorable "Que vuelvan los lentos". Todas ellas cuentan con su enlace en la sección Sitios Amigos, al costado derecho de tu pantalla.


¡Nos vemos pronto!. Con algo que ya les había anticipado.
¿Qué cosa? ¡Aaaaa!.
Pronto lo sabrás.

jueves, 17 de abril de 2008

El que avisa no traiciona

Hoy les quería contar algo. Una inquietud, nacida hace un par de días junto a un fenómeno que perdura hasta hoy.



Como introducción, puedo decir que el panel de estadísticas del contador de visitas revela datos muy interesantes. Como por ejemplo, si accedieron a la página clickeando en algún vínculo por ahí, se puede ver cuál fue ese enlace. Lo que es decir, si buscaste algo en Google, te saltó esta página, y entraste desde ahí...sí, adivinaste: te deschava. Es más, hasta delata lo que ingresaste en el campo de búsqueda.



¿A qué viene esta perorata?. Bueno, en un colegio secundario de Cipolletti están trabajando con aquel libro mío. Resulta que ese bendito panel buchoneó la proliferación de búsquedas de "resúmenes".

Confieso que me hizo mucha gracia. Primero, porque me resulta desopilante que me busquen en el Google. Hasta bizarro, te diría.



Pero el propósito de este sermón es otro. Quería decirles algo a ustedes, chicos. Lamento decepcionarlos pero... no, no existen resúmenes de Estrellas Blancas. Ni en internet, ni mucho menos en mi poder. Como podrán suponer, tampoco hay una película.




Un párrafo aparte para el muchachito que no quiso resignarse y me mandó un mail pidiéndome que "le haga un resúmen". Reitero: sos groso, sabelo. Gracias por la magia.





Pronto nos encontramos de vuelta por acá. ¡Hasta entonces!

domingo, 13 de abril de 2008

Paseando por el parque


Fue en ese parque. Llamarlo jardín sería pretencioso, tuvo nada más que una flor. Pero no era una flor como cualquiera. No han nacido aun las palabras que hagan justicia con esos pétalos, con esos labios.

Fue en los albores de la primavera; un día brillante, como escapado de un buen sueño. Entonces floreció: furiosa y delicada, suave y arrolladora. Tiernamente, resbaló por el fulgor azul del cielo y bailó con la luz, igual que una mariposa engalanada de arcoiris.

Sucedió en ese mismo parque, algún tiempo después. Amanece el otoño, y el ocre pinta el paisaje y los recuerdos; el día sigue siendo luminoso, pero ahora también pálido y muy frío.
La memoria graniza cuando regreso a ese banco, el mismo de aquella vez. Quien sabe qué busco. Tal vez las astillas de un sueño, o una mancha de sangre negruzca y reseca. Quizás un fantasma.

Ocupo el que fue mi lugar, dejo libre el que fuera suyo. La ausencia resplandece, y en ella se trasluce esa sonrisa constante; aletea la brisa, y me trae un eco lejano y alegre que corretea entre los árboles. La mañana blanquecina relampaguea en los cristales; algo tiene de aquellos ojos, los suyos, y por un instante los vuelvo a sentir ahí, muy cerca, clavándose lentamente, dulcemente...

El ensueño termina, es hora de volver al mundo. Me alejo, miro una o dos veces hacia atrás, y veo a dos que hace tiempo ya no están. Sonríen, felices, antes de desvanecerse. Antes de naufragar en la distancia y el ruido.

sábado, 12 de abril de 2008

Paseando en el Jardín



"Y sucedió que el Discípulo vio al Maestro pasear en silencio arriba y abajo del jardín, y en su pálido semblante mostrábanse señales de profunda tristeza. El Discípulo saludó al Maestro en nombre de Alá y le preguntó cuál era la causa de su dolor. El Maestro hizo un ademán con el báculo y rogó al Discípulo que se sentase en la piedra junto al estanque de los peces. Así lo hizo el Discípulo, preparándose a escuchar la voz del Maestro.

Y éste dijo: Quieres que te relate la tragedia que mi Memoria repite cada día y cada noche en el escenario de mi corazón.

Estás cansado ya de mi prolongado silencio y del secreto que no te revelo, y te atribulas ante mis suspiros y lamentaciones.Te dices a tí mismo: «Si el Maestro no me admite en el templo de sus tristezas, ¿cómo voy a poder penetrar jamás en la morada de sus afectos?»Escucha mi historia... Préstame oído, pero no me compadezcas, porque la piedad es para los débiles, y yo estoy fuerte todavía en medio de mi aflicción.

Desde los días de mi juventud me ha venido persiguiendo en el sueño y en la vigilia el fantasma de una extraña mujer. La veo cuando estoy a solas por la noche, sentada junto a mi lecho. En el silencio de la medianoche escucho, su dulce voz. Muchas veces, al cerrar los ojos, siento el tacto de sus suaves dedos en mis labios; y cuando abro los ojos, el miedo me invade y repentinamente empiezo a escuchar el susurro de los ecos de la Nada...
Frecuentemente me siento desorientado y me digo:

«¿No será mi fantasía la que me hace dar vueltas hasta parecer que me pierdo entre las nubes? ¿No habré forjado yo desde lo más hondo de mis sueños una nueva divinidad de voz melodiosa y manos tibias? ¿He perdido acaso los sentidos y, en medio de mi locura, he creado esta cara y amada compañera? ¿Me he retirado de la sociedad de los hombres y del bullicio de la ciudad para poder estar a solas con el objeto de mi adoración? ¿Habré cerrado los ojos y los oídos a las formas y rumores de la Vida, para poder admirarla mejor y escuchar su melodiosa voz?

Me pregunto a mí mismo muchas veces: «¿Soy un loco a quien le place estar solo, y que de los fantasmas de su soledad modela una compañera y esposa para su alma?»
Te hablo de una Esposa y te asombra el oír esta palabra.

Pero, ¿cuántas veces nos desconcertamos ante una experiencia extraña que rechazamos como imposible, aunque su realidad no puede borrarse de nuestra mente por mucho que lo intentemos?

Esta mujer de mis visiones ha sido en realidad mi esposa, y ha compartido conmigo los gozos y sinsabores de la vida. Cuando me despierto por la mañana, la veo reclinada sobre mi almohada, mirándome con ojos rutilantes de bondad y amor maternal".


(Fragmento de "La voz del Maestro", de Khalil Gibrán)

miércoles, 2 de abril de 2008

"Juan López y John Ward" (Jorge Luis Borges)



Les tocó en suerte una época extraña. El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos.

Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras. López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward en la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer El Quijote.

El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en un aula de la calle Viamonte. Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.

Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.

El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.