sábado, 28 de julio de 2007

Cuando ya no importe...

...es el título, perfumado de resignación y cierta nostalgia, del último libro de Juan Carlos Onetti.
Alguna vez anticipé la intención de referirme a mis preferencias literarias, y hoy es un buen momento para un paneo sobre un rinconcito de ellas.



Hace bastante tiempo escuché hablar de Onetti por primera vez. No tuve acceso a su obra hasta hace algunos días, pero aquellas reverenciales referencias al escritor uruguayo despertaron mi curiosidad. Se decía que Onetti no reescribía, que sus obras eran la primera versión; también, que al momento de su muerte, en 1994, encontraron entre sus pertenencias la foto de un arquero que se desentendía del partido para leer "El Pozo", su primera novela. Finalmente, unas certeras palabras de Angel Cappa, director técnico y profesor de filosofía, por entonces ayudante de Valdano al frente de aquel Tenerife de los milagros: "Una vez le dijeron "maestro" a Onetti, y él dijo que no, que no era un maestro porque nunca le había dado clase a nadie. Ahí se vio que era un verdadero maestro".



La espera fue de años pero, a la luz de los resultados, valió la pena absolutamente. Algunos días atrás pude leer un par de cuentos suyos, y con eso le bastó para instalarse entre mis preferidos. Me gusta sobremanera su tono narrativo, los vahos de melancolía que emana. Su sobria firmeza estilística, y una solvencia técnica que le permite hilvanar gemas como este cuento, donde se pasea con suficiencia infalible entre pasado y presente de los personajes.

Quisiera compartir con vos uno de esos cuentos. Para ello, tenés que clickear acá.



Estuve un poco colgado últimamente, retozando en la abulia y otras sensaciones parecidas. Espero que no se repita jejeje.



¡Hasta pronto!

viernes, 20 de julio de 2007

"Que lo parió..."


Ayer se fue, y dejó un hueco en este submundo de las letras. Seguramente, ahora que observa con "la lejana mirada de los muertos" (como dijo alguien cuya identidad ahora no recuerdo), ya completó el requisito final para el reconocimiento pleno que mereció desde siempre, el reconocimiento a algo más que un fenómeno marginal de la literatura, caprichoso rótulo que tácitamente le endilgaron mínimos y arcaicos círculos académicos.
Tristemente, un destino común a tantos. Engrosa la legión de Kafka, Poe, Lovecraft, y tantos más que tuvieron los bien ganados laureles a su talento... recién cuando éstos fueron depositados como ofrenda floral sobre sus tumbas.
Alguna vez dijo que no aspiraba al Nobel, sino que se sentía hecho cuando alguien le decía "me c... de risa con tu libro".
Si lo hubiera conocido, quizás se hubiera sentido así al saber que los dos cuentos suyos que leí me provocaron esa incontinencia metafórica, orgánica y feliz.
Ayer se fue, y volvió esa tristeza, entre incrédula y melancólica, que despierta la partida de los tipos queribles, entrañables.
Pero quedan su ejemplo y su obra luminosa, lo que no es poco en estos tiempos.
Nada mejor que recordarlo por los "hijos" que su genio supo alumbrar. Te dejo con uno de ellos,"Uno nunca sabe", haciendo click acá.

jueves, 19 de julio de 2007

Navidad sangrienta

Henos aquí nuevamente. Hoy quisiera concluir el ciclo del que veniamos hablando, el ciclo de la creación literaria. Así como abordamos el reto de la página en blanco y luego las desventuras de la creación en sí, nos queda desvariar un poco sobre el después, el resultado de la cesárea que nos hemos realizado.


Es conocida aquella frase que habla de los objetivos de la vida: plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro. A primera vista, la tercera parece tener poco que ver con las dos primeras. Pero a segunda vista empiezan a aflorar las semejanzas. Porque lo que hemos creado (un "libro") también tiene vida, y nos sorprendería cuánta. Obviamente, no estamos hablando en un sentido orgánico, sino que esta existencia fluye por otros carriles, por canales subterráneos y secretos.


Era Scott Fitzgerald quien decía que "una obra maestra está regada por las lágrimas de su autor". Y aunque no estemos hablando de obras maestras, siempre hay un pedacito del propio autor en su creación. Inevitable es la filtración de algún recuerdo amarillento, alguna emoción que hiberna en un rincón tibio de nuestra memoria, alguna cicatriz que ahora lloramos con tinta. Ofrendamos un pedacito de nuestra alma a esa obrita neonata, esa que al descubrir por vez primera la luz cortará por sí misma el cordón. Con los dientes y sin dudar, para dejar de pertenecernos. Ahora es como un hijo, cuya piel es de papel y tinta es su sangre, que emana lo mejor y también lo peor de su progenitor, y que nace con las alas listas para volar. Pertenecerá al viento y a todo aquel que deslice los ojos sobre su piel, que vampirice su sangre con la mirada atenta y el corazón dispuesto a sentir, dispuesto a remontar el cielo con ese Icaro que le tiende la mano.

Ese intrépido aventurero, al que llamaremos lector, es quien osará adentrarse en junglas herméticas, a vadear páramos de soledad infinita. Es quien se asomará con vértigo a los abismos del autor, a las profundidades más abyectas de su sensibilidad. Es quien a veces verá pasar a su lado, mientras lo paraliza la asfixia de un horror relampagueante, a los fantasmas que aterran y seducen a ese sangrante escriba que les abrió la jaula.


Pero no todo es trágico, claro que no. "Lo lindo no es escribir sino haber escrito" decía Dolina, y le doy toooda la razón. Es que cuando delante nuestro se despabila esa obra terminada, diversas sensaciones nos surcan el pecho como cuchillazos. La más intensa de todas es una especie de libertad que roza el paroxismo. Me imagino que los escaladores deben experimentar algo parecido, cuando se arrodillan en la cima y ya casi vencidos se entregan a esa magia silenciosa que anida en las cumbres; ínfimos ante ese valle inmaculado que siempre arrolla al horizonte naranja de crepúsculo.


Alegría y dolor, caras de la misma moneda para Gibran, confluyen indivisibles en este ritual sacrosanto. Empero, también Kipling daba en la tecla cuando sentenció que "las palabras son la droga más potente que se ha inventado". Será por eso que todo aquel que penetra en ese mundo de sirenas cantarinas ya no puede salir vivo de él. Y que a pesar del hambre, la pobreza, la miseria, el insomnio, los extravíos o cualquier otra penuria que quiera estrujarlo entre sus brazos, siempre volverá a desafiar la hoja en blanco. Quizás pletórico de felicidad, tal vez desangrándose en lágrimas, pero estará una y otra vez dispuesto a respirar, a emocionar, a exorcizar. A "sentir profundo, como un niño frente a Dios", nada más ni nada menos, parafraseando uno de los versos más felices de Violeta Parra.


Para ir cerrando, me gustaría compartir con vos uno de mis cuentos predilectos. Sí, es cierto que alguna vez supe linkearlo desde la otra página. Pero hay un atenuante: se perdió en el torbellino de actualizaciones que supuso la Feria del Libro. Por eso es que hoy lo rescaté.

Expiadas las culpas, te dejo con Alejandro Dolina y su "Balada de la Primera Novia", haciendo click acá.

¡Hasta pronto!

sábado, 14 de julio de 2007

Otro jardín

Ando corto de tiempo.
Simplemente quería compartir un cuento que leí hace algunas semanas. Trata sobre algo que hoy está tristemente en boga, y lo hace con candor y calidez.
Por otra parte, la estructura es llamativa, casi dramatúrgica. Justo que hablábamos de Capote, me recordó vagamente a uno de sus textos ("Féretros tallados a mano"), también compuesto en gran parte por diálogos, pero las similitudes se agotan ahí nomás.

Ahora sí: el cuento se llama "Jardín de infancia", es de Naguib Mahfuz, y dice así (para leerlo, click acá).

En los próximos días actualizo nuevamente. ¡Hasta entonces!

lunes, 9 de julio de 2007

Gases del oficio

9 de Julio y para mejor lunes. Sin dudas, un día de fiesta para la industria turística nacional.

Mejor hablemos de cuestiones más pedestres. Anteayer, el suplemento cultural del diario Río Negro publicó un artículo muy interesante, el cual quisiera compartir con vos (para leerlo, click acá).

Intitulado "Un placer; una maldición", versa sobre el oficio de escribir. Alguna vez, en un posteo viejo, deliré sobre las tinieblas de la página en blanco; y ahora la señora Peluffo me dio pie para la aventura subsiguiente. Nada menos que el adentrarse en esa estepa muy poco hospitalaria.

Oficio resulta una palabrita reveladora. Empero, en el imaginario colectivo suele revolotear otra más romántica: la "inspiración". ¿Quién no oyó hablar de las célebres "musas"?. Mas allá de los espejitos de colores usuales en la seducción, los artificios humeantes del "chamuyo", es cierto que esta raza de ángeles supo existir en épocas preteritas. Antes una aclaración: hablamos de narrativa. Es posible que en los primaverales santuarios de la poesía aun subsistan, aunque de eso no podría hablar sin escatimar chapuceo. Algunas pocas veces quise encontrar esos templos, y en todas me perdí sin remedio en las junglas circundantes. De ahí a reconocer la propia limitación hubieron dos o tres pasos.

Por eso la aclaración. Porque los terruños de la narrativa tienen otra geografía. Son decididamente áridos y agrestes, la floración escasea, y la exploración de los mismos requiere cartografías precisas. Intuyo que en la poética todavía es posible orientarse por las estrellas, o incluso el vagar huerfano de nortes pueda arrojar algún resultado satisfactorio. Todo ello merced a la proverbial flexibilidad de la métrica, generosa en posibilidades que van desde armazones rígidos (como por ejemplo en el haiku) hasta la prescindencia normativa de formas casi líquidas. Obviamente, todo esto dicho desde mi ignorancia lírica.

En la narrativa siento que es distinto. Hay algunas vacas sagradas, estructuras preconcebidas a las que se debe respetar, aun hasta cierto punto fronterizo con la insubordinación. Creo que la concepción de un poema es un poco más visceral que la de un cuento o una novela. Estas últimas nacen mediante partos inducidos, en ejercicios fríos. Una práctica quirúrgica que se realiza con escalpelo, con hacha o con serrucho, según sea el caso. No hay mucho lugar para las emociones. O tal vez un poco. De hecho, Dolina decía que lo lindo "no es escribir sino haber escrito", y comparándolo con su actividad radial, agregaba que cuando escribe "los oyentes no llaman, nadie aplaude". Concluía en que a la tercera línea siempre lo invade el desaliento.

En esta atmosfera densa, es entendible que las musas hayan juntado sus petates para emigrar hacia climas más benignos. Era Stephen King quien decía jocosamente que su "musa" era un trajeado caballero, el que se limitaba a sentarse en un sillón y azuzarlo para que trabaje.
Son innumerables los novelistas laureados quienes repiten aquella palabrita de textura rugosa. Oficio. Induce imágenes de obreros, de herreros martillando en el yunque. Y muchas veces, aunque a priori parezca bizarro, el parecido resulta conmovedor.

En este tema del oficio y sus derivaciones laboriosas, un apostol emblemático, entre tantísimos, es Truman Capote. En el prólogo del que fue su último libro, "Música para camaleones" (que de hecho también está en el suplemento mencionado, aunque me parece que sólo colocaron de fragmentos extensos), Capote hace un rememoración de su proceso evolutivo literario.

Allí aparece nítida una de sus primeras obsesiones: la conquista de un estilo. Alrededor de ese sol se planteó satélites, como por ejemplo, alcanzar la precisión de la poesía y el dominio total de las técnicas narrativas, al cual consagró largos años de esfuerzo constante. Tanto fue así que al momento de publicar su primer libro, "Otras voces, otros ámbitos", tenía veintitres años de edad, detalle que generó comentarios del tipo "asombroso que siendo tan joven escriba tan bien". Luego diría, con sorna: "¿Asombroso?. Sólo hacía catorce años que escribía día tras día!".




Este controvertido escritor, una especie de Oscar Wilde posmoderno, dejó testimonios de diversas tonalidades. Su obra, con el punto saliente de la celebrada "A sangre fría", que significó el nacimiento de nuevo subgénero dentro de la novela, la "novela no ficticia", tan en boga desde entonces. Su destrucción personal, incubada durante el proceso de creación de ese libro, y detonada definitivamente a partir del estrellato que la obra le otorgó. Incluso tambien cuestiones tragicómicas que rozaron la leyenda urbana, como por ejemplo lo sucedido con "Plegarias atendidas", el libro que supuestamente preparó durante sus últimos años.
En algún momento hablaremos sobre esto.

Por lo pronto, hasta acá llegamos hoy. Les dejo un cuento de Lovecraft, "Polaris". La temática es de corte fantástico, y la adjetivación, sin dudas que también. Para leerlo, click acá.





jueves, 5 de julio de 2007

Cuentas pendientes

Hora de justificar el "sueldo", ja.

Mejor dicho, de saldar las deudas. En primera instancia, estaba debiendo el comentario final de la Feria del Libro, concluida hace poco más de dos semanas aquí en Cipolletti. Creo que la evolución respecto a ediciones anteriores resulta franca a todas luces, ya sea que hablemos del número de stands, cantidad de ponencias, visitantes, espacio físico, etc. Es de esperar que esta edición todavía fresca sirva como plataforma de crecimiento, que sea piso y no techo. Sería un error dar un paso atrás o al costado ahora, cuando la comunidad regional ya adoptó a la Feria como propia (alrededor de 9.000 personas la visitaron según el diario Río Negro). Desde mi lugar de humilde participante de la misma, queria agradecer a la comunidad que con su presencia y respuesta hace posible este espacio tan valioso para los autores, y desde luego también a la gente que organiza y pone el hombro para concretarla. A todos: ¡gracias!.


Por otra parte, quedaba pendiente una referencia a "Balada del pato encadenado", el cuento que linkeara desde el anteúltimo posteo del viejo Jardín de Bolsillo. La historia del relato tiene raíces curiosas y algo antiguas. En su muy recomendable libro "Vuelta de página" (un compendio de sus crónicas y editoriales, tanto gráficas como radiales), Lanata comenta sobre un diario francés muy particular, "Le Canard Enchaine" ("El Pato Encadenado", según mi traducción de entrecasa). Fue Osvaldo Soriano quien le comentó sobre su existencia, y enseguida sobre su peculiar actitud editorial: despedir a todo aquel periodista que gane un premio, voluntaria o involuntariamente. Como mínimo es llamativo en estos tiempos de periodismo mendigo de coherencia, lacayo de "multimedios" mercenarios.

Para lo que hace al relato de marras y salvando la redundancia, a esa idea se le encadenó un potencial conflicto. Nada menos que el remanido duelo entre deber y querer.
En el ámbito de ese diario parisino real fue que encajé el enfrentamiento de la tradición instaurada por el patriarca fundador, con la contraparte emotiva que penaba el actual director. Ahora que lo pienso (porque antes ni se me ocurrió), quizás fue un poquito cruel de mi parte cargar todo el peso de esa disyuntiva milenaria sobre las espaldas desgastadas del anciano, mientras su joven coprotagonista se la llevaba bien de arriba. Además, también cuenta su dramática situación familiar, puesta con toda la mala intención posible. No niego que mi propósito fue empujar al anciano hacia sus límites, en pos de darle dramatismo al relato.
Si estás pensándome en términos de despotismo maquiavélico, recordemos juntos las palabras del insigne William Faulkner: un escritor (pichón de, en este caso) tiene que ser capaz de todo, incluso robarle a su madre, si de ello depende su creación. Sin pretender llegar a los extremos que sugiere el maestro, no está mal arrastrar un poco por las piedras a un personaje, ¿no?. Seguramente sufrió bastante, sí, pero creo que así le regaló drama y tensión al relato. Y de paso conservó su vida, detalle que don Bertrand debería agradecer si considera mi ya tradicional tendencia homicida respecto a los personajes que participan de mis cuentos.

Por último, en lo atinente al comentario que hizo la gente de ElEscriba, debo hacer un alegato de justificación. Realmente no era muy consciente de las condiciones del Pulitzer, sólo tenía en mente su prestigio. Si a eso le sumamos la carrera contra el tiempo, la pereza de buscar qué premios se conceden al periodismo europeo, y algún otro obstáculo que seguro estoy soslayando, tenemos que un periodista francés gana el Pulitzer por su trabajo en tierra gala. Y después dicen que los yanquis miran nada más que su propio ombligo jejeje.

Creo que he dedicado más lineas a mí mismo que las que supe consagrar a Soriano y a otros próceres (ver blog viejo), por lo que urge terminar este delirio de autoestima.


La próxima les dejo algún cuento. Quizás alguno de los que leí hoy, unos de Lovecraft que la rompen. O quizás no, quién sabe.

Pronto lo sabremos.

lunes, 2 de julio de 2007

Bienvenidos a la jungla

Mes nuevo, blog nuevo.
En realidad es una continuación de Jardindebolsillo.blogdrive.com.

La historia se remonta casi dos años atrás. En aquellas épocas tuve uno o dos blogs, efímeros ellos, en blogspot. El engorroso manejo de las imágenes y otras yerbas me arriaron hacia el más rústico redil de blogdrive, del cual hoy escapé para volver. Como las posibilidades de aquel permanecen estancadas desde entonces y acá las cosas han cambiado para mejor, es que hoy me mudo de regreso.

Espero que pases un momento grato durante tu permanencia en estos páramos.
Gracias por venir!