sábado, 28 de febrero de 2009

Día de pago


¡Cómo venimos hoy! Ni que fuera día de Reyes.
Bien, según lo convenido en la entrada anterior, hoy te traje el fragmento de "Vuelta de página", y de yapa el célebre cuento "Casa tomada". ¿Algo más? Sí, desde luego. La segunda parte de los consejos técnicos de Cortázar:

5. El ritmo
(...) Cuando escribo percibo el ritmo de lo que estoy narrando, pero eso viene dentro de una pulsión. Cuando siento que ese ritmo cesa y que la frase entra en un terreno que podríamos llamar prosaico, me cuenta que tomo por un falsa ruta y me detengo. Sé que he fracasado. Eso se nota sobre todo en el final de mis cuentos, el final es siempre una frase larga o una acumulación de frases largas que tienen un ritmo perceptible si se las lee en voz alta. A mis traductores les exijo que vigilen ese ritmo, que hallen el equivalente porque sin él, aunque estén las ideas y el sentido, el cuento se me viene abajo.

6. Intensidad
(...) Basta preguntarse por qué un determinado cuento es malo. No es malo por el tema, porque en literatura no hay temas buenos ni temas malos, hay solamente un buen o un mal tratamiento del tema. Tampoco es malo porque los personajes carecen de interés, ya que hasta una piedra es interesante cuando de ella se ocupan un Henry James o un Franz Kafka. Un cuento es malo cuando se lo escribe sin esa tensión que debe manifestarse desde las primeras palabras o las primeras escenas. Y así podemos adelantar ya que las nociones de significación, de intensidad y de tensión han de permitirnos, como se verá, acercarnos mejor a la estructura misma del cuento.

7. Objetivación del tema
(...) Un verso admirable de Pablo Neruda: "Mis criaturas nacen de un largo rechazo", me parece la mejor definición de un proceso en el que escribir es de alguna manera exorcizar, rechazar criaturas invasoras proyectándolas a una condición que paradójicamente les da existencia universal a la vez que las sitúa en el otro extremo del puente, donde ya no está el narrador que ha soltado la burbuja de su pipa de yeso. Quizá sea exagerado afirmar que todo cuento breve plenamente logrado, y en especial los cuentos fantásticos, son productos neuróticos, pesadillas o alucinaciones neutralizadas mediante la objetivación y el traslado a un medio exterior al terreno neurótico; de todas maneras, en cualquier cuento breve memorable se percibe esa polarización, como si el autor hubiera querido desprenderse lo antes posible y de la manera más absoluta de su criatura, exorcizándola en la única forma en que le era dado hacerlo: escribiéndola.

8. Temas significativos.
(...) Miremos la cosa desde el ángulo del cuentista y en este caso, obligadamente, desde mi propia versión del asunto. Un cuentista es un hombre que de pronto, rodeado de la inmensa algarabía del mundo, comprometido en mayor o menor grado con la realidad histórica que lo contiene, escoge un determinado tema y hace con él un cuento. Este escoger un tema no es tan sencillo. A veces el cuentista escoge, y otras veces siente como si el tema se le impusiera irresistiblemente, lo empujara a escribirlo. En mi caso, la gran mayoría de mis cuentos fueron escritos -cómo decirlo- al margen de mi voluntad, por encima o por debajo de mi conciencia razonante, como si yo no fuera más que una médium por el cual pasaba y se manifestaba una fuerza ajena. Pero esto, que puede depender del temperamento de cada uno, no altera el hecho esencial y es que en un momento dado hay tema, ya sea inventado o escogido voluntariamente, o extrañamente impuesto desde un plano donde nada es definible. Hay tema, repito, y ese tema va a volverse cuento. Antes de que ello ocurra, ¿qué podemos decir del tema en sí? ¿Por qué ese tema y no otro? ¿Qué razones mueven consciente o inconscientemente al cuentista a escoger un determinado tema.

A mí me parece que el tema del que saldrá un buen cuento es siempre excepcional, pero no quiero decir con esto que un tema debe ser extraordinario, fuera de lo común, misterioso o insólito. Muy al contrario, puede tratarse de una anécdota perfectamente trivial y cotidiana. Lo excepcional reside en una cualidad parecida a la del imán; un buen tema atrae todo un sistema de relaciones conexas, coagula en el autor, y más tarde en el lector, una inmensa cantidad de nociones, entrevisiones, sentimientos y hasta ideas que flotaban virtualmente en su memoria o su sensibilidad; un buen tema es como un sol, un astro en torno al cual gira un sistema planetario del que muchas veces no se tenía conciencia hasta que el cuentista, astrónomo de palabras, nos revela su existencia. O bien, para ser más modestos y más actuales a la vez, un buen tema tiene algo de sistema atómico, de núcleo en torno al cual giran los electrones; y todo eso, al fin y al cabo, ¿no es ya como una proposición de vida, una dinámica que nos insta a salir de nosotros mismos y a entrar en un sistema de relaciones más complejo y más hermoso?

(...) Sin embargo, hay que aclarar mejor esta noción de temas significativos. Un mismo tema puede ser profundamente significativo para un escritor, y anodino para otro; un mismo tema despertará enormes resonancias en un lector, y dejará indiferente a otro. En suma, puede decirse que no hay temas absolutamente significativos o absolutamente insignificantes. Lo que hay es una alianza misteriosa y compleja entre cierto escritor y cierto tema en un momento dado, así como la misma alianza podrá darse luego entre ciertos cuentos y ciertos lectores.

(...) Y ese hombre que en un determinado momento elige un tema y hace con él un cuento será un gran cuentista si su elección contiene -a veces sin que él lo sepa conscientemente- esa fabulosa apertura de lo pequeño hacia lo grande, de lo individual y circunscrito a la esencia misma de la condición humana. Todo cuento perdurable es como la semilla donde está durmiendo el árbol gigantesco. Ese árbol crecerá entre nosotros, dará su sombra en nuestra memoria.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Cambio de luces


Nunca me llamó demasiado la literatura de Cortázar. Lo admito. Recuerdo algunos textos que me impusieron en el secundario, especialmente aquellas "instrucciones": para bajar una escalera, etc. Entonces me mofaba, desdeñoso ante la incapacidad de ver en ellas algún mérito literario. Andando el tiempo dejé de lado esos pecados de juventud, aunque mantuve la lejanía con este escritor y quizás también la incomprensión, porque como ya dije alguna vez, soy apenas un simple leedor y no un experto buscador de tesoros escritos que excava y encuentra siempre todos los diamantes. Y se me hace que en los textos de Cortázar a veces hay que entrar con pala y casco de minero.

Empero, hace un tiempo leí un cuento suyo, "La noche de Mantequilla". Durante y después de la lectura sentí como aquella lejanía temblaba, crujía y se resquebrajaba. Empecé a sospechar que la veneración de mis profesoras de literatura no era tan inexplicable como me había parecido allá. Más acá en el tiempo, hace días para ser exacto, encontré por accidente la grabación de una entrevista que le hicieron en España (la daban por el canal Encuentro). Alguien una vez comentó la forma de hablar de los escritores, cálida y envolvente, y esa misma sensación emanaba de Cortázar en todo momento. Ya sea que hablara, gesticulara, fumara, o simplemente escuchara al periodista. Cualquier cosa que hiciera tenía ese aura que alguien le señaló a la expresión verbal de un escritor. Algo que genera empatía y que hace del relato, escrito u oral como en este caso, una telaraña sutil y deliciosa.

En aquel celebérrimo libro de Lanata, que a esta altura ya conocés bien de tanto que nutrí con él a esta página, también hay un texto que lo homenajea. Era mi intención colgarlo hoy, pero es un poco extenso, había que tipearlo...Sí, adivinaste. Pero no vengo con las manos vacías. Compartiremos aspectos teóricos del cuento según este maestro. Son ocho puntos: los primeros cuatro hoy, y los otros la próxima junto con el texto de "Vuelta de página". ¿No es un negoción? ¡Llame ya!



"1. El cuento, género poco encasillable
(...) Nadie puede pretender que los cuentos sólo deban escribirse luego de conocer sus leyes. En primer lugar, no hay tales leyes; a lo sumo cabe hablar de puntos de vista, de ciertas constantes que dan una estructura a ese género tan poco encasillable; en segundo lugar, los teóricos y los críticos no tienen por qué ser los cuentistas mismos, y es natural que aquéllos sólo entren en escena cuando exista ya un acervo, un acopio de literatura que permita indagar y esclarecer su desarrollo y sus cualidades.

2. Ajuste del tema a la forma
(...) Los cuentistas inexpertos suelen caer en la ilusión de imaginar que les bastará escribir lisa y llanamente un tema que los ha conmovido, para conmover a su turno a los lectores. Incurren en la ingenuidad de aquél que encuentra bellísimo a su hijo, y da por supuesto que los demás lo ven igualmente bello. Con el tiempo, con los fracasos, el cuentista capaz de superar esa primera etapa ingenua, aprende que en literatura no bastan las buenas intenciones. Descubre que para volver a crear en el lector esa conmoción que lo llevó a él a escribir el cuento, es necesario un oficio de escritor, y que ese oficio consiste, entre otras cosas, en lograr ese clima propio de todo gran cuento, que obliga a seguir leyendo, que atrapa la atención, que aísla al lector de todo lo que lo rodea para después, terminado el cuento, volver a conectarlo con su circunstancia de una manera nueva, enriquecida, más honda o más hermosa. Y la única forma en que puede conseguirse ese secuestro momentáneo del lector es mediante un estilo basado en la intensidad y en la tensión, un estilo en el que los elementos formales y expresivos se ajusten, sin la menor concesión, a la índole del tema, le den su forma visual y auditiva más penetrante y original, lo vuelvan único, inolvidable, lo fijen para siempre en su tiempo y en su ambiente y en su sentido más primordial.
(...) Pienso que el tema comporta necesariamente su forma. Aunque a mí no me gusta hablar de temas; prefiero hablar de bloques. Repentinamente hay un conjunto, un punto de partida. Hice muchos de mis cuentos sin saber cómo iban a terminar, de la misma manera que no sabía lo que había en la popa del barco de Los premios, y eso vale para todo lo que he escrito.
Es lo que me interesa más: guardar esa especie de inocencia -una inocencia muy poco inocente, si usted quiere, porque finalmente soy un veterano de la escritura- como actitud fundamental frente a lo que va a ser escrito.
No sé si usted ha hecho la experiencia, pero hay escritores que proyectan escribir un libro y se lo cuentan a usted en detalle, en un café, todo está listo, todo planteado: cuando lo escriben, generalmente es un mal libro.

3. Brevedad
(...) el cuento contemporáneo se propone como una máquina infalible destinada a cumplir su misión narrativa con la máxima economía de medios; precisamente, la diferencia entre el cuento y lo que los franceses llaman nouvelle y los anglosajones long short story se basa en esa implacable carrera contra el reloj que es un cuento plenamente logrado.

4. Unidad y esfericidad.
(...) Para entender el carácter peculiar del cuento se le suele comparar con la novela, género mucho más popular y sobre el que abundan las preceptivas. Se señala, por ejemplo, que la novela se desarrolla en el papel, y por lo tanto en el tiempo de lectura, sin otro límites que el agotamiento de la materia novelada; por su parte, el cuento parte de la noción de límite, y en primer término de límite físico, al punto que en Francia, cuando un cuento excede de las veinte páginas, toma ya el nombre de nouvelle, género a caballo entre el cuento y la novela propiamente dicha. En este sentido, la novela y el cuento se dejan comparar analógicamente con el cine y la fotografía, en la medida en que en una película es en principio un "orden abierto", novelesco, mientras que una fotografía lograda presupone una ceñida limitación previa, impuesta en parte por el reducido campo que abarca la cámara y por la forma en que el fotógrafo utiliza estéticamente esa limitación. No sé si ustedes han oído hablar de su arte a un fotógrafo profesional; a mí siempre me ha sorprendido el que se exprese tal como podría hacerlo un cuentista en muchos aspectos. Fotógrafos de la calidad de un Cartier-Bresson o de un Brassai definen su arte como una aparente paradoja: la de recortar un fragmento de la realidad, fijándole determinados límites, pero de manera tal que ese recorte actúe como una explosión que abre de par en par una realidad mucho más amplia, como una visión dinámica que trasciende espiritualmente el campo abarcado por la cámara. Mientras en el cine, como en la novela, la captación de esa realidad más amplia y multiforme se logra mediante el desarrollo de elementos parciales, acumulativos, que no excluyen, por supuesto, una síntesis que dé el "clímax" de la obra, en una fotografía o un cuento de gran calidad se procede inversamente, es decir que el fotógrafo o el cuentista se ven precisados a escoger y limitar una imagen o un acaecimiento que sean significativos, que no solamente valgan por sí mismos sino que sean capaces de actuar en el espectador o en el lector como una especie de apertura, de fermento que proyecta la inteligencia y la sensibilidad hacia algo que va mucho más allá de la anécdota visual o literaria contenidas en la foto o en el cuento. Un escritor argentino, muy amigo del boxeo, me decía que en ese combate que se entabla entre un texto apasionante y su lector, la novela gana siempre por puntos, mientras que el cuento debe ganar por knockout. Es cierto, en la medida en que la novela acumula progresivamente sus efectos en el lector, mientras que un buen cuento es incisivo, mordiente, sin cuartel desde las primeras frases. No se entienda esto demasiado literalmente, porque el buen cuentista es un boxeador muy astuto, y muchos de sus golpes iniciales pueden parecer poco eficaces cuando, en realidad, están minando ya las resistencias más sólidas del adversario. Tomen ustedes cualquier gran cuento que prefieran y analicen su primera página. Me sorprendería que encontraran elementos gratuitos, meramente decorativos. El cuentista sabe que no puede proceder acumulativamente, que no tiene por aliado al tiempo; su único recurso es trabajar en profundidad, verticalmente, sea hacia arriba o hacia abajo del espacio literario. Y esto, que así expresado parece una metáfora, expresa sin embargo lo esencial del método. El tiempo del cuento y el espacio del cuento tienen que estar como condensados, sometidos a una alta presión espiritual y formal para provocar esa "apertura" a que me refería antes.

(...) Cada vez que me ha tocado revisar la traducción de uno de mis relatos (o intentar la de otros autores, como alguna vez con Poe) he sentido hasta qué punto la eficacia y el sentido del cuento dependían de esos valores que dan su carácter específico al poema y también al jazz: la tensión, el ritmo, la pulsación interna, lo imprevisto dentro de parámetros previstos, esa libertad fatal que no admite alteración sin una pérdida irrestañable. Los cuentos de esta especie se incorporan como cicatrices indelebles a todo lector que los merezca: son criaturas vivientes, organismos completos, ciclos cerrados, y respiran.

(...) -¿Cómo se le presenta hoy la idea de un cuento?
-Igual que hace cuarenta años; en eso no he cambiado ni un ápice. De pronto a mí me invade eso que yo llamo una "situación", es decir que yo sé que algo me va a dar un cuento. Hace poco, en julio de este año, vi en Londres unos pósters de Glenda Jackson -una actriz que amo mucho- y bruscamente tuve el título de un cuento: "Queremos tanto a Glenda Jackson". No tenía más que el título y al mismo tiempo el cuento ya estaba, yo sabía en líneas generales lo que iba a pasar y lo escribí inmediatamente después. Cuando eso me cae encima y yo sé que voy a escribir un cuento, tengo hoy, como tenía hace cuarenta años, el mismo temblor de alegría, como una especie de amor; la idea de que va a nacer una cosa que yo espero que va a estar bien.

-¿Qué concepto tiene del cuento?
-Muy severo: alguna vez lo he comparado con una esfera; es algo que tiene un ciclo perfecto e implacable; algo que empieza y termina satisfactoriamente como la esfera en que ninguna molécula puede estar fuera de sus límites precisos.
"
Continuará...

viernes, 20 de febrero de 2009

El camino de la espada


Ese es el significado literal de la palabra "kendo", el arte letal de la katana o sable samurai.

Se me ocurre que la espada tiene una vinculación profunda con Japón. No se podría hacer una comparación geográfica (como la que Borges hizo con Chile en ocasión de aquella infame condecoración que mencionamos una vez), pero sí avanzar en otros terrenos. Para empezar, era el elemento fundamental y característico de los samurai, casta guerrera cuyo estricto código moral marcó al país nipón hasta los huesos. Dicho código, el Bushido, sentó las bases para la particular visión japonesa del honor y la muerte: El honor como valor supremo, la muerte como única expiación posible para la deshonra y la derrota. De ahí surgió el suicidio ritual o seppukku, desventramiento con la misma espada (luego se le agregó una decapitación posterior). También, la crueldad feroz de los oficiales japoneses para con sus prisioneros americanos, estupefactos ante la rendición de éstos durante las batallas del Pacífico.

La fascinación con la muerte no es el único halo que envuelve a la katana. El proceso de su fabricación tiene ese refinamiento, esa misma sofisticación artesanal de las artes japonesas. Muchos samurai cultivaron también la poesía; el seppukku contempla la escritura de un poema previo a la consumación del acto.

Ambos ríos, el rojo de la espada y la tinta de la pluma, confluyeron en varios escritores nacidos bajo el sol naciente. Yukio Mishima fue uno de ellos. Atormentado, ambivalente, fue dueño de un talento tan brilloso y afilado como la hoja de la espada que segó la vida del teniente Takeyama (protagonista del cuento que compartimos hoy) y también la suya propia. Ciertamente que este relato, "Patriotismo", resultó tan personal como profético para su autor. Refleja los valores en los que Mishima creyó con devoción, los mismos del Japón antiguo. Hay un amotinamiento, quizás algo parecido al que protagonizaron el escritor y compañeros suyos a fines de 1970, en un intento desesperado por rescatar aquellas tradiciones nacionales que al Japón moderno se le resbalaban de las manos. Y un final con derrota, que desencadena la muerte de Takeyama, su esposa y amigos... y también la de Mishima, quien recurrió a un drástico punto final cuando los soldados del cuartel que tomó con sus compañeros se rieron de su arenga pro retorno a las tradiciones.

Es un poco largo, eso sí. Para la próxima, si hay cuento será más breve. Lo prometo.

sábado, 14 de febrero de 2009

Energía para crear


Un año atrás decía que este es el día en que se espera. Sí, regalos y esas cosas, pero entonces me refería a la expectativa que recae sobre cualquiera que tenga alguna habilidad con las palabras. Obviando los aspectos mercantiles, es algo así como el día del amor y ya sabemos que es el tema por excelencia de la poesía.

No sé si te dije que la poética no es lo mío. ¿Monologar sobre qué es este sentimiento? Creo que ya lo debe haber hecho alguno por ahí. Ironías al margen, tenemos una legión invencible de poetas que bucearon en esas aguas de colores; varios incluso han alcanzado los tesoros dormidos en sus fondos. Y es claro que no pretendo ni por casualidad intentar, aquí y ahora, medir fuerzas contra esos tipos a los que una pluma convierte en máquinas de matar.

Muchos de ellos aventuraron definiciones sobre el amor, con resultados dispares. Pensando en eso, se me ocurrió mirar qué dice el diccionario. Realmente no tiene desperdicio (ya que estamos, te invito a mirarlo haciendo click acá), hay varios incisos llamativos.

Me resultó risueño imaginar la génesis del concepto antedicho. La imagen es la de un salón con aire medieval. Una mesa larga y rectangular, caoba quizás, flanqueada por sillas de madera oscura y tallados góticos. En la cabecera de la reunión de estos doctores venerables, esta guardia pretoriana de la lengua española, se encuentra el presidente de la Real Academia. Parece uno de esos monjes pintados por El Greco. Se yergue solemne, todos lo miran. Su voz retumba, vibran las columnas de piedra: "Y bien, ¿quién define la palabra amor?" Las miradas le escapan de golpe, sus huellas flotando en el silencio que los envuelve. Es un desafío que solamente los mejores poetas pudieron vencer, los apóstoles del castellano lo saben y por eso es que ahora buscan pasar desapercibidos. El sumo sacerdote los examina uno por uno, al acecho, las garras listas. Alguno de estos apóstoles suspira, tal vez lo delata un brillo en los ojos, una media sonrisa forjada por un recuerdo dulce, y es el elegido.

Creo que no lo hizo nada mal. De hecho, me sorprendió un poco. Incluso en algunos incisos percibí un perfume que poco tiene que ver con un libro técnico y frío de conceptualización semántica.

En el segundo es donde encontré las fragancias más concentradas. Me trajo algún recuerdo tenue de los santuarios primaverales de la poesía, esos que alcancé a ver de muy lejos una o dos veces. No es la primera vez que los menciono, creo que la ocasión anterior fue cuando te hablaba de las musas inspiradoras. Y ya que este 14 de febrero me encuentra en compañía de ella, la mía, ahora puedo contarte un poco sobre mi propia percepción y no ya sobre abstracciones o experiencias de distintos escritores (como otras veces).

Me permito disentir en parte con el maestro peruano. Es cierto que la narrativa es un género más duro que la poesía, etérea y delicadada por naturaleza. También que las musas miran con simpatía al poeta y espían, de lejos y con recelo, al narrador.

Pero creo que en la narrativa también hay espacio para ellas. No en el origen de los temas narrativos, porque es un proceso más que nada intelectual. Me da la impresión de que la narrativa, al nacer, tiene poco que ver con las emociones. Es una imagen, una idea con la que tropezamos, por accidente en el común de las veces. Se la sopesa y, si uno cree que tiene trazas de piedra preciosa, empieza a pulirla mentalmente. En ese momento yo busco el desarrollo de esa idea primigenia. Hacia dónde va, en qué direcciones soplan sus vientos y qué olores traen. Evolución, personajes, etc. Con los trazos gruesos ya estoy listo para meterme en el desierto blanco.

No sé si alguna vez hice esa comparación, la de la hoja con una estepa, un mundo inhóspito similar a Siberia o al norte canadiense. Sé que hay escritores que sólo necesitan la idea básica para entrar en el terreno virgen, y se dejan llevar por la guía de las estrellas para encontrarse con lo desconocido. Otros, en cambio, necesitamos algo más. Algún mapa, la idea madre con los agregados que mencionaba arriba, como para caminar en alguna dirección y no vagar en pos de cualquier sorpresa. Claro que contemplamos la posibilidad de modificar el rumbo. A veces uno se encuentra con cosas que no estaban en la cartografía. Y también hay otros escritores que no se aventuran sin brújula, seguimiento satelital, informes meterológicos y demás, como era el caso de Lovecraft y sus rigurosos esquemas previos a la escritura.

Pero más allá del mapa pueden surgir obstáculos en la expedición. La realidad suele tergiversar los planes, y la gama de complicaciones resulta inacabable. El terreno se vuelve imposible de tan duro y agreste; además de lobos enloquecidos de hambre hay demonios (los propios) rondando en las inmediaciones; entre los árboles resuena el eco de duendes insidiosos: la duda, la repentina falta de confianza. Hay pantanos gramaticales debajo de planicies de hielo quebradizo.

A veces se dan separados, pero otras arrecian como jauría y uno termina sentándose al costado del camino, cansado, las manos en la cara. Resopla, mira al cielo y hay nubes espesas. Ni un mísero rayito, ni una sola estrella fugitiva.

En ese momento, cuando la desesperanza me parece un mundo y tiene sabor a vinagre, la boca llena de sangre, es cuando aparece ella. Es sutil. Un relámpago, los saltos de un conejo, algún fulgor de luciérnaga bailando en la penumbra, el trino inexplicable y conmovedor de un pájaro, el susurro cristalino del deshielo corriendo río abajo. Sus modos son subrepticios, sí, pero siempre se las arregla para aparecer cuando estoy ahí a la vera, derrumbado, rozando la derrota. En la quietud profunda de ese universo chispea su señal, y un hálito suave y luminoso me hace revivir. Es la esperanza palpitante de reencontrar el rumbo correcto, el que nos sacará vivos de ese lugar y con las alforjas llenas del tesoro que fuimos a buscar. Es la conciencia de que ella siempre estuvo ahí, oculta pero cercana. De que siempre estará cerca. Pase lo que pase.

No he pensado mucho en el mecanismo. ¿Lo tiene el accionar de un ángel de la guarda? Supongo que sí, pero el misterio le queda bien. Sólo tengo una certeza al respecto: todo se resume en una sola palabra. La misma de la definición difícil, el incendio en los ojos. Una voz, la suya, que es melodía. Un nombre, el suyo, que es latido, calor, luz, invocación.

Es la primera vez que repito una imagen para ilustrar una entrada. ¿Por qué? Bueno, ella lo sabe y yo también. Por todo lo demás...el misterio le queda bien.



Y ya que hablamos de poetas, dejo un poema de Paul Éluard. Es un lindo regalo para hacer hoy, ¿verdad?:

Te amo por todas las mujeres que no he conocido.
Te amo por todos los tiempos que no he vivido.
Por el olor del mar inmenso y el olor del pan caliente.
Por la nieve que se funde por las primeras flores.
Por los animales puros que el hombre no persigue.
Te amo por amar.
Te amo por todas las mujeres que no amo.

Quién me refleja sino tú misma me veo tan poco
sin ti no veo más que una planicie desierta.
Entre antes y ahora
están todas estas muertes que he sorteado sobre paja.
No he podido atravesar el muro de mi espejo.
Tuve que aprender la vida como se olvida
palabra por palabra

Te amo por tu sabiduría que no me pertenece.
Te amo contra todo lo que no es más que ilusión.
Por el corazón inmortal que no poseo
crees ser la duda y no eres sino razón.
Eres el sol que me sube a la cabeza
cuando estoy seguro de mí.

miércoles, 11 de febrero de 2009

El sonido y la furia


Esta vez no se trata de Faulkner. Hoy quería hablarte sobre un par de libros. Claro que no será una disección quirúrgica y experta. Después de todo, soy apenas un simple leedor que sólo sabe guiarse por las constelaciones del placer lúdico. Esto es, el consabido "me gusta/no me gusta". Como si habláramos de helados.

Bien, son dos libros y un autor: Cormac McCarthy. Fue un poco extraño que lo leyera, considerando mi inexplicable preferencia por autores muertos. Quizás sea cierta sensación de certeza, de inalterabilidad, de visión panorámica sobre una obra cristalizada que más que obra es un legado. Empecé a desviarme por el ramaje, sí.

El primero de ellos es "Todos los hermosos caballos", ganador del National Book Award norteamericano. En la posguerra de la Segunda Mundial dos jovencitos tejanos escapan a caballo hacia México, una tierra reseca y desgarrada, una tierra dura donde la violencia empieza en el sol y la única forma de supervivencia es el mismo endurecimiento. Pero también un país con orgullo, con solemnidad y devoción por la Cruz, cuna de héroes trágicos y sangrantes como su historia.

El otro, "No es país para viejos", base para una película reciente ("Sin lugar para los débiles", ganadora de varios premios Oscar). Éste no lo terminé todavía, por lo que no digo nada más.

En ambos queda en claro por qué McCarthy es considerado uno de los mejores escritores norteamericanos de la actualidad. Su estilo es eléctrico y punzante, con una potencia que a veces sabe ser devastadora; la prosa es muy visual además de magnética. Entre ambos libros hay algunas diferencias estilísticas: en "Todos los hermosos caballos" relucen unas cuantas metáforas que poéticamente son impactantes, recursos de los que prescinde en "No es país para viejos", quizás por la naturaleza salvaje de la trama.

Común a ambos es la forma en que logra sumergir al lector en los espacios donde transcurren las historias, prácticamente a metros de los protagonistas. Deja la sensación de que su máquina de escribir domina todos los secretos de la magia y la fusión del átomo.

Sea como sea, ambos demasiado recomendables (especialmente "Todos los hermosos caballos").

Y para marcar el contraste, hoy también te traje un cuento de Marcel Schwob. Ya habíamos compartido algún texto de este escritor francés del siglo XIX. Recordarás los cristales que dejó su pluma al resbalar por el papel, partitura para aquella "música que hacen las palabras" de la que habló Capote y que tan bien ejecutó este verdadero Poeta. Para leer el cuento, click acá o en el nombre del autor.

lunes, 9 de febrero de 2009

Tres al hilo


Bella,
como en la piedra fresca
del manantial, el agua
abre un ancho relámpago de espuma,
así es la sonrisa en tu rostro,
bella.

Bella,
de finas manos y delgados pies
como un caballito de plata,
andando, flor del mundo,
así te veo,
bella.

Bella
con un nido de cobre enmarañado
en tu cabeza, un nido
color de miel sombría
donde mi corazón arde y reposa,
bella.

Bella,
no te caben los ojos en la cara,
no te caben los ojos en la tierra.
Hay países, hay ríos,
en tus ojos,
mi patria está en tus ojos,
yo camino por ellos,
ellos dan luz al mundo
por donde yo camino,
bella.

Bella,
tus senos son como dos panes hechos
de tierra cereal y luna de oro,
bella.

Bella,
tu cintura
la hizo mi brazo como un río cuando
pasó mil años por tu dulce cuerpo,
bella.

Bella,
No hay nada como tus caderas,
tal vez la tierra tiene
en algún sitio oculto
la curva y el aroma de tu cuerpo,
tal vez en algún sitio,
bella.

Bella, mi bella,
tu voz, tu piel, tus uñas,
bella, mi bella,
tu ser, tu luz, tu sombra,
bella,
todo eso es mío, bella,
todo eso es mío, mía,
cuando andas o reposas,
cuando cantas o duermes,
cuando sufres o sueñas,
siempre,
cuando estás cerca o lejos,
siempre,
eres mía, mi bella,
siempre.

(Pablo Neruda)

lunes, 2 de febrero de 2009

En la línea de fuego


Vertical. Implacable. Nada escapa a la ferocidad actual del sol. Pero mientras nos aplasta y amenaza con derretir, las cosas empiezan a despabilarse.

Reactivación, esa es la palabra. Paso lista:

Los borradores de mi segundo libro ya están listos. En casi todos los casos es la primera versión, claro. Pero es alentador tener las piedras en la bolsa, prestas para el pulido brutal que las espera. Incluso tengo el título y una idea para la tapa.

El Círculo de Escritores del Comahue retoma su actividad este próximo sábado. La reunión será en la casa de Héctor Delmas, lugar provisorio hasta que se reinicien las gestiones ante la municipalidad por un espacio físico. Hay una lista considerable de temas para tratar y empezar a definir. Este promete ser un año venturoso y fértil para la agrupación.

Estoy preparando dos nuevas secciones para el Jardín. Una será informativa sobre "Estrellas Blancas", además de posibilitar su adquisición, y estará lista en el plazo inmediato. ¿La otra? Misteriosa de momento, porque me entusiasma el proyecto pero todavía es un embrión, aunque confieso que la gestación avanza rápido. Muy pronto vas a tener noticias suyas.