jueves, 28 de mayo de 2009

La luna y la fogata


Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
-esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo-. Tus ojos
serán una vana palabra,
un grito acallado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola sobre ti misma te inclinas
en el espejo. Oh querida esperanza,
también ese día sabremos nosotros
que eres la vida y eres la nada.
Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como abandonar un vicio,
como contemplar en el espejo
el resurgir de un rostro muerto,
como escuchar unos labios cerrados.
Mudos, descenderemos en el remolino.

(Cesare Pavese)

lunes, 25 de mayo de 2009

Enigma


Sofisticada, intrigante. Tenés razón: "enigma" es una palabra poderosa, incluso musical.

Hace un rato pensaba qué colgar acá, como para sacarle un poco de maleza al Jardín, y en esa cavilación árida me topé con un recuerdo. Hoy vi la propaganda de una película ambientada en la Segunda Guerra, que gira alrededor de un submarino de la Kriegsmarine nazi. Entonces se me vino a la mente aquello del código "Enigma", ese sistema críptico y en principio indescifrable que servía para comunicar a los U-boote con sus comandos operacionales en tierra. Y vaya si es misteriosa (enigmática, sí) la asociación de ideas que de eso salté a un recuerdito mío.

La vida del escribiente tiene historias mínimas, anécdotas de esas que despiertan alguna que otra sonrisa. No todo es trabajo arduo y solitario, aunque definitivamente lo parezca (y casi lo sea).

Hace unos años, dos si mal no recuerdo, trabajaron "Estrellas..." en un colegio cipoleño. Como suele pasar en esos momentos, el aviso se hace sobre la marcha y uno debe salir con urgencia de bombero a satisfacer una demanda tan general como increíble por el libro de uno, tan desacostumbrados estamos a que se "agoten". Esa vez no fue la excepción.

Me llamó la profesora de literatura correspondiente a esos cursos. Tras un coloquio amable, quedamos en que las transacciones de los libros serían efectuadas en un comercio del ramo. Como nunca había puesto un pie dentro del mencionado, al que sólo conocía vidriera mediante y también de mentas, establecí un primer contacto telefónico como para tantear el terreno. Días despues y sin previo aviso me apersoné en el lugar. Un local chico, incrustado dentro de una galería, pero agradable como toda librería que se precie. Cualquiera sabe que el escritor, consumado o bien pichón, emana cierta "aura". Y no hay nada que disuelva tanto el misticismo como ver a un escritor "manoseando dinero", como diría Soriano. En la charla telefónica habíamos convenido que en el encuentro íbamos a negociar porcentajes, por lo que se imponía discreción. Lo tenía más que claro.

Algo debí intuir al llegar. Un par de personas revoloteaban dentro. Nada grave, tan sólo esperar un poco. Total, no me apuraba nadie y tampoco es cuestión de andar desperdiciando misticismo, bien de por sí escaso en estos tiempos de reality show. Pero hete aquí que las personas empezaron a multiplicarse dentro del localcito. Ya no eran dos, ni tres, eran cuatro y enseguida seis. De repente no había posibilidad de moverse sin decir "perdón" y pisar a alguien. El reloj era desgano puro, ya había ojeado tres cuartos de librería y la gente se empeñaba en obedecer el mandato bíblico de "multiplicáos". En el interín, dos o tres de los tantos consumidores pidieron:

- Estrellas Blancas - así, sin saludar ni mucho menos mencionar el impronunciable apellido.

- Todavía no vino el autor a dejarme los libros - contestaba infaliblemente el librero. El autor, vale la pena aclararlo, estaba a un metro de distancia y escondía su sonrisita. La literatura me ha deparado muchas aventuras y curiosidades, pero hasta ese momento nunca una situación como esa misma.

En fin, la cuestión es que una hora después, sobre el filo del cierre, el panorama quedó despejado y me arrimé a pagar un libro, encontrado mientras jugaba al cliente anónimo (libro que casualmente concluí hoy: se llama "Cómo corregir sin ofender" y versa sobre el oficio del corrector). Pagué el precio de oferta y recién ahí, en ese momento, mostré todas las cartas.

La sorpresa del tipo fue inocultable. También efusiva, y no faltaron ni el afecto ni la cordialidad que invaden a cualquier librero cuando paladea una venta segura, como en este caso ante el requerimiento de un colegio. Tampoco su sorpresa ante el "autor" que de golpe adquiría un rostro. Supongo que no debo tener mucho aspecto de "escritor". Pero fue en ese instante cuando el buen hombre, todavía sorprendido, acuñó la frase inmortal:

- ¡Sos un enigma!

Tremendo.

lunes, 18 de mayo de 2009

Otoño con una esquina rota


Nos fascina la muerte. No sé si en otros países será, pero acá sí. Y cómo. Es un coctel raro y burbujeante, digno del caldero de una bruja. Hay morbo; santuarios pseudopaganos al costado de la ruta; beatificación del difunto, a partir de ahora puro e intachable. Los botones de muestra proliferan. El último, un ex presidente que fue héroe al comienzo de su mandato y se tuvo que ir antes de terminarlo. Mejor dicho, "lo fueron", como se dice coloquialmente. Las llamaradas de la economía, una secta de comandos con boina ladeada y oficiales mesiánicos, otra de secretarios generales con reglamentaria campera de cuero y los brazos anchos cruzados. Más acá en el tiempo, el olvido de extraños y un cortés pero inflexible aislamiento de los propios. Ahora, otra vez prócer, su gloria renacida como un Fénix furioso, lagrimeantes esos mismos propios y extraños. Caras inexplicables junto al féretro. Miradas torcidas y todavía más inexplicables ahí, en ese lugar, en ese momento.

Mejor pasemos a lo que nos compete. Ayer murió Benedetti. No voy a decir que lo leí, porque no es cierto. Siempre me causó algo de desconfianza. Obviamente, no es ni por asomo una crítica, ni siquiera el más pequeño atisbo. No puede ser más que un prejuicio. Pero al mismo tiempo su nombre me inspira desde siempre una cierta y silenciosa calidez. Hay dos anécdotas suyas que nunca olvidé: una, que de chico jugaba al arco y de grande escribió un cuento que supo reflejar la tragedia del puesto; la otra, que fue testimonio del poder curativo y milagroso de la literatura, pulmón luego de que muriera su esposa, su amor y compañera durante seis décadas.

Por esas dos pequeñas razones, hoy un cuento de uno de los tantos autores que nunca leí... bueno, hasta recién, porque este cuentico sí. ¿Te digo la verdad? Pinta bien.

jueves, 14 de mayo de 2009

Las novedades del frente


Ya deglutido el trago amargo que insinué al comenzar la entrada anterior nos volvemos a encontrar. Ciertamente que este tipo de páginas nació para reflejar las vivencias de su creador, una suerte de "bitácora" personal. Y si bien es cierto y evidente que no suelo honrar ese propósito en este, mi Jardín, también lo es que no viene mal hacerlo de tanto en tanto.

Es curioso que en tiempos de trajín intenso el afán literario se vuelve pretencioso y demandante. Es cuando el mundo cuadrado y "real" no te da respiro que la creatividad burbujea y funciona a pleno rendimiento. Tal vez sea otro capricho de la literatura, femenina al fin y por ende ferozmente competitiva. Y no vamos a desairar a una dama, ¿verdad?

La antología del Círculo de Escritores del Comahue marcha a ritmo sostenido y es probable que esté lista en un par de meses. En lo atinente a mí, debo decir que la corrección del segundo libro entró en un breve impasse, a causa de un par de proyectos literarios con próxima fecha de vencimiento. Pero sigo creyendo posible presentar este libro que tanto anhelo en la próxima Feria del Libro de Cipolletti. Creer o reventar, claro que sí.

Ya que estamos hablando de esto, aprovecho para mencionar algo que surgió hace un tiempo. Resulta que sorpresivamente me llegó el correo de una española, cursante de una maestría en la Universidad de Salamanca. El tema tenía que ver con el aspecto editorial, y ella me invitaba a colaborar con el trabajo de su equipo. Consiste en la organización de una editorial ficticia, pie para el armado y edición de un libro que en principio será virtual, pero que de resultar elegido el proyecto pasará al papel. Esa colaboración era nada más ni nada menos que escribir un cuento afín al eje temático del proyecto: la mujer. De los parámetros brindados por Marta (así se llama la señorita) y la sugerencia temática aportada por Melina fue que surgió "Dolores de mujer o la primera vez que me depilé" (los títulos tenían que llevar ese formato doble).
Confieso que me alegró mucho que el cuento haya gustado al equipo. Aprovecho para agradecer a Marta y su gente la deferencia de pensar en mí para aportar un granito al proyecto que llevan adelante. Fue un reto interesante narrar sobre una temática netamente femenina, como es en este caso la depilación, ritual desconocido por mí y tantos otros (exceptuando a los metrosexuales).

Otro motivo de alegría: finalmente hoy, luego de meses de lectura lenta y de a ratos desesperante, pude terminar con "Kim" (de Rudyard Kipling). Si cada tanto te recomiendo un libro, hoy es la excepción. No lo leas. Considerate advertido/a.


sábado, 9 de mayo de 2009

Seis


Qué ingrato el rumiar de textos técnicos (llámese estudiar), mientras en la biblioteca próxima tintinean esmeraldas. Steinbeck, Yourcenar, Hemingway, tantos más que bullen, destellan, constelaciones que se asoman por los huecos de las nubes amenazantes. Y uno abajo, desamparado en la hora de la lluvia fría; y uno al costado, encadenado a la resignación amarga del deber.

Pero hoy es nueve y la fecha me lleva, me arrastra dulcemente, correntada sutil de un arroyito de montaña, marea que cautiva como las sirenas que según el poeta "Ulises amó y temió". Es el número del eclipse, de la magia secreta de los roces, el lazo perfecto de las manos, las miradas que susurran incontenibles y brillantes. De la ofrenda:

Sed de ti me acosa en las noches hambrientas.
Trémula mano roja que hasta su vida se alza.
Ebria de sed, loca sed, sed de selva en sequía.
Sed de metal ardiendo, sed de raíces ávidas......

Por eso eres la sed y lo que ha de saciarla.
Cómo poder no amarte si he de amarte por eso.
Si ésa es la amarra cómo poder cortarla, cómo.
Cómo si hasta mis huesos tienen sed de tus huesos.
Sed de ti, guirnalda atroz y dulce.
Sed de ti que en las noches me muerde como un perro.
Los ojos tienen sed, para qué están tus ojos.

La boca tiene sed, para qué están tus besos.
El alma está incendiada de estas brasas que te aman.
El cuerpo incendio vivo que ha de quemar tu cuerpo.
De sed. Sed infinita. Sed que busca tu sed.
Y en ella se aniquila como el agua en el fuego.

domingo, 3 de mayo de 2009

Profundo azul


"Comencé a escribir ese libro (N. del E.: "The Bluest Eye", algo así como "El ojo más azul") como un cuento corto basado en una conversación que tuve con una amiga cuando era pequeña. Hablábamos sobre la existencia de Dios; ella decía que no existía y yo decía que sí. Ella me explicó por qué no: había rezado cada noche durante dos años para tener ojos azules y no los tuvo, así que Él no existía. Recuerdo que la miré, la imaginé con ojos azules y pensé que sería espantoso que respondieran a esa plegaria. Ella me parecía hermosa. Comencé a escribir sobre la niña que quería los ojos azules y el horror de que se cumpliera ese deseo; también sobre toda la cuestión de la belleza física, y el dolor de ese anhelo de ser otra persona, que pese a ser devastador, formaba parte de todas las mujeres que eran periféricas en las vidas de otros." (Toni Morrison)