lunes, 25 de mayo de 2009

Enigma


Sofisticada, intrigante. Tenés razón: "enigma" es una palabra poderosa, incluso musical.

Hace un rato pensaba qué colgar acá, como para sacarle un poco de maleza al Jardín, y en esa cavilación árida me topé con un recuerdo. Hoy vi la propaganda de una película ambientada en la Segunda Guerra, que gira alrededor de un submarino de la Kriegsmarine nazi. Entonces se me vino a la mente aquello del código "Enigma", ese sistema críptico y en principio indescifrable que servía para comunicar a los U-boote con sus comandos operacionales en tierra. Y vaya si es misteriosa (enigmática, sí) la asociación de ideas que de eso salté a un recuerdito mío.

La vida del escribiente tiene historias mínimas, anécdotas de esas que despiertan alguna que otra sonrisa. No todo es trabajo arduo y solitario, aunque definitivamente lo parezca (y casi lo sea).

Hace unos años, dos si mal no recuerdo, trabajaron "Estrellas..." en un colegio cipoleño. Como suele pasar en esos momentos, el aviso se hace sobre la marcha y uno debe salir con urgencia de bombero a satisfacer una demanda tan general como increíble por el libro de uno, tan desacostumbrados estamos a que se "agoten". Esa vez no fue la excepción.

Me llamó la profesora de literatura correspondiente a esos cursos. Tras un coloquio amable, quedamos en que las transacciones de los libros serían efectuadas en un comercio del ramo. Como nunca había puesto un pie dentro del mencionado, al que sólo conocía vidriera mediante y también de mentas, establecí un primer contacto telefónico como para tantear el terreno. Días despues y sin previo aviso me apersoné en el lugar. Un local chico, incrustado dentro de una galería, pero agradable como toda librería que se precie. Cualquiera sabe que el escritor, consumado o bien pichón, emana cierta "aura". Y no hay nada que disuelva tanto el misticismo como ver a un escritor "manoseando dinero", como diría Soriano. En la charla telefónica habíamos convenido que en el encuentro íbamos a negociar porcentajes, por lo que se imponía discreción. Lo tenía más que claro.

Algo debí intuir al llegar. Un par de personas revoloteaban dentro. Nada grave, tan sólo esperar un poco. Total, no me apuraba nadie y tampoco es cuestión de andar desperdiciando misticismo, bien de por sí escaso en estos tiempos de reality show. Pero hete aquí que las personas empezaron a multiplicarse dentro del localcito. Ya no eran dos, ni tres, eran cuatro y enseguida seis. De repente no había posibilidad de moverse sin decir "perdón" y pisar a alguien. El reloj era desgano puro, ya había ojeado tres cuartos de librería y la gente se empeñaba en obedecer el mandato bíblico de "multiplicáos". En el interín, dos o tres de los tantos consumidores pidieron:

- Estrellas Blancas - así, sin saludar ni mucho menos mencionar el impronunciable apellido.

- Todavía no vino el autor a dejarme los libros - contestaba infaliblemente el librero. El autor, vale la pena aclararlo, estaba a un metro de distancia y escondía su sonrisita. La literatura me ha deparado muchas aventuras y curiosidades, pero hasta ese momento nunca una situación como esa misma.

En fin, la cuestión es que una hora después, sobre el filo del cierre, el panorama quedó despejado y me arrimé a pagar un libro, encontrado mientras jugaba al cliente anónimo (libro que casualmente concluí hoy: se llama "Cómo corregir sin ofender" y versa sobre el oficio del corrector). Pagué el precio de oferta y recién ahí, en ese momento, mostré todas las cartas.

La sorpresa del tipo fue inocultable. También efusiva, y no faltaron ni el afecto ni la cordialidad que invaden a cualquier librero cuando paladea una venta segura, como en este caso ante el requerimiento de un colegio. Tampoco su sorpresa ante el "autor" que de golpe adquiría un rostro. Supongo que no debo tener mucho aspecto de "escritor". Pero fue en ese instante cuando el buen hombre, todavía sorprendido, acuñó la frase inmortal:

- ¡Sos un enigma!

Tremendo.

2 comentarios:

Espinosa Federico dijo...

Hola Matías muy linda anécdota y es cierto lo que decis para mi es un enigma cuando digo que soy (y esto con mucha verguenza) escritor, poeta, jaja ver los ojos de los que se enteran es un enigma, una vez un viejito me dijo el poeta es el enigma que se esconde entre el petálo y la espina de la rosa.

Matías dijo...

eh, chamigo! co te va?

es cierto eso de la verguenza. A la palabra "escritor" me da bastante pudor, prefiero otras mas modestas como ser "escribidor", "escriba", o bien "pichon de escritor" jeje.

y que grande el viejito! tremenda frase