viernes, 28 de septiembre de 2012

Un viejo vicio





"Era un tipo curioso. Escribía en los márgenes de los libros. Por suerte yo nunca le presté uno. ¿Por qué? Porque no me gusta que escriban sobre mis libros. Y hacía algo todavía más chocante que escribir en los márgenes. Probablemente no me lo crean, pero se duchaba con un libro. Lo juro. Leía en la ducha. ¿Que cómo lo sé? Es muy fácil. Casi todos sus libros estaban mojados. Al principio yo pensaba que era por la lluvia, Ulises era un andariego, raras veces tomaba el metro, recorría París de una punta a la otra caminando y cuando llovía se mojaba entero porque no se detenía nunca a esperar que escampara. Así que sus libros, al menos los que él más leía, estaban siempre un poco doblados, como acartonados y yo pensaba que era por la lluvia. Pero un día me fijé que entraba al baño con un libro seco y que al salir el libro estaba mojado. Ese día mi curiosidad fue más fuerte que mi discreción. Me acerqué a él y le arrebaté el libro. No sólo las tapas estaban mojadas, algunas hojas también, y las anotaciones en el margen, con la tinta desleída por el agua, algunas tal vez escritas bajo el agua, y entones le dije por Dios, no me lo puedo creer, ¡lees en la ducha!, ¿te has vuelto loco?, y él dijo que no lo podía evitar, que además sólo leía poesía, no entendí el motivo por el que él precisaba que sólo leía poesía, no lo entendí en aquel momento, ahora sí lo entiendo, quería decir que sólo leía una o dos o tres páginas, no un libro entero, y entonces yo me puse a reír, me tiré en el sofá y me retorcí de risa, y él también se puso a reír, nos reímos los dos, durante mucho rato, ya no recuerdo cuánto".

(de Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño)

jueves, 20 de septiembre de 2012

Lejano Oriente




"La esvástica es una perfecta muestra de lo que pasa cuando los occidentales importan elementos orientales. Fijate que les dimos la esvástica y qué nos devolvieron, el nazismo. Y así con todo: les dimos la pólvora y nos devolvieron la guerra, les dimos el papel y nos devolvieron la deforestación del Amazonas, les dimos la pintura fosforescente y nos devolvieron el graffiti, les dimos el paraguas y nos devolvieron la lluvia ácida, les dimos los naipes y nos devolvieron la escoba del quince, les dimos la seda y nos devolvieron la arpillera, les dimos la tinta y nos devolvieron las mujeres teñidas, les dimos la porcelana y nos devolvieron el plástico, les dimos la brújula y nos devolvieron un mundo sin rumbo."

(de Un chino en bicicleta, de Ariel Magnus)

jueves, 13 de septiembre de 2012

Volvió una noche




Y no lo esperaban, parafraseando al tango. Evidentemente hubo un paréntesis, estepario, de arena hostil que se arrellana en los tajos implícitos. Pero, siempre, cada vez, la sorpresa de un respiradero eventual, la punzada blanca de un charco donde relampaguean la tarde, la luna hecha pedazos. Versos, párrafos, corales donde sangrar alegremente, la sonrisa mojada contra el sol: 

"Y ellos continuaban avanzando, sin saber, atravesando el vino de la primera misa, la lucha por el pan de cada día, la ignorancia y la necedad.
Avanzaban, alegres, distraídos, pocas veces dudando; tan inocentes, relajados o tiesos, hacia el hoyo final y la última palabra. Tan seguros, comunes, callados, recitadores, imbéciles.
El hoyo los había estado esperando sin verdadera esperanza ni interés. Ellos caminaban divertidos; unos se apoyaban en otros; algunos seguían solitarios y sonrientes, hablando a solas y en voz baja. En general, discutían planes y hablaban del futuro de sus hijos y de las pequeñas y grandes revoluciones que sostenían en libros clavados en las axilas. Alguno movía los brazos mientras divagaban sobre recuerdos de amantes y flores mustias que llevaban el mismo nombre."

(fragmento de Dejemos hablar al viento, de J.C. Onetti)