...es el título, perfumado de resignación y cierta nostalgia, del último libro de Juan Carlos Onetti.
Alguna vez anticipé la intención de referirme a mis preferencias literarias, y hoy es un buen momento para un paneo sobre un rinconcito de ellas.
Hace bastante tiempo escuché hablar de Onetti por primera vez. No tuve acceso a su obra hasta hace algunos días, pero aquellas reverenciales referencias al escritor uruguayo despertaron mi curiosidad. Se decía que Onetti no reescribía, que sus obras eran la primera versión; también, que al momento de su muerte, en 1994, encontraron entre sus pertenencias la foto de un arquero que se desentendía del partido para leer "El Pozo", su primera novela. Finalmente, unas certeras palabras de Angel Cappa, director técnico y profesor de filosofía, por entonces ayudante de Valdano al frente de aquel Tenerife de los milagros: "Una vez le dijeron "maestro" a Onetti, y él dijo que no, que no era un maestro porque nunca le había dado clase a nadie. Ahí se vio que era un verdadero maestro".
La espera fue de años pero, a la luz de los resultados, valió la pena absolutamente. Algunos días atrás pude leer un par de cuentos suyos, y con eso le bastó para instalarse entre mis preferidos. Me gusta sobremanera su tono narrativo, los vahos de melancolía que emana. Su sobria firmeza estilística, y una solvencia técnica que le permite hilvanar gemas como este cuento, donde se pasea con suficiencia infalible entre pasado y presente de los personajes.
Quisiera compartir con vos uno de esos cuentos. Para ello, tenés que clickear acá.
Estuve un poco colgado últimamente, retozando en la abulia y otras sensaciones parecidas. Espero que no se repita jejeje.
¡Hasta pronto!
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