viernes, 16 de mayo de 2008

Sueños de Arcoiris


Supongo que es hora de concluir la historia que iniciamos dos posteos más abajo (para machetearte, click acá).

El momento es propicio. Después de todo es viernes, y los reflejos dorados y rojizos del otoño relucen melancólicos bajo el cielo gris. Será que pocas cosas me resultan más acogedoras que un día otoñal y nublado. Ignoro la razón, aunque sé que siempre funcionó así.
Aprovechando dichas circunstancias, hoy dediqué algunos minutos a la introspección en aquel parque. Creo que ahí nació este encuentro. Dan fé el arcoiris que vi dormir apacible en el regazo de esos árboles y el dulce arrullo de las palabras, jinetes de cada hoja que resbala hacia el suelo.


Pero vamos a lo nuestro. Los papiros encontrados en las ruinas del viejo Jardín cuentan que aquella historia concluía de esta manera:

" "El vampiro" no fue otra cosa que el grito de hastío y desesperación de su autor. El estertor eléctrico de la asfixia inminente. La explosión de un hombre exasperado que, alimentado por un rencor que lo quemaba y vampirizado por su mentor, fraguó su mejor obra como si de una espada vengadora se tratara. Fue la cumbre creativa del médico angloitaliano, y por sus laderas se desbarrancó. Alguien cometió un error fatal y la autoría del cuento, de un éxito formidable en su tiempo, fue adjudicada a Lord Byron.

Comenzó entonces el derrumbe final de John William Polidori. Abandonó Inglaterra, ya privado de su último y mejor boleto para el bronce literario. Había sido despedido por Byron, tras lo cual se encaminó hacia Milán, quizás buscando en la distancia un exorcismo. En la ciudad del norte italiano protagonizó una disputa con un oficial austríaco, fue arrestado y al poco tiempo expulsado. Quiso también ingresar en el monasterio de Ampleforth, pero el prior amparó su rechazo en los vínculos literarios y la propia conducta del malogrado galeno.

A partir de ahí, apremiado por la desesperación y el tren que se le escapaba, publicó algunas obras ambiciosas. Nadie le prestó atención. La sangría terminó el 27 de agosto de 1821, cuando un agobiado Polidori se suicidó ingiriendo ácido prúsico. Parafraseando a Borges, una suerte de "vinculación mágica" quiso que el inventor de dicha sustancia fuera el alquimista Konrad Dippel, el modelo del Doctor Víctor Frankenstein que pergeñó Mary Shelley.

Valen las palabras de Santiago Roncagliolo como corolario: "La triste historia de John William Polidori resume el destino común de los vampiros y los escritores: arrebatar la vida ajena para sobrevivir, ser incapaces de distinguir lo que está vivo de lo que no, y sobre todo, tener la necesidad de destruir lo que aman y amar lo que destruyen, como a Byron, a las mujeres de pálidos cuellos o a la realidad".

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