sábado, 31 de mayo de 2008

Viernes de Ceniza


El de ayer. No, como podrás suponer no es Semana Santa; y al contrario de lo que podés suponer, mucho menos hubo sustancias que induzcan un error de tiempo así de garrafal.

Fue cuando murió un sueño. Igual que las estrellas, brilló más que nunca para enseguida dormirse en la oscuridad, suavemente, con esa sonrisa triste que siempre aparece cuando el final está cerca.
Se me durmió en los brazos y no hubo palabra, lágrima o beso que pudiera detenerla. Cayeron sus párpados, hojas de otoño que perpetuaron la noche gélida, fría como esos espejos de agua donde flotan los pedazos de la luna.

Ya es tarde. Desde la lejanía nevada de esas sombras me llegará su voz, ya un susurro dulce que se apaga como una canción de cuna. Más cerca, en aquel banco y detrás de ese árbol que guardó nuestros secretos, cantan las sirenas.

Luminosas. Cristalinas. Venenosas.
Perfectas.

Como nuestras memorias.

No hay comentarios.: