Ciertamente, existen varias semejanzas entre ambos. Una infancia oprimida por la rigidez parental, en este caso de su madre; un padre que desapareció cuando el autor sólo tenía siete años. Sí, casi a la misma edad en que Baudelaire recibía como martillazo la muerte de su padre, el de Rimbaud, un militar condecorado con la Legión de Honor por sus proezas en la Argelia donde tambien brillara el comandante Aupick, abandonaba para siempre a su familia en pos de más aventuras bélicas.
Ya de chico, Rimbaud apeló a la rebeldía para resistir la durísima intransigencia educativa de su madre, por lo que casi continuamente se escapaba para respirar un poco de libertad. De todos modos, siempre terminaba regresando a la casa familiar en Charleville, ciudad del noroeste francés donde había nacido en 1854, tres años antes de la edición de "Las Flores del Mal".
A pesar de su carácter ingobernable, Rimbaud descollaba en sus estudios, especialmente en la parte de lengua y literatura. Por entonces ya era un jovencito que arrasaba con todos los premios de redacción y de composición poética que se le cruzaban por delante. Nadie osaba dudar que ese muchachito flacucho tenía un talento descomunal. Sus profesores, deslumbrados por la fenomenal pluma que tenían ante sí, se deshacían en elogios. Uno de ellos, Desdouets, le dedicó palabras premonitorias: "Nada banal germina dentro de esta cabeza: será un genio del Mal o un genio del Bien".
Otro docente, Georges Izambard, jugaría un papel decisivo. Este veinteañero profesor de retórica asumió el desafío de encauzar su tremendo potencial y entonces, bajo su batuta, Rimbaud no tardó en alcanzar la maestría técnica en sus versos. Ya ordenado Poeta, genio literario con apenas quince años de edad, aun quedaba definir el resto de la profecía de Desdouets. Y como casi todo en la vida de Rimbaud, las respuestas se abalanzaron vertiginosamente .
Francia hervía al ritmo de las turbulencias políticas. En París se desarrollaba el experimento de "la Comuna" y Rimbaud estaba ahí, caminando las callecitas tumultuosas para rescatar lo que luego volcó en los versos de "La orgía parisina o París se repuebla". Pero también escribió otro poema, "El corazón torturado", espejo roto que traslució los horrores del abuso al que fue sometido por una patota de soldados comuneros.
A partir de ahí, su comportamiento se desbarrancó. Vagaba por las calles borracho, cubierto de harapos y con el pelo hirsuto; mientras que varios "Muera Dios" en iglesias y capillas salieron de su mano.
Al rescate acudió una figura de la poesía francesa de entonces. Se trataba de Paul Verlaine, el mismo a quien varios años antes un recluido Baudelaire le había anticipado la consagración. Verlaine había leido "El barco ebrio" y ahí mismo supo que estaba ante un prodigio de las letras. Enseguida le remitió una invitación para conocerlo, y Rimbaud terminó instalándose en la casa donde vivían Verlaine, su esposa y el hijo de ambos.
Comenzaría entonces un episodio crucial y salvaje en la vida de los dos escritores. Verlaine y Rimbaud se hicieron amantes y adoptaron una existencia de vagabundos, al arrullo de todo tipo de excesos narcóticos, acrecentando sus producciónes poéticas y el horror en los refinados círculos culturales parisinos. Arrastrado por la pasión, Verlaine abandonó a su familia para irse con Rimbaud a Londres. Sin embargo, no faltaría mucho para el punto final.
Otra vez fue la violencia que las drogas arrancaban a Verlaine, la misma que antaño se traducía en tremendas palizas a su pequeño hijo. Ahora estaban en Bruselas cuando, tras una asperísima discusión, Verlaine sacó un arma y le disparó a Rimbaud. Si bien lo hirió en la muñeca, Rimbaud quedó aterrado y lo denunció. Comenzó así a un implacable proceso judicial que, obviando el desistimiento que Rimbaud hizo de su acusación, atendió más que nada a las pruebas aportadas por la ex esposa del acusado para condenarlo a dos años de prisión.
Las tormentas de esa relación terminaron conformando "Una temporada en el Infierno", obra con la que Rimbaud incursionó en prosa con aclamaciones y aplausos. Con este libro dio impulso decisivo al simbolismo moderno, movimiento místico del que Baudelaire fuera profeta.
No contento con eso, Rimbaud siguió abriendo caminos y así fue como inauguró el verso libre francés con las"Iluminaciones", volúmen publicado en 1874 que se convirtió en su obra más conocida.
Puede decirse que en ese momento estaba en la cima.
Pero Rimbaud decidió renegar de los laureles y de su pluma avasallante. Para 1875, cuando se reencontró por última vez con Verlaine, había abjurado definitivamente de la literatura para abocarse a una vida más "normal".
Se consagró entonces al trabajo; viajó por Europa, Asia y la península arábiga para terminar en territorios de la actual Etiopía, donde se dedicó exitosamente al tráfico de armas hasta que una grave infección en su rodilla le impuso el regreso a su país natal. Recién llegado a Marsella, con un cuadro muy desmejorado, los médicos le amputaron la pierna en un intento desesperado por salvarlo. Pero tras varios meses de convalescencia, Rimbaud murió. Tenía 37 años.
Como dato de color, puede acotarse que existe una película que refleja la relación entre Rimbaud y Verlaine. Data de 1995 y su título original es "Total Eclipse" (traducido como "Vidas al límite", para agregar otro desopilante botón a la legión de traducciones bufonescas que alguien, me gustaría saber quien, hace con los nombres de las películas), con las actuaciones de Leonardo Di Caprio y David Thewlis como Rimbaud y Verlaine respectivamente.
Continuando con los detalles: más allá de que el rótulo "poeta maldito" tenga relación directa con lo controversial que los poemas de un autor resultaron para sus contemporáneos, lo cierto es que Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé y otros más empezaron a ser llamados así luego de que sus mejores poesías fueran compiladas por el mismo Paul Verlaine en una antología que se llamó, justamente, "Los Poetas Malditos".
Yendo a la obra de quien ha tenido una vasta influencia en poetas y músicos de todas las épocas (por ejemplo, Kurt Cobain), hoy compartiremos su poema "El barco ebrio", al que podés acceder haciendo click acá.
En unos días más, Dios mediante, volvemos a encontrarnos.
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