jueves, 17 de enero de 2008

Flores de la Noche



A tono con la nueva tipografía del título, hoy vamos a pasear por la obra de uno de los más excelsos escritores que ha dado Japón: Ryunosuke Akutagawa.
El autor de "Flores de la Noche" nació en 1892, en Tokio, y desde su más inocente infancia ofrendó todo su ser en el altar de las palabras. Empezó a desarrollar su narrativa a los diez años de edad, al tiempo que se fagocitaba bibliotecas enteras. Con pasión y voracidad leyó tanto a los escritores japoneses más reputados de su tiempo como a las glorias europeas y los héroes de habla inglesa.
En el ámbito académico descolló desde jovencito y en 1916, tras una carrera meteórica, se hizo con un título en literatura inglesa de la Universidad Imperial de Tokio. Para entonces ya había publicado traducciones de Keats y de su admirado Anatole France, además de algunas obras suyas. Una de ellas, "Rashomon", sería luego de fundamental importancia para la trascendencia de su autor.


Una vez graduado, no tardó en insertarse plenamente en el medio literario de Japón, gracias a un ex profesor suyo y también escritor, Natsume Soseki. Consciente del dominio pleno y refinado de las técnicas narrativas de su otrora alumno, generosamente le brindó el apoyo y los medios que su propia popularidad le permitían para así allanarle el camino hacia el reconocimiento, ese que Akutagawa ya merecía con creces y que no tardó en llegarle.


Al mismo tiempo, el diario Mainichi Shimbun le ofreció trabajo y luego de algunos años lo envió a China y Corea. Sin saberlo, Ryunosuke abandonaba Japón por primera vez para empezar a encontrar su propio final. Porque fue en el continente donde su vida, exitosa a la luz de su imparable ascenso literario, comenzaría a crujir.
Algunos problemas de salud abrieron grietas por donde afloraron los miedos enterrados. Nada menos que el pavor que había germinado pacientemente dentro suyo por la locura que perdió definitivamente a su madre cuando él tenía tan sólo nueve meses; alimentado primero por su propia consciencia de lo sucedido y después por la insistencia enfermiza de la tía que lo crió, insistencia que terminó obsesionándolo hasta convencerlo de que, tarde o temprano, terminaría él también con la mente destruida.

Azuzado por los fantasmas, Akutagawa puso aún más énfasis en su producción literaria. Enhebró así una brillante sucesión de obras: mayormente cuentos, una novela, algunas poesías y haikus.


En 1926 sus nervios se derrumbaron estrepitosamente. La permanencia de las secuelas, y especialmente las heridas psicológicas que Akutagawa creía detectar luego del colapso nervioso, lo hicieron desbarrancar definitivamente. Cayó cuesta abajo en la rodada hasta que en 1917, cuatro meses después de su cumpleaños treinta y cinco, Ryunosuke Akutagawa se suicidó con una sobredosis de pastillas.



Pienso que en Akutagawa se hicieron carne tanto la mejor como la peor de las tradiciones japonesas. Por un lado está su maestría artística, a la altura de lo mejor de la cultura oriental; ello gracias a su depuradísima técnica literaria, rebosante de recursos que supo administrar y manipular con muy afilada precisión. Por el otro, está esa fascinación tan japonesa por el suicidio, seguramente nacida en el deslumbramiento que el Bushido (código de honor de los samurai; imponía el suicidio por desventramiento con espada o cuchillo, sepukku, para afrontar el deshonor y la derrota) causó en la sociedad nipona durante centurias. De hecho, Akutagawa hace una alusión indirecta al tema del orgullo en su última nota, cuando refiere que siente la desaparición de la energía o "impulso vital" en su propio cuerpo ("...como lo demuestra el hecho de que he perdido el apetito por la comida y las mujeres"); consideró a esto, nada más y nada menos, como la pérdida del dominio de sí mismo.


El cuento de hoy se llama "En el bosque", y tiene características novedosas. En primer orden, se trata de un policial, lo que es raro considerando la muy escasa tradición en el género que tiene la literatura japonesa (a contramano de ingleses, franceses y norteamericanos). Luego, podemos citar la muy particular estructura narrativa que presenta... Mejor no digo nada mas, comprobalo por vos mismo haciendo click acá.

Como anécdota final, podemos decir que tanto este cuento como el ya mencionado "Rashomon", sirvieron de argumento para la película con la que el mítico Akira Kurosawa ganó el Festival de Cine de Venecia en 1951.



¡Hasta la próxima!

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