lunes, 12 de enero de 2009

Ver para leer


"Creo que uno sólo puede enseñar el amor de algo. Yo he enseñado, no literatura inglesa, sino el amor a esa literatura. O mejor dicho, ya que la literatura es virtualmente infinita, el amor a ciertos libros, a ciertas páginas, quizás de ciertos versos. Yo dicté esa cátedra durante veinte años en la Facultad de Filosofía y Letras. Disponía de cincuenta a cuarenta alumnos, y cuatro meses. Lo menos importante eran las fechas y los nombres propios, pero logré enseñarles el amor de algunos autores y de algunos libros. Y hay autores, bueno, de los cuales yo soy indigno, entonces no hablo de ellos. Es decir, lo que hace un profesor es buscar amigos para los estudiantes. El hecho de que sean contemporáneos, de que hayan muerto hace siglos, de que pertenezcan a tal o cual región, eso es lo de menos. Lo importante es revelar belleza y sólo se puede revelar belleza que uno ha sentido." Palabras de Borges a una revista mexicana, también solapa de un libro curioso que estoy leyendo. Verdad que ya era hora. Hace años que lo tengo, luego de encontrarlo en un supermercado (sí, vaya lugar para los libros, para buscarlos, algo así como escarbar en arenales duros de sol en pos de agua). Al poco tiempo empecé a leerlo, pero a la mitad abandoné inexplicablemente.

Este libro contiene las transcripciones de clases que dio Borges en la UBA, año 1966, en su cátedra de Literatura Inglesa y Norteamericana (él daba la primera y su adjunto la última). Varios años antes había ganado el cargo por concurso, aun cuando nunca obtuvo título universitario, imponiéndose a otros candidatos de sobrados méritos académicos que "habían enviado informes de sus traducciones, artículos, conferencias y demás logros. Yo me limité a la siguiente declaración: ´Sin darme cuenta me estuve preparando para este puesto toda mi vida`. Esa sencilla propuesta surtió efecto. Me contrataron y pasé doce años felices en la Universidad". Claro que, además de esa "sencilla propuesta", estaban sus pergaminos de escritor, ya imponentes por entonces y obviados por él verbigracia su modestia. Desde luego contó su proverbial erudición; también su memoria, su única e increíble aliada considerando que estaba ciego desde 1955.

Todo esto fue para preludiar unos poemas suyos. Me da la impresión de que la poesía de Borges ha quedado un tanto rezagada en las consideraciones, por debajo de su narrativa monumental, pero sin duda que en ella también fue un maestro consumado.




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