martes, 14 de diciembre de 2010

La lección del Maestro



"Ni abogado, ni periodista, ni maestro: lo único que me importaba era escribir y tenía la certidumbre de que si intentaba dedicarme a otra cosa sería siempre un infeliz. Que nadie deduzca de esto que la literatura garantiza la felicidad: trato de decir que quien renuncia a su vocación por "razones prácticas", comete la más impráctica idiotez. Además de la ración normal de desdicha que le corresponda en la vida como ser humano, tendrá la suplementaria de la mala conciencia y la duda. Así, hacia finales de 1958, en una pensión de la calle del Doctor Castelo, no lejos del Retiro, quedó perpetrado el acto de locura: "Voy a tratar de ser un escritor". Todo lo que había escrito hasta entonces: una obrita de teatro, un puñado de poemas, algunos cuentos, copiosos artículos, era muy malo. Decidí que la razón de esa mediocridad eran mi indecisión y cobardía anteriores, no haber asumido la literatura como lo primordial. Había terminado un libro de cuentos, que encontró un editor en Barcelona (misteriosamente, esta ciudad sería la cuna de la publicación de todos mis libros), y el resultado era más bien deprimente. Los había escrito casi todos en Lima, en los resquicios de tiempo libre que me dejaban múltiples y fastidiosos trabajos alimenticios.


Justifiqué así ese fracaso, solo se podía ser escritor si uno organizaba su vida en función de la literatura; si uno pretendía —como había hecho yo hasta entonces— organizar la literatura en función de una vida consagrada a otros amos, el resultado era la catástrofe. Completé esas justificaciones con una teoría voluntarista: la inspiración no existía. Era algo que, tal vez, guiaba las manos de los escultores y pintores, y dictaba imágenes y notas a los oídos de poetas y músicos, pero al novelista no lo visitaba jamás: era el desairado de las musas y estaba condenado a sustituir esa negada colaboración con terquedad, trabajo y paciencia."


(Mario Vargas Llosa)

8 comentarios:

Andrea Breq dijo...

En muy buen momento Matías, son las palabras que una amiga necesita oír... Gracias, un beso fuerte

A.

Matías dijo...

Son tan perseguidoras, tan cazadoras la desesperanza y la desesperación para el que escribe...

Todos padecemos a ese dúo de pesadilla, no te preocupes. Sólo hay que cerrar los ojos y saltar de nuevo.


Gracias por tus palabras! :)

besos!

E * dijo...

He descubierto tu blog al comprobar que te uniste a mis seguidores de Chica con ojos sepia!

Qué bello espacio y que talentoso sos!

Me uno a los seguidores y te enlazo así te leo apenas actualizás.

Te invito de paso a mi blog principal:

Mujer con ojos de ayer!
www.mujerconojosdeayer.blogspot.com

Allí publico a diario y le doy mayor importncia que a Chica con ojos sepia! (que es un blog alternativo y sin mayores pretensiones)

Espero tu visita =)
Yo de ahora en más, prometo visitarte =)

Un beso o 2 !

La Novia dijo...

Y después...

Quiso ser presidente de la Nación!!!

Me gusta, me invitó Eleanor a leer tu blog y me encantó...

Saluditos

Santiago Ocampos dijo...

pienso que los escritores se hacen y nacen y no al revés!

un abrazo

Serafo

Matías dijo...

gracias por tus palabras, eleanor!!
:D

Ya mismo paso por allá, y obviamente lo seguiré :).

besos!

Matías dijo...

gracias La Novia!

También te estoy siguiendo :)

beso

Matías dijo...

yo tambièn pienso igual, Santi.

Creo que para ser escritor se necesitan, primero, ciertas condiciones naturales. Digamos, adaptaciones en los sentidos: un mirar que desmenuce todo, voraz, incansable; un oído para las melodías y otro para cada forma de hablar; el olfato que distinga todos los tonos de un jardín, la sangre, el peligro para acudir a él; papilas para conocer el sabor de los tajos, los pétalos, el delirio; y en la piel, en las yemas, esa sutileza para moldear las palabras, frotarlas, hacerlas "brillo y dolor" (parafraseando a Herta Müller).


Partiendo de ahí, vendrá todo lo otro. Las millones de páginas a devorar. La noche, el silencio que abruma. Los gritos que nadie escucha. El desangramiento, la extenuación. Pero también el éxtasis, la magia, los milagros.

Un abrazo