sábado, 21 de junio de 2008

El que susurra en la oscuridad


Concluye una semana maniática, y por eso estamos de vuelta. En un alto de tanto ajetreo, hoy vamos a compartir un relato cuya autoría corresponde al abanderado del horror fantástico. Nada más ni nada menos que Howard Phillips Lovecraft.

Norteamericano, dueño de una imaginación inagotable, nació en agosto de 1890. Casi enseguida, se reveló en él una muy especial relación con las palabras: a los dos años recitaba poemas y a los tres ya leía. Alentado por su abuelo, quien lo introdujo en su vastísima biblioteca, el pequeño Howard se convirtió en un lector voraz; en tanto, a los quince escribió su primera obra, "La bestia en la cueva". Este tipo de aficiones y el hecho de que su salud quebradiza lo marginó de la escuela, lo hicieron un niño solitario, apartado por los demás.

Con los años se fue recluyendo progresivamente, hasta casi vivir como un ermitaño. Eran los tiempos en que se había concentrado en escribir poesía, pero la insistencia de algunos amigos lo devolvió a la narrativa. Estamos en 1917 y aquí surge la nueva generación de sus cuentos, ahora más refinados que antaño. Pocos años después, sus historias comenzaron a ver la luz en las mejores revistas literarias del género fantástico. Casi enseguida se ganó un distinguido grupo de admiradores.

Mientras empezaba a brillar en lo literario, su vida personal se hundía en la oscuridad. A la muerte de su madre, influencia crítica en su vida al asfixiarlo de sobreprotección, se le sumó un matrimonio gris que duró algunos pocos años y se disolvió sin mayor ruido. Otra vez solo, regresó a Providence, su ciudad natal. Se instaló junto a sus tías y allí dejó que la depresión y el aislamiento hicieran pasto de él. Solía pasear por las noches, recorriendo las calles en compañía de sus fantasmas, pero también escribió sin descanso. Desde la oscuridad de esos tiempos emergió lo mejor de su obra, como por ejemplo "La Llamada de Cthulhu" y "En las montañas de la locura".

A pesar de todo, la pobreza lo acuciaba. Se vio obligado a retomar la antigua ocupación de "escritor fantasma", dada la caída de las ventas de sus propias obras, cada vez más largas y complejas. Mantenía, sin embargo, una nutrida correspondencia con admiradores y escritores amigos. En estas cartas ya proliferaban las crónicas de sus dolencias y afecciones. Entre otras cosas, sufría desde siempre una intolerancia fisiológica cuando la temperatura ambiente caía bajo los 20 grados, situación que se acentuó en sus últimos tiempos. Terminaba febrero de 1937 cuando lo internaron en un hospital de Providence. Doblegado por un cáncer intestinal, murió el 15 de marzo.

Recibió sepultura en el panteón de su abuelo, en el cementerio de Swan Point, pero sólo tuvo su lápida años después, gracias a algunos seguidores de su obra. Allí dejaron escrito un extracto de "La Llamada de Cthulhu":

"No está muerto lo que yace eternamente, y en tiempos extraños hasta la muerte puede morir"

Relativamente desconocido en vida, su nombre adquirió ribetes legendarios después de muerto. Luminarias contemporáneas del género, como Stephen King, reconocen a Lovecraft como una influencia fundamental.
Hoy compartiremos "La Llamada de Cthulhu". Dado que es un tanto extensa la fraccionaremos en tres, coincidentemente con la estructura que Lovecraft le dio. Tenía también un cuento suyo, "Los gatos de Ulthar", pero a último momento me incliné por aquella. Es uno de sus trabajos más representativos y que me gustó mucho, especialmente por la atmósfera que emana y la precisión de los adjetivos.

Para leer la primera parte, click acá.

En los próximos días la seguimos.

¡Hasta entonces!

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