
Un mezcladito. Primero lo concreto e inmediato: para fines de mes o principios del próximo estamos armando un evento poético-musical, Círculo de Escritores del Comahue y músicos invitados. Por el lado de la radio Galas, hubo un cambio de planes y ahora estaré la próxima semana, del 10 al 14 de agosto, Dios mediante.
En lo que respecta a las divagaciones... Hace un tiempo que suelo pensar en la mutación de las valoraciones artísticas. No me refiero a evolución: no es avance, creo; apenas se trata de un cambio, no sé si para bien o para mal.
En otros tiempos, la vara pasaba por el talento en su estado químico más puro. Para cantar, para pintar, para escribir, todo requería virtuosismo. Los músicos y cantantes de entonces generalmente sobresalían por la magia de sus voces o de sus dedos sobre teclas y cuerdas. Los pintores, por retratos que se pueden confundir con una foto. Los escritores, por esa maestría forjadora de las obras inmortales que se leerán hasta el fin de los tiempos.
Hoy día los criterios son otros. Sigue habiendo talentosos, claro, aunque en una peligrosa convivencia con aventureros, mercenarios, pompas de jabón, alucinados, temerarios y otras subespecies. Campea como verdad aquel título de disco:"Cualquiera puede cantar". El arte abstracto y algunas otras deformaciones han llevado a que, por ejemplo, se vea en un museo de indiscutido primer nivel un lienzo blanco... con dos círculos negros...sí, es tal cual y no me lo contaron, será por eso que pasaron diez años y aún me dura la estupefacción. Por el lado de la literatura...bien, gracias. Que hoy los editores sean empresarios debe tener alguna relación con fiascos y bodrios varios, eso sí, impecablemente publicitados.
¿Será bueno? ¿será malo? Me late que tiene más de lo segundo, desde que el arte ahora sirve a otros amos, tan distintos de sus naturales. También es cierto que no somos meras víctimas, sino que nuestro papel complementario de consumidores también inclina balanzas.
Es lo que nos toca. Dicho lo cual, es hora de pasar a lo bueno. Otro escritor, que por poco desconocía merced a mi conmovedora ignorancia, pero cuyo apodo siempre se pronuncia con respeto: Saki. Hector Hugh Munro, de él se trata. Birmano de nacimiento, inglés por imperialismo, apodado así por cierto y extraño mono que surge de un libro suyo. Murió joven y peleando en la Primera Guerra Mundial, aunque le alcanzó para inmortalizarse como un maestro de la narrativa.
Casualmente (causalmente), descubrí un cuento suyo por estos días, cuando merodea muy próximo otro aniversario de Saint-Exupery, Piloto de guerra como el título de uno de sus libros, desaparecido en acción en 1944, cuando cayó al mar tras ser derribado por un esbirro de la Luftwaffe.
El cuento al que me refería
es éste. Espero sea de tu agrado.