sábado, 30 de enero de 2010

A la hora sin sombra



Un paréntesis antes del tema que quiero abordar. Como lo había anticipado, hoy estuve en el programa radial "Paradigmas". Agradezco nuevamente a Mercedes, su conductora, por la invitación y la gentileza del espacio brindado. Fuera de micrófono hablamos de otros proyectos, que ya comentaré, y también me propuso un espacio en su programa para recomendar libros. Falta definir la frecuencia, si cada sábado o bien quincenalmente, pero se podría decir que es un hecho.


Ahora sí. Ayer se cumplió un nuevo aniversario de la muerte de Osvaldo Soriano. Escritor entrañable, su nombre tiene (o debería tener) una vibración especial para los cipoleños. Alguna vez vivió en nuestra ciudad, y en lugar de olvidarla una vez consagrado y en la remota Buenos Aires, escribió sobre ella, dejó plasmados aquellos paisajes polvorientos y manzaneros en su obra, lo que es decir, en la inmortalidad que ésta se ha ganado. Empero, donde fuera su casa (actualmente la oficina de Aguas Rionegrinas) ya no hay placa conmemorativa: se la robaron hace unos años. Sólo queda el monolito blanco, insípido para los desprevenidos, dolorosamente mudo, como si la boca que no tiene estuviera cosida con alambre. Pero está el peral. Su peral. Y hoy, como él mismo escribió una vez, "sigue dando peras".

Finalmente una perla, cortesía del magnífico Literatura.org : Un capítulo de "Triste, solitario y final", leído por el mismo Osvaldo.


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