lunes, 28 de septiembre de 2009

Impresiones


Lo había anticipado y ahora es el momento. Sin demasiados rodeos, creo que esta Feria del Libro sufrió un retroceso en relación a sus predecesoras. Desde la primera edición a la quinta (la inmediatamente anterior a ésta) se venía creciendo a zancadas largas. Quizás fue el tiempo de la curva natural propia de toda línea ascendente, el inevitable contrapeso gravitatorio.

En resumidas cuentas, me parece que las zonas erróneas pasaron por el espacio y los invitados. Indudablemente las carpas fueron una opción más económica, pero también resignaron la presencia y la solidez que imponían los espacios de antaño. También resultaron chicas para la convocatoria que a esta altura es previsible, y se rozó el colapso en los días de más público. El piso de los los pasillos, más que inestable. Por su parte el frío, caprichoso e inoportuno, hizo de las suyas y raleó bastante gente.

En cuanto a los invitados: bárbaro lo de los médicos. Ahora bien, no creo que sea blanco o negro. Es una Feria Del Libro, y los que hacen los libros son los escritores. ¿Era mucho pedir que se trajera a alguno representativo, uno solo aunque más no fuera? Porque convengamos que Piazza sólo puso la firma y la foto de tapa en "su" libro, necesariamente obra de un ghost writer (o sea, aquel que en las sombras escribe un libro para el usufructo de otro). Reitero: supongo que una cosa no excluye a la otra.

Prefiero pensar que el palpable recorte presupuestario redundó en fondos inyectados al nuevo Centro Cultural. Si es así, bienvenidas sean las globas y sus glaciales corrientes de aire. ¿Quisquilloso, tal vez? A lo mejor, aun cuando creo que si esta Feria llegó a repercutir en medios gráficos de Buenos Aires, es porque tiene su prestigio, algo difícil de ganar y fácil de perder.

De todos modos, hecho el descargo, rescato lo más importante y que se impone a la hora de los balances. A pesar de las dificultades, de los tiempos que sobrellevamos, de algunas especulaciones, a pesar de todo, se hizo. Lo que nos lleva a pasar tardes enteras en un stand, lo que conduce al lector a visitar, es el amor por los libros. Que se continúe el camino, aún cuando se pone vertical y florecen las piedras, es lo que importa.
El tema se cierra pero antes quiero rescatar a alguien: Verónica Ferreyra. Alguien que fue impulsora decisiva de las dos primeras ediciones, cuando todo estaba por hacerse y la apuesta era riesgosa de verdad. Alguien que hizo muchísimo para que hoy tengamos lo que tenemos, la feria del libro más relevante de la Patagonia. Alguien que hoy nadie parece recordar. Sirve de poco, por no decir nada, pero desde este rinconcito perdido va un reconocimiento. Incluyo a Jacinto Rodríguez, quien lamentablemente ya no está entre nosotros, escudero de Verónica en pos de esto que también fue su sueño. En los nombres de ellos dos se resumen los de tantos que hicieron posible los primeros pasos, esos que son imprescindibles para cualquier viaje, pequeño o grande.
Ah, me olvidaba: pronto se vienen los cambios visuales. Lo prometo.

2 comentarios:

José Luis López Recio dijo...

Me ha gustado. Has hecho un análisis valiente y claro. Incidiendo en los puntos a mejorarñ. Es algo muy sano lo que ha hecho, pues de la autocomplacencia solo se obtiene la mediocridad.
Saludos

Matías dijo...

Gracias chamigo :)