miércoles, 11 de febrero de 2009

El sonido y la furia


Esta vez no se trata de Faulkner. Hoy quería hablarte sobre un par de libros. Claro que no será una disección quirúrgica y experta. Después de todo, soy apenas un simple leedor que sólo sabe guiarse por las constelaciones del placer lúdico. Esto es, el consabido "me gusta/no me gusta". Como si habláramos de helados.

Bien, son dos libros y un autor: Cormac McCarthy. Fue un poco extraño que lo leyera, considerando mi inexplicable preferencia por autores muertos. Quizás sea cierta sensación de certeza, de inalterabilidad, de visión panorámica sobre una obra cristalizada que más que obra es un legado. Empecé a desviarme por el ramaje, sí.

El primero de ellos es "Todos los hermosos caballos", ganador del National Book Award norteamericano. En la posguerra de la Segunda Mundial dos jovencitos tejanos escapan a caballo hacia México, una tierra reseca y desgarrada, una tierra dura donde la violencia empieza en el sol y la única forma de supervivencia es el mismo endurecimiento. Pero también un país con orgullo, con solemnidad y devoción por la Cruz, cuna de héroes trágicos y sangrantes como su historia.

El otro, "No es país para viejos", base para una película reciente ("Sin lugar para los débiles", ganadora de varios premios Oscar). Éste no lo terminé todavía, por lo que no digo nada más.

En ambos queda en claro por qué McCarthy es considerado uno de los mejores escritores norteamericanos de la actualidad. Su estilo es eléctrico y punzante, con una potencia que a veces sabe ser devastadora; la prosa es muy visual además de magnética. Entre ambos libros hay algunas diferencias estilísticas: en "Todos los hermosos caballos" relucen unas cuantas metáforas que poéticamente son impactantes, recursos de los que prescinde en "No es país para viejos", quizás por la naturaleza salvaje de la trama.

Común a ambos es la forma en que logra sumergir al lector en los espacios donde transcurren las historias, prácticamente a metros de los protagonistas. Deja la sensación de que su máquina de escribir domina todos los secretos de la magia y la fusión del átomo.

Sea como sea, ambos demasiado recomendables (especialmente "Todos los hermosos caballos").

Y para marcar el contraste, hoy también te traje un cuento de Marcel Schwob. Ya habíamos compartido algún texto de este escritor francés del siglo XIX. Recordarás los cristales que dejó su pluma al resbalar por el papel, partitura para aquella "música que hacen las palabras" de la que habló Capote y que tan bien ejecutó este verdadero Poeta. Para leer el cuento, click acá o en el nombre del autor.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

me resulta extraño que muchos escritores, incluso consagrados, reniengan de leer autores contemporaneos. imagino que en parte se debe al hecho de que el timepo es el mejor consejero bibliografico en els entido que separa los clasicos, de lo libros pedorros, entonces ahorra el trabajo de seleccion de buenos libros.
Pero me parece, como decirlo, poco karmico, en el sentido de que creo que las mayorias de los ecritores esperan ser leidos en vida. y despues tambien. Imagino que varios contemporaneos de grandes esritores con este pensamiento, se han perdido grandes libros. en fin, divagues...

Matías dijo...

el primer parrafo es una gran verdad. quizas amerite algun estudio sociologico algun dia..
lo del segundo, no lo habia pensado..Ahora me siento un poco culpable jajaja

saludos