miércoles, 30 de mayo de 2012

Mar Negro







Empieza sobre los techos rumorosos, contra los vidrios donde se desdibujan las farolas. Ese tintineo helado en las tejas, esa gota que se desbarranca, desprendida como lágrima inaugural. Es la lluvia; puede, debe ser la (com)pulsión maldita: después de todo, comparten la humedad, el color, lo inasible. 
Sigue con la renuncia a los refugios, terca y tonta y necesaria. La noche desmesurada. La improrrogable desnudez: los ojos ciegos, los brazos abiertos, la piel consumida por la espera de esa primera partícula de invierno, aguja, mínima crucifi(cc)ión, respiro para esta sed infinita. 
Morosas relucen las calles, lenta asciende la sucia muerte de la hojarasca. Entonces caminamos. Corremos. Llueve: es la lluvia desconocida. Agua. Desolaciones. Silencios. O palabras.



Escucho resonar el agua que cae en mi sueño.
Las palabras caen como el agua yo caigo. Dibujo
en mis ojos la forma de mis ojos, nado en mis
aguas, me digo mis silencios. Toda la noche
espero que mi lenguaje logre configurarme. Y
pienso en el viento que viene a mí, permanece
en mí. Toda la noche he caminado bajo la lluvia
desconocida. A mí me han dado un silencio
pleno de formas y visiones (dices). Y corres desolada

como el único pájaro en el viento. 


(L'obscurité des eaux, de Alejandra Pizarnik)

3 comentarios:

Elizabeth dijo...

La zarza del alma arde cada vez que tu voz descalza nos alcanza y la florece.

P. Belano dijo...

En cambio, aquí comienza el verano y la lluvia es tormenta de calor.

Felicidades.

Matías dijo...

Elizabet: Gracias por tu poesía! besos

Zavala: gracias por las felicidades, y disfruten el calor!