domingo, 4 de diciembre de 2011

Los desnudos y los muertos




Postrimerías de la Segunda Guerra. Una división del ejército norteamericano desembarca en Anopopei, otra de las islas que conforman el rompecabezas del Pacífico Sur. Con forma de ocarina, infestada de jungla impenetrable, es apenas un peldaño más en la escalera hacia Japón. Nada parece importar aparte de poner las botas en ese Oriente misterioso, limpiarse las suelas en los delicados estandartes del Sol Naciente imperial, clavar bandera en la tierra que entonces ya habrán carbonizado los hongos nucleares.

Pisotean entonces esa playa extraviada y se repiten las escenas de las islas precedentes, rutinarias de la campaña. Las tropas levantan sus campamentos, mantienen las primeras escaramuzas con los "japos", sufren las borrascas de un clima hostil. Pero, arrojados a ese microcosmos dominado por una selva jurásica, pronto empiezan a descubrir que sólo los une la formalidad del uniforme. A la sombra de plantas increíbles, poco a poco enloquecidos por la humedad y el calor, empieza a aflorar en palabras y gestos lo más primal de sus naturalezas, la carne viva de sus instintos. Así se descubren antisemitas, egoístas, débiles, se recelan con los rencores incubados en sus infancias transcurridas en salones de alcurnia y barrios bajos, se vomitan el abandono o las palizas o la inflexibilidad de sus padres. Mientras, mal o bien, lidian con su destino de peoncitos en el ajedrez que su brillante y conflictuado pater familiae, el general Cummings, juega sobre los mapas y el terreno contra su némesis Toyaku, pero también contra las intrigas de su propio Estado Mayor.

En ese entramado de patetismos cotidianos es que se caldean los imponderables que arrojarán a una mínima patrulla de reconocimiento a una misión suicida. Verificar la retaguardia de las líneas japonesas, previo rodear la isla y cruzar catorce kilómetros de jungla inexplorada. La componen, entre otros, un teniente intelectual y aristocrático, un implacable sargento forjado al rojo verbigracia una crianza brutal, un minero, un campesino del sur, hijos de inmigrantes, padres de familia; en definitiva, extractos de todo el arco social de la nación que los envió a pelear y morir por ella en una islita perdida en el Pacífico.

Desnudos y ya casi muertos de extenuación, avanzarán y se arrastrarán, matarán y morirán. Enfrente, alrededor, en sus propias manos, el salvajismo y la abyección. Condicionados por sus vivencias anteriores -sin duda las mejores partes del libro-, sus miedos, sus creencias quebradas, deberán elegir entre opciones atroces para redimirse, o bien perderse para siempre en el abismo. Al tiempo mismo tiempo, sin que lo sepan, la conquista de la isla se resolverá sorpresivamente y de una manera insólita, tragicómica, un paródico insulto final.

Esta novela, publicada en 1948, fue la primera de Norman Mailer y significó su inmediata consagración como escritor. En ella exorcizó sus vivencias como soldado de ocupación en el Japón vencido; y es una de las "100 mejores novelas en lengua inglesa" para la Modern Library. En sustancia y forma, creo que tiene puntos de contacto con El Señor de las Moscas (obra emblemática del Nobel británico William Golding, volumen muy recomendable) y "La delgada línea roja", aquella recordada cinta del elusivo Terrence Malick.

También, me parece, con esas palabras que el propio Mailer dijo alguna vez: "Un criminal nunca te perdonará por evitar que cometa el crimen que realmente está en su corazón".




P.D.: Con perdón de los españoles que eventualmente puedan leer esto, pero no puedo dejar de hacerme una pregunta: ¿Por qué las grandes editoriales de la península no preparan ediciones con traducción neutra de obras angloamericanas para el mercado lector de Latinoamérica? Nada más lejano de nosotros que "gilipollas", "venga", los enérgicos "¡coño!" y demases que pueblan esta e incontables novelas adaptadas más. Realmente no se explica, desde que nosotros -me refiero a este continente- también tuvimos y tenemos excelentes traductores. El argumento de los costos extra se desdibuja cuando mensuramos, por un lado las ganancias de esos conglomerados editoriales, y por el otro el tamaño de esta región: salvo Brasil, de México hasta Tierra del Fuego.
Entonces... ¿Por qué?

6 comentarios:

Eleanor Smith # dijo...

Es verdad Matías. También sin ánimos de ofender ni pelear con nadie, cuando leo a Burroughs o Kerouac (Editorial Anagrama), lamento mucho la traducción.

Un beso o 2 #

Elzinha Coelho dijo...

Olá meu amigo Matías. Primeiro quero agradecer a visita ao meu blog. Ficarei sempre feliz por vê-lo lá sempre que puderes. Quanto ao livro que ressalta, se houver já traduzido no Brasil, tentarei obtê-lo e lhe darei, com certeza, a minha opinião.
Um grande beijo e boa semana.

Anónimo dijo...

Gracias por compartirlo, no conocía esta obra. Y coincido con tu crítica sobre las traducciones.

Abrazo

Matías dijo...

Eleanor: Me está pasando seguido. Ojalá que las editoriales españolas cambien algún día este criterio, entiendan que latinoamérica es lo que les da de comer. Besos

Elzinha: ustedes no creo que tengan ese problema jeje. Habrá diferencias entre el portugués continental y el brasilero? Besos

Horacio: Está muy bueno, aunque no es de los libros que más me impactó. Seguramente lo deslucieron un poco esos españolismos... Gracias por pasar. Un abrazo

Luna dijo...

Y yo estoy de penitencia en tu blog...Este libto creo que no lo leeré...

Encontré algunos textos de Gioconda Belli. Tan lindos como el que publicaste.

Saludo enorme,Matías.

Matías dijo...

Y está muy bien, Luna! Parafraseando a Borges (yo también, otro hereje más), el criterio lector debe ser primordialmente lúdico.

Besote! gracias por pasar