viernes, 12 de agosto de 2011

Desenlance...(?)




(viene de la entrada anterior)

"El altímetro disminuye y los latidos arrecian. La excitación de la batalla inminente se impone en las entrañas. Con los dedos acaricio el disparador de las ametralladoras, que está en la misma palanca de mando, lo paladeo a conciencia. Por lo menos uno de ellos tiene que ser mío, me repito una y otra vez mientras los puntos negros van definiendo sus formas. Son dos torpes y lentos FE2 ingleses. Aunque cargan armas traseras será fácil, tanto que quizás nos convenga acercarnos más para así economizar balas; otra cosa sería un desperdicio indigno para la sencillez de la tarea. Una de las víctimas titila fogonazos, enmudecidos por la distancia aún excesiva que separa a cazadores de presas. Nos han visto y la consciencia del destino debió enloquecer a esos hombres. El otro avión también dispara, y ahora sí dos o tres tableteos se cuelan entre los ronquidos del motor que han parado de golpe. También esa ametralladora ha callado... pero dispara sin parar, estamos cerca y el cañón escupe fuego con nitidez y desesperación. Y la hélice sigue girando. Algo está mal, y entonces un líquido caliente corre por mi cara. Torpemente me saco un guante y la mano blanca se mete con dificultad debajo de la capucha, hacia ese lugar donde late un aguijón punzante y lejano, para salir temblorosa y roja; un color que se me confunde cuando la sangre chorrea por mi frente y me inunda los ojos.

Algo cruje. Es el ala inferior del biplano, porque caemos sin control. Tendría que tomar la palanca de mando, escurridiza y danzarina, para evitar el desastre que anuncia el altímetro. Tiro de ella con fuerza hacia mí, como si quisiera abrazarla. El avión reacciona, enderezándose con esfuerzo. El dolor es una estaca que se clava a martillazos en el cráneo. Apenas puedo ver el lugar donde intentaré aterrizar, un campo de tierra muy roja, arrasada, llena de cráteres que se agigantan cada vez más. Es la tierra muerta que se extiende entre las dos líneas infinitas de trincheras. Balbuceo una oración hasta que un golpe fuerte me interrumpe. Oscuridad.

Están cerca. Son dos. Los puedo sentir.

- ¿Estás despierto?

Era la voz del doctor Koppen.

- Sí.

- Llegó el momento. ¿Puedes incorporarte un poco?

Apenas podía, hasta que un brazo me cruzó la espalda para salir bajo el hombro izquierdo. Luego otro más repitió la operación por adelante, para terminar acoplando ambas manos y así apuntalarme. Quedé paralizado. Qué suavidad y delicadeza las de ese abrazo improvisado para ayudarme.

Chasqueó una tijera y las vendas se fueron retirando para mostrar la claridad y sus excesos. Poco después el mundo empezó a dibujarse entre tanta luz.

El doctor Koppen me miraba contento; lo acompañaba una enfermera rubia, de rostro delicado, ocupada en el montón de vendas sobrantes. Mientras, el doctor examinaba la herida:

- Realmente tuviste mucha suerte. Unos milímetros más hacia adentro y ese disparo te hubiera arrancado la cabeza de cuajo. ¿Recuerdas algo?

- Sí. Perseguíamos a dos. Tenían el sol en contra pero de alguna manera nos vieron. Fue el observador de uno de ellos. Una bala perdida, disparó desde muy lejos y apuntando mal.

- Bueno, de cualquier manera su suerte se terminó en ese momento. Tus muchachos terminaron el trabajo. Tu hermano hizo enviar el reporte.

Quise sonreír pero una puntada en la herida me lo impidió.

- No te preocupes, estarás bien. La herida se ve impresionante pero es superficial; quizás el proyectil haya golpeado un poco pero nada indica que sea grave. Estás un poco débil, pero es cuestión de días. Katharine te pondrá un vendaje reducido.

Katharine. Entonces así se llamaba.

- Doctor - dije por instinto.

Koppen volvió sobre sus pasos.

- ¿Cuando podré regresar al frente?

Una sonrisa compasiva se le dibujó en la boca.

- Ya hablaremos sobre eso, Manfred.  

Su respuesta era intranquilizadora. Aparentaba ser el preludio para lo que yo no quería oír, una suerte de anestesia. En eso pensaba cuando sentí las manos de Katharine aplicando el vendaje. Delicadamente, como si estuviera envolviendo porcelana. Me quedé muy quieto, la respiración tenue. Estábamos solos en ese lugar, una habitación individual, algo extraño a la usanza de los hospitales militares.

- ¿Dónde estamos? – pregunté.

Algunos segundos después:

- A unos kilómetros del frente. Este edificio era una escuela y ahora lo usamos como hospital de campaña, uno de los más próximos a la línea.

Hablaba despacio, concentrada en su tarea. Luego siguió enroscando el vendaje hasta concluirlo. Con un gesto señaló una campana sobre la mesa de luz y salió de la habitación, antes que pudiera decirle nada más.

Recién cuando sus pasos se perdieron en el pasillo pude recobrar la respiración normal. Inconscientemente acaricié las vendas, rozando apenas la tela tibia. Pensé en eso hasta que me dormí."




8 comentarios:

No.me.pises.que.llevo.chanclas. dijo...

Hola Matias:
Te paso mi enlace
www.elreinodelamusicaeselcorazon.blogspot.com
Un besi!

silvia zappia dijo...

creo que es enlance...final abierto?


besos*

Crista de Arco dijo...

Coincido con la amiga Rayuela.
Todo puede suceder ...
Me gustó mucho Matías ***

Un beso o 2 #

Elizabeth Gallegos León dijo...

hola Matias,
segui la huella que me dejaste hace algun tiempo en mi blog, estuve enferma y me costo un poco retomar.

Me quedo leyendo y te digo.

un beso

J@ckie dijo...

Una entrada con mucho suspenso...saludos Matias!!! Muchas Bendiciones y Adelante!!

Matías dijo...

Una respuesta conjunta: En la entrada recién publicada develé el "dilema".
Mil gracias a todos/as por sus palabras y presencia! :)

abrazos!

Luna dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Luna dijo...

Adrenalina en el cielo y en el corazón.

Sigo...