"Le volvió a tironear del pelo, haciéndole mal otra vez, y ahora él sabía que ella sabía que le hacía mal.
- Oye, será siempre luna de miel. Siempre. Eternamente hasta que muera uno de los dos. No puede ser de otro modo. O cielo o infierno: nada de cómodo y pacífico purgatorio intermedio para que nos alcancen la buena conducta, la abstinencia, o la vergüenza o el arrepentimiento.
- Entonces no crees en mí; en quien confías, es en el amor.-Ella lo miró-. No soy yo; cualquier hombre.
- Sí, es en el amor. Dicen que el amor muere entre dos personas. Eso no es cierto. No muere. Lo deja a uno, se va si uno no es digno, si uno no lo merece bastante. No muere; uno es el que se muere. Es como el océano: si uno no sirve, si uno empieza a apestar en él, lo escupe en alguna parte para que se muera. Uno se muere de cualquier modo, pero yo prefiero ahogarme en el océano a que me escupa a una faja de playa muerta, y que el sol me reseque hasta convertirme en una manchita sucia sin nombre, sólo "Esta fue", como epitafio. Arriba. Le dije al hombre que nos mudaríamos hoy.
En menos de una hora dejaron el hotel con sus valijas, en un coche; subieron tres pisos. Ella hasta tenía la llave; le abrió la puerta para que entrara; él sabía que ella no miraba al cuarto sino a él."
(de Las palmeras salvajes, William Faulkner)
2 comentarios:
Excelente, eso de que el amor no muere, que "lo deja a uno, se va si uno no es digno" es sencillamente perfecto. Como aquello de "Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados", de "El amor en los tiempos del cólera", de García Marquez, un tipo que admiró siempre a Faulkner.
Lo de Faulkner es tremendo. Pareciera que fue un marciano.
Con García Márquez siempre tuve resquemores, aunque admito que leí uno o dos cuentos suyos que me parecieron excelentes.
De todos modos, la influencia de Faulkner también está en Onetti, otro de mis autores predilectos.
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