lunes, 20 de diciembre de 2010
Agua y fuego
En una metáfora fluvial de la agenda, diría que tras la curva más violenta apareció, abrupta y por fin, la calma ancha, cristalina. Atrás quedaron olvidados, en aquel otro mundo, la espuma, tantos rápidos voraces, mil piedras como corales.
Supongo que ahora viene el tiempo en que aparezco más seguido por acá. Es momento también de apartar un poco el autorreferencialismo que supo campear por estos canteros. Sabés que acá esa nunca fue la norma, aunque creo que la excepción tuvo sus justificativos. Por la puerta entreabierta diré apenas que planeo presentar Yo el pájaro y el cielo allá por marzo o abril, en esta ciudad, como para cerrar el círculo.
Tenía ganas de comentar cierto libro, pero en el interín tropecé con unas palabras de Andrés Neuman. Hablaba del desaparecido y hoy tan mentado Roberto Bolaño, con quien lo unió una relación particular, telefónica, hermandad de letras en estado puro.
Considerando lo que pueden movilizar en esta época de fiesta y extenuación, y viendo la hora que es, muy suelto de cuerpo voy a apelar a las gastadas Ctrl+C:
"Algunos admiradores triviales prefieren imaginar a Bolaño tocado de un incontaminado ascetismo, recluido en el malditismo como si fuera un sacerdocio. En realidad fue un hombre atravesado de pasiones opuestas, ambiciones terrenales y paradojas de conciencia. Sin esa fuerza interior compleja, jamás habría sido el escritor desgarrado que fue. Resultaría ingenuo suponer que Bolaño jamás deseó tener éxito: lo que le sucedió es que, a determinada edad, como muchos de sus personajes, se hartó de esperarlo. Justo antes de obtenerlo a raudales. Bolaño siempre quiso ser reconocido. Y siguió persiguiendo esa meta incluso después de lograrla, como se advierte en la rencorosa (y quizá gratuita) diatriba final de El gaucho insufrible, sembrada de lugares comunes que garantizaban el aplauso complaciente del público supuestamente inconformista. La diferencia entre él y otros escritores no era la pureza, que puede ser un valor cobarde o hipócrita. Ni siquiera la valentía, que el propio autor sobreestimaba con cierto énfasis románticamente correcto. La diferencia fue su singular talento. Y su convicción inquebrantable de que, pase lo que pase, se realicen o no los sueños de grandeza, un escritor de sangre se educa escribiendo, vive escribiendo y se muere escribiendo. Contra viento y marea. Contra todo y contra todos. También contra sí mismo. Esa fue la radical universidad de Bolaño."
"Bolaño vivió durante bastantes años como un moribundo que se despedía. También escribió así: con la furia de las últimas oportunidades, con la melancolía vitalista de los enfermos graves. Pienso que eso es lo que habría que hacer: escribir siempre como moribundos. Como moribundos sanos."
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7 comentarios:
Impecable!
Gracias por compartirlo.
Comparto la idea !
Un beso o 2 !
adhiero a lo dicho por mi amiga Eleanor: impecable!
un gusto conocer tu blog
besos*
Muy preciso don Neuman, ciertamente.
gracias a ambas!
besos!!
le agradezco a Eleanor por motivarme a leerte, te sigo obviamente, y te comento que el texto es bellísimo...
saludos
Hola, Matías, llegué a tu blog por un contacto en común, me pareció muy bueno. Voy a seguirte.
Aprovecho la oportunidad para invitarte al mío.
Un saludo desde Argentina.
Humberto.
www.humbertodib.blogspot.com
gracias Noe!
Concuerdo con tu concepto sobre el texto.
Y gracias a Eleanor por las recomendaciones! :)
besos
gracias Humberto! También te seguiré.
(Noe a vos también, vale aclarar)
saludos chamigo!
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