Finalmente, de dos Ferias terminó siendo media. La de Jacobacci, aquella a la cual me habían invitado dos meses atrás, venía navegando por aguas despejadas, animada y en línea recta, hasta que apareció una jauría de témpanos que no estaba en los mapas. Era naufragar o dar media vuelta y guardar los aparejos para el año próximo. Tuve que elegir la segunda.
Algunas esquirlas de aquel hielo me dejaron un día sobre tres de la restante, Plottier. Resultó el domingo, jornada de cierre y con augurio de buena concurrencia. Prolijo y bien preparado el lugar, un galpón reciclado por la municipalidad y ahora destinado a eventos culturales (conste que hago un denodado esfuerzo para no comparar con las tolderías de nuestra querida feria cipoleña...). Lo visto, los comentarios y las voces en el éter coincidieron en una concurrencia diluida. Quizás falló la promoción. A tener en cuenta para la próxima. Empero, creo que en líneas generales es un aprobado, merced a la carta ganadora: la intención de apostar por la cultura.
Otro tema. Últimamente se me está dando un berretín por la poesía. Ciertamente, es inédito que me lo permita. Por incapacidad, prurito, "vergüencita", desidia, o vaya a saber uno qué, pero desde siempre ella y yo nos miramos de costado y, salvo algunos escarceos relampagueantes, la relación era más bien indiferente. "Narrativa", mi mantra cuando me preguntaban por los géneros literarios en que escribía (o intentaba escribir); ella, por el otro lado, me habilitaba de a gotas esa suerte de nirvana linguístico de donde brotan los poemas. Pero algo crujió, algo se movió, porque en un momento ya nos mirábamos de otra forma, ya no nos incomodó la presencia del otro ahí, cerca y relamiéndose. De la calidad no vamos a hablar, mi autoexigencia me lo tiene vedado. Es que en la poética sí que soy aprendiz, pero creo que vale este cambio de paradigma.
Ya que estamos, un paneo sobre el Círculo de Escritores del Comahue. Sintéticamente: ya está iniciándose la segunda antología; la presentación en Bahía entró en un impasse; para diciembre probablemente se haga algún evento en la zona.
Hablábamos de poesía. Retomamos, pero ahora de la buena: otra perla del maestro D´Ors.
Desconocidos que te escriben cartas.
En tus versos, confiesan -entre un torpe amasijo
de entusiasmo, inocencia y metáforas ciegas-,
reconocen su vida.
Muchachos que han quemado unos pedazos
de sus mejores años componiendo,
con la más despiadada sinceridad, poemas
tuyos (que te parecen tan mediocres
como los tuyos tuyos).
Antologizadores que te ponen,
como ropas extrañas, adjetivos,
etiquetas, propósitos que jamás soñarías.
Amigas de tus hijas que te estudian en Lengua
y que tienen que hacer un comentario
de texto (¿o cementerio?) y te preguntan
sobre las estructuras.
Hispanistas que vienen a enseñarte quién eres.
Y tú siempre dudando -y dudando tus dudas-
si es que ellos no se enteran
de nada, o si tal vez están burlándose
de ti, confabulados
en una broma cósmica (pero esto me parece
demasiada crueldad para ser verosímil),
o si acaso -y entonces eres tú
quien no se entera- de tu boca sale
la voz incandescente de un algún ángel
-pero esto es ya ponerse demasiado sublime-.
Sólo hay dos cosas claras:
que por alguna parte hay un malentendido
y que todo este embrollo
es lo que llaman Gloria.
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