Ese es el significado literal de la palabra "kendo", el arte letal de la katana o sable samurai.
Se me ocurre que la espada tiene una vinculación profunda con Japón. No se podría hacer una comparación geográfica (como la que Borges hizo con Chile en ocasión de aquella infame condecoración que mencionamos una vez), pero sí avanzar en otros terrenos. Para empezar, era el elemento fundamental y característico de los samurai, casta guerrera cuyo estricto código moral marcó al país nipón hasta los huesos. Dicho código, el Bushido, sentó las bases para la particular visión japonesa del honor y la muerte: El honor como valor supremo, la muerte como única expiación posible para la deshonra y la derrota. De ahí surgió el suicidio ritual o seppukku, desventramiento con la misma espada (luego se le agregó una decapitación posterior). También, la crueldad feroz de los oficiales japoneses para con sus prisioneros americanos, estupefactos ante la rendición de éstos durante las batallas del Pacífico.
La fascinación con la muerte no es el único halo que envuelve a la katana. El proceso de su fabricación tiene ese refinamiento, esa misma sofisticación artesanal de las artes japonesas. Muchos samurai cultivaron también la poesía; el seppukku contempla la escritura de un poema previo a la consumación del acto.
Ambos ríos, el rojo de la espada y la tinta de la pluma, confluyeron en varios escritores nacidos bajo el sol naciente. Yukio Mishima fue uno de ellos. Atormentado, ambivalente, fue dueño de un talento tan brilloso y afilado como la hoja de la espada que segó la vida del teniente Takeyama (protagonista del cuento que compartimos hoy) y también la suya propia. Ciertamente que este relato, "Patriotismo", resultó tan personal como profético para su autor. Refleja los valores en los que Mishima creyó con devoción, los mismos del Japón antiguo. Hay un amotinamiento, quizás algo parecido al que protagonizaron el escritor y compañeros suyos a fines de 1970, en un intento desesperado por rescatar aquellas tradiciones nacionales que al Japón moderno se le resbalaban de las manos. Y un final con derrota, que desencadena la muerte de Takeyama, su esposa y amigos... y también la de Mishima, quien recurrió a un drástico punto final cuando los soldados del cuartel que tomó con sus compañeros se rieron de su arenga pro retorno a las tradiciones.
Es un poco largo, eso sí. Para la próxima, si hay cuento será más breve. Lo prometo.
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