Ante una controversia relacionada con una
nota publicada en la edición matutina de La Mañana de Cipolletti, y siendo éste mi espacio personal de expresión, creo conveniente insistir y ampliar mis dichos al respecto, para zanjar definitivamente el asunto. "Insistir" porque voy a reiterar lo que dije en varias oportunidades y antes de que se publique este artículo. Pueden dar fe el encargado del Fondo Editorial Rionegrino (FER) que me llamó el martes 18 y la periodista del diario que hizo lo propio el miércoles 19, por no mencionar a allegados varios. Recordemos también
la entrada inmediatamente anterior a la presente, fechada el mismo martes.
Y "ampliar" porque creo que el asunto lo amerita. Sucede que hoy, en comunicación telefónica con el Subsecretario de Cultura de Río Negro, me informan de cuestionamientos maliciosos supuestamente dichos por mí. Según una alta esfera del diario, yo había achacado a Cultura de Río Negro la suspensión de la segunda presentación en Buenos Aires de mi novela
Yo el pájaro y el cielo (en el espacio rionegrino de la programación oficial nacional conmemorativa del Bicentenario). Eso, cuando públicamente había sostenido lo contrario: la responsabilidad era nacional.
La historia se remonta al jueves 13 del corriente. Entonces me llamó el encargado del FER para proponerme esa posibilidad, conjuntamente con Pablo Tolosa (cuento), atento a que Silvia Rodríguez (poesía) no podía asistir. El acto tendría lugar el 22, 23 o 24 de mayo. Naturalmente, la determinación exacta de la fecha era potestad de Nación, organizadora y fiscalizadora de todo el festejo. Entendiendo que era una buena chance y que surgía de una gestión de buena voluntad de la misma Subsecretaría (dudo que Nación haya solicitado expresamente la presencia de Matías Stiep), prácticamente comprometí mi asistencia en ese mismo instante.
Pasaron varios días y varios llamados. Todos los detalles se iban confirmando, menos la fecha concreta (como ya vimos, potestad nacional).
Así llegamos al martes 18 de marzo, apenas cuatro días antes de la primera fecha tentativa. A las seis y monedas de la tarde me llama el encargado del FER. De
motu propio se había decidido suspender las presentaciones de los libros en Buenos Aires, porque hasta ese mismo instante Nación seguía sin determinar la fecha y hora del evento. Es fácil imaginar la lista interminable de trastornos conexos: permanencia en ascuas para nosotros los autores, dificultades para el papeleo, imposibilidad de promocionar el acto, entre otras. En ese estado desventajoso de situación, impuesto por la desidia de Buenos Aires, es que Viedma optó por suspender las presentaciones, lo cual me pareció razonable y correcto. Acepté sin problemas las disculpas ofrecidas, entendiéndolas como una cortesía porque se trataba de un déficit organizativo que excedía a la provincia. Como dije en la entrada anterior, me constan las gestiones y el esfuerzo hecho por Cultura para concretar esta nueva presentación, lo cual agradecí (en ese momento y luego por este medio). Lo mismo con el plan de presentaciones en la provincia que me adelantaron en esa conversación.
Al día siguiente el llamado vino del diario. Querían saber respecto a esta inminente presentación en la Capital. A renglón seguido repetí lo informado el día antes y lo publicado después en la nota: Se había cancelado por decisión provincial ante la falta de respuesta por parte de Nación en cuanto a la fecha concreta para el acto. Era la reacción natural, considerando que restaban tres o cuatro días y quemaban los inconvenientes más arriba enumerados. Hago un paréntesis para decir que una presentación literaria es un acto que dura unos sesenta minutos, pero que previamente demanda un esfuerzo tremendo en organización y logística. Aquel que haya presentado un libro estará asintiendo lentamente con la cabeza.
Entonces, hoy 20 la nota y la controversia, conmigo en una inesperada e injusta posición de acusado por aquella alta esfera del diario.
De haber tenido algún reclamo, queja, disconformidad, etc., lo habría planteado oportunamente y por la vía que corresponde a la persona encargada del asunto. Creo que desde Cultura provincial han mostrado la suficiente receptividad, y que a esta altura existe cierta confianza como para plantear cualquier diferendo relacionado con el tema cultural/literario. Resulta esperable que luego de la premiación de mi novela (dicho sea de paso, por un jurado de prestigio nacional e incuestionable) en las oficinas culturales hayan tomado conocimiento de mi existencia literaria, y que ahora goce de un respeto artístico que antes no tenía. Huelga reiterar que fue un concurso literario convocado, organizado y fiscalizado por la misma Subsecretaría de Cultura provincial. Hay que considerar también la interacción suscitada durante el proceso de edición de la novela y los preparativos del viaje a la Feria del Libro de Buenos Aires, más el posterior conocimiento personal que se produjo allá.
De haber tenido cuestionamientos no hay razón para susurrarlos clandestinamente tras una fachada de corrección. Ya referí que el canal de diálogo es adecuado y permeable. Y si bien siempre habrá cosas para mejorar, sería un desagradecido si cuestionara por la espalda la gestión en el área Literatura de este equipo de la Subsecretaría de Cultura. No me lo contaron, sino que estuve en la Feria del Libro en el 2002 y aun imberbe miraba ensimismado los stands provinciales particulares desde el superpoblado y variopinto "Stand de las provincias". Tampoco habían concursos para dirimir quiénes serían publicados con fondos públicos, decisión hoy otorgada a jurados con pergaminos incuestionables (Alberto Laiseca, Ana María Shúa, Florencia Abbate, Leopoldo Brizuela, José Amicola, entre otros tantos). En aquellos tiempos el Fondo Editorial Rionegrino era un fósil más improbable que el eslabón perdido. Hoy tenemos todo en funcionamiento. Sí, hablo solamente de la parte literaria, y por una razón sencilla: es mi ambiente, lo que me consta, y con lo que tuve y tengo relación directa. Valorar las políticas en cuanto a otras artes sería un atrevimiento, porque son cuestiones que escapan a mi competencia y conocimiento.
Debo decir que me causó un malestar profundo verme salpicado inopinada y gratuitamente por un tercero que desconozco, en maniobras que ignoro, y por motivos de los cuales no tengo idea. Estamos en democracia, y por ende hay libertad de pensamiento y opinión. Perfectamente se puede disentir y cuestionar. En este caso, empero, estamos hablando de una tergiversación con fines ignorados pero imaginables.
De una u otra manera, ese tercero oculto debería saber que lo correcto es asumir las propias opiniones y defenderlas con respeto. O bien, si uno no quiere hacerse cargo (como lo ha mostrado con su actitud), entonces corresponde callarse la boca.