sábado, 28 de mayo de 2011

Mon amour




Eres yo misma, yo soy tu nervio y tu dolor
sintiéndote; te pronuncio
con mi aliento, me nombras
con tu sangre.
«Mon amour», tus manos,
déjame estar así, no estar, perderme,
sumergir, sucumbir, no ser,
soltarme,
una incoherente voluntad me arrastra
húmedo sitio de memoria, fijos
ojos de un gato negro,
de improviso
fosforescentes como dos secretos
desnudados,
me miro,
sótano antiguo de tortura y hondo,
loca de hoguera y alarido
huyo,
quiebro mi imagen, quiebro mi pupila,
rompo mi espejo, mi presencia,
salto,
salvo todos los cercos, cruzo el viento
corto todos los campos, los veranos,
bebo todos los frutos,
me consumo, y me derramo a perdurar
veinte años.
Fue una leyenda que guardé,
veinte años, en cada tramo de latido
en cada pedacito de piel y de cabello.
Irremediables de memoria juntos,
deja que salga a gritos de esta noche,
irresistible de ansiedad, me llevan
soy de aquello que calzo, que me viste,
cien potros vienen por su cuero,
huyo,
interminable corredor, paredes
exhalándose en puertas
imposibles y posibles
herméticas,
abiertas,
una pared me arroja hacia la otra,
inacabables de impiedad
me arrojan,
y recogen y juegan
al sollozo conmigo, y a la risa.
Recortados del conjunto, solos
bajo la lupa,
expuestos,
quiero olvidar que existo,
que no podré dejar de padecerme,
y me renuevo y me desgasto y sigo.
Alguien recoge mi silencio y grita,
quién, desde cuándo, dónde,
me acurruco;
ensayamos morir y no morimos,
nunca aprendimos a nacer y estamos
sin embargo naciendo
irremediables.
Esta exótica forma de tu mundo
esta palabra occidental que sabes
aprendida de mi piel
tu cielo,
estas estrellas con que vas hablándome.
Almendrados
ojos tristes, me intuyes,
hombros míos altivos,
te recuerdo.
Alguien tuerce mi mano hasta arrancarme de mi grito. 
Y huyo,
y me persigo y huyo
calle arriba y abajo, y mi latido sobre la piedra
noche vacía, corro
sobre la llama,
corro,
la detonada soledad, vacío,
mundo vacío, corro
y esta estridente oscuridad, te he visto
en todos los descansos para piedad, te he visto.
Quiero llorarte «mon amour», protégeme,
desciende tu mansedumbre
sobre este vivo torbellino mío,
trázame
como una figura en tu cuartilla, bórrame... toco tu piel,
muerdo tu piel,
quiebro mis dientes en tu piel, la escucho.
Dónde comienza una esperanza, cuándo
fue la primera vez que sollozamos.
Duelo por alguien a quien no conozco, alguien  duele por mí, 
sin conocerme.
Manos tuyas creándome y matándome;
«mon amour», tus manos,
cómo he llorado,
y cómo estoy llorando.



(Matilde Alba Swann)

sábado, 21 de mayo de 2011

Extracción de la piedra de locura




Indecisa, siempre inconclusa la curva de la boca: apenas grieta, tantas profecías del abismo rasparon sus bordes. En los ojos, adherida, una bruma hecha de ayeres, lloviznas, noches heladas sin sueño ni refugio. Así, en la atroz intemperie de todo, ciega y exacta y graciosa y salvaje bailó bajo los relámpagos. Domesticó los rayos, los acunó en la punta de los dedos. Y luminosa e irrepetible, sangró:   


Mañana
me vestirán con cenizas al alba,
me llenarán la boca de flores.
Aprenderé a dormir
en la memoria de un muro,
en la respiración de un animal que sueña.



(Sombras de los días a venir, de Alejandra Pizarnik)

martes, 17 de mayo de 2011

Íntima



Vaivén. El tiempo y el espacio adoptando las tontas, imprescriptibles maneras de la marea y los follajes. Pero aun en el fragor rabioso de los remolinos resbalan, ondulan esos, aquellos, sus acordes:



Íntima: ya conoces mi corazón, conoces
la solvencia que tiene mi andrajosa tristeza.
ya sabes la semilla que habita en mi cabeza
plagada de cizañas, de sequías y de hoces;

cálida: ya has bebido mis alcoholes feroces,
ya has fijado a tu dulce sumisa fortaleza
el yugo de mi vida perdida, en donde empieza
un abismo nocturno de pasos y de voces;

mágica: ya has resuelto mi instinto de venganza
en esta tarea lenta de amar, más que esperanza,
desde la que recibo mi reposo profundo;

trágica: ya has caído, besándolo, al contagio,
ya has heredado el hosco clamor de mi naufragio,
ya te arrastra la enorme velocidad del mundo.




(Félix Grande)

miércoles, 11 de mayo de 2011

Antes de ayer



Recién consumado el fin de semana, supongo que corresponde alguna breve reseña antes de retornar a la musical cotidianeidad de estos canteros.

Como te había contado, fue la segunda presentación de Yo el pájaro y el cielo en la Feria del Libro de Buenos Aires. Esta vez, a diferencia del año pasado, como parte de un espacio de lecturas del Círculo de Escritores del Comahue. Más allá de las incomodidades lógicas de leer -aun con micrófono- junto a uno de esos mil pasillos que hervían de gente, creo que toda ocasión para acercarse a los lectores debe ser bienvenida y aprovechada. Ahora, supongo que se viene la presentación acá en Cipolletti, como para ir cerrando el círculo de este libro. En principio estamos hablando de la segunda quincena de junio.

Fue mi tercera vez en la Feria porteña. Recién ahora, con los años (la primera sucedió en el 2002, con Estrellas Blancas), se puede empezar a dimensionar la magnitud de la cuestión. Hoy me quedo con el consiguiente cosquilleo; el reencuentro esperado con un amigo; y Ella, melodía omnipresente.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Al silencio



Yuxtaposición de vientos. Se cruzan, se raspan, se anudan. Uno que gotea un insondable murmullo de avenidas y amasijos, de farolas y urgencia, pero también huele... a papel impreso, a entrañas de libro abierto: olor a añoranzas, bancos de plaza, humedad escondida de jardines respirando. Por el otro, una brisa con formas de voz y de magia que florece entre las olas y viene deslizándose por las laderas. A un costado el primero, porque por pura incandescencia se impone el segundo. Es la sombra flamante, vocación de para siempre que una vez, profética, cantó al silencio donde ahora se recuesta:

Oh voz, única voz: todo el hueco del mar,
todo el hueco del mar no bastaría,
todo el hueco del cielo,
toda la cavidad de la hermosura
no bastaría para contenerte,
y aunque el hombre callara y este mundo se hundiera
oh majestad, tú nunca,
tú nunca cesarías de estar en todas partes,
porque te sobra el tiempo y el ser, única voz,
porque estás y no estás, y casi eres mi Dios,
y casi eres mi padre cuando estoy más oscuro.


(Gonzalo Rojas)