domingo, 27 de enero de 2008

Habrá pena y olvido

No sé bien por qué razón, pero hoy prefiero obviar monólogos extensos. Al igual que la otra vez, no tenía pensado regresar acá por algun tiempo. Pero Lennon estaba en lo cierto cuando decía "la vida es eso que pasa cuando tenías otros planes".
Hace un tiempito terminé de releer un libro de Soriano, "Cuentos de los años felices", del que alguna vez enlacé un cuento al viejo Jardín de Bolsillo. Ese libro tiene un relato que cuenta sobre un regreso de Osvaldo a Cipolletti, luego de treinta años y ya consagrado como escritor, para reencontrarse con su casa y muy especialmente con aquel viejo peral.
En ese cuento, que hoy vamos a compartir, hay una frase que a la luz de los hechos actuales (ver nota del diario, dos posteos más abajo) me resultó tristísima: "En Cipolletti sí se acordaban de mí".

Para la acostumbrada semblanza del autor, nada mejor que el artículo publicado en el Suplemento Cultural del Río Negro en el día de ayer, al que accedés clickeando acá.

Te dejo entonces con el cuento (click acá) y con una foto actual de la casa de Soriano, donde actualmente funciona la oficina de Aguas Rionegrinas. El árbol sin follaje que ocupa el centro es el peral de la leyenda.


lunes, 21 de enero de 2008

Malos Tiempos


La vida del escribiente tiene, como todo, algunos puntos de inflexión. Hablábamos en algún momento de escaladores y montañas, y ciertamente las similitudes son patentes.
Porque el país de las palabras puede tener, además de bosques encantados y jardines interminables, una geografía escarpada y peligrosa.
Quien se adentra en ese mundo quizás descubra muy pronto la primera de estas cumbres clausurando su camino. Queda supeditado a varios factores, claro; no es sencillo hacer abstracciones porque cada aventurero tiene sus propias circunstancias y su propio destino. Pero podemos convenir en que si es niño o joven, casi con seguridad tendrá que poner sus manos inexpertas y sin curtir al servicio de esta primera batalla...
Obviemos mas introducciones y directamente pasemos a compartir un risueño opúsculo de Paulo Coehlo. Dice así:

El escritor y sus padres (Paulo Coelho)
Cuando tenía quince años, le dije a mi madre:
-He descubierto mi vocación: quiero ser escritor.
-Hijo mío -respondió ella, con aire triste -tu padre es ingeniero. Es un hombre lógico, razonable, con una visión precisa del mundo. ¿Tú sabes lo que es ser un escritor?
-Alguien que escribe libros.
-Tu tío Haroldo, que es médico, también escribe libros, y ya publicó algunos. Sigue la facultad de ingeniería y tendrás tiempo para escribir en tus momentos libres.
-No, mamá. Yo quiero ser solamente escritor. No un ingeniero que escribe libros.
-¿Pero tú ya has conocido a algún escritor? ¿Alguna vez viste a algún escritor?
-Nunca. Sólo en fotografías.
-Entonces, ¿cómo quieres ser escritor sin saber bien lo que es eso?

Para poder responder a mi madre resolví hacer una pesquisa. Y he aquí lo que descubrí sobre lo que era ser un escritor en el inicio de la década de los sesenta:
Un escritor siempre usa lentes, y no se peina bien. Pasa la mitad de su tiempo con rabia de todo, y la otra mitad deprimido. Vive en bares, discutiendo con otros escritores, también con lentes y despeinados. Habla difícil. Tiene siempre ideas fantásticas sobre su próxima novela y detesta la que acabó de publicar.
Un escritor tiene el deber y la obligación de jamás ser comprendido por su generación -o nunca llegará a ser considerado un genio, pues está convencido de que nació en una época en la que la mediocridad impera-. Un escritor siempre hace varias revisiones y alteraciones en cada frase que escribe. El vocabulario de un hombre común está compuesto por 3.000 palabras; un verdadero escritor jamás las utiliza, ya que existen otras 189.000 en el diccionario, y él no es un hombre común.
Solamente otros escritores comprenden lo que un escritor quiere decir. Aún así, él detesta secretamente a los otros escritores, ya que están disputando las mismas plazas que la historia de la literatura deja a lo largo de los siglos. Entonces, el escritor y sus pares disputan el trofeo del libro más complicado: será considerado el mejor aquel que consiguió ser el más difícil.
Un escritor entiende de temas cuyos nombres asustan: semiótica, epistemología, neoconcretismo. Cuando desea impresionar a alguien dice cosas como "Einstein es burro" o "Tolstoi es un payaso de la burguesía". Todos se escandalizan, pero comienzan a repetir a otros que la teoría de la relatividad es errónea y que Tolstoi defendía a los aristócratas rusos.
Un escritor, para seducir a una mujer, dice: "Soy escritor", y escribe un poema en una servilleta: funciona siempre.
A causa de su vasta cultura, un escritor siempre consigue empleo como crítico literario. Es en este momento cuando él muestra su generosidad, escribiendo sobre los libros de sus amigos. La mitad de la crítica está compuesta por citas de autores extranjeros; la otra mitad son los tales análisis de frases, siempre empleando términos como "el corte epistemológico" o "la visión integrada en un eje correspondiente". Quien lee la crítica comenta: "¡Qué hombre tan culto!". Y no compra el libro, porque no sabrá cómo continuar la lectura cuando aparezca el corte epistemológico.
Un escritor, cuando es convidado a comentar lo que está leyendo en aquel momento, siempre cita un libro del que nadie oyó hablar.
Sólo existe un libro que despierta la admiración unánime del escritor y sus pares: Ulises, de James Joyce. El escritor nunca habla mal de este libro, pero cuando alguien le pregunta de qué trata, nunca consigue explicarlo bien, dejando dudas sobre si realmente lo leyó. Es un absurdo que Ulises jamás sea reeditado, ya que todos los escritores lo citan como obra maestra; tal vez sea la estupidez de los editores, dejando pasar la oportunidad de ganar mucho dinero con un libro que todo el mundo leyó y a todo el mundo gustó.

Provisto de todas estas informaciones, volví a mi madre y le expliqué exactamente lo que era un escritor. Se quedó un poco sorprendida.
-Es más fácil ser ingeniero -dijo. -Además, tú no usas lentes.
Pero yo ya iba despeinado, con mi paquete de Gauloises en el bolsillo, una pieza de teatro debajo del brazo (Límites de la resistencia que, para mi alegría, el crítico Yan Michalski definió como "el espectáculo más loco que jamás vi"), estudiando a Hegel y decidido a leer Ulises de cualquier manera. Hasta el día en que apareció Raúl Seixas, me retiró de la búsqueda de la inmortalidad y me colocó de nuevo en el camino de las personas comunes.


Antes que nada, dejo asentado que no pretendo hacer ninguna valoración sobre el autor o sus palabras. Primero, porque no leí ninguno de sus libros, y no creo muy prudente dejarme llevar por esa polémica que hace unos años estuvo en punto de ebullición, aquella de "Coehlo escribe bien/Coehlo escribe horrible". Además de que considero que todo eso no fue más que una fenomenal operación de marketing orquestada desde altas esferas editoriales, pareciera resultar indiciario el hecho de que este hombre ocupe actualmente un escaño en la Academia de Letras de Brasil.
Respecto a lo demás, ¿qué se puede decir?. Es tan azarosa, tan voluble y también tan delicada la metamorfosis que convierte a un pichón de escribiente en Escritor, que hacer generalizaciones resulta impracticable. Incontables son los caminos que han servido de conducto para esas transformaciones.
Por otra parte, la diversidad de la fauna del país de las palabras es infatigable: sin distinción de género, los ha habido plebeyos y aristócratas; han sido dueños de vastísimos saberes enciclopédicos (como Borges) o se han autodefinido como "campesinos que cuentan historias" (como Faulkner); vivieron en el encierro (como Proust) o corrieron toda clase de peligros y aventuras (como Hemingway, tan recelado por nuestro "eterno perdedor del Nobel"). Los ha habido perversos y viciosos como así también ascetas de conducta monacal; han adorado a las musas inspiradoras o se han entregado al rigor de disciplinas espartanas; hubo atormentados y también dicharacheros embriagados de hedonismo...Y no dudes que así podriamos seguir un largo rato.

Me interesa más una breve reflexión sobre la temática que aborda Coehlo. Tenemos entonces a Pichoncito de escritor, recién salido del huevo, que se arrastra tierno y lastimero por sus primeras páginas. Senderos en la penumbra que, más tarde o más temprano, seguramente saldrán a la luz. Por lo general es el propio Pichoncito, fascinado por sus nuevos descubrimientos, el que prende todas las farolas y encara a sus más próximos (como ser sus padres) con frases subliminales del tipo "He descubierto mi vocación: quiero ser escritor".
En este momento es cuando sucede uno de los primeros puntos de inflexión. De acuerdo a la respuesta y el estímulo que den los padres será que Pichoncito aprenda a volar o prefiera renegar de sus alas para conformarse con la segura comodidad del suelo firme. Aunque también creo que ante una respuesta negativa y/o desalentadora (lo que en jerga familiar sería "ser realista", "tener los pies en la tierra" y afines), resulta aún más crucial la determinación de Pichoncito en pos de su nuevo impulso vital. Empero, claro está que muchas veces la debilidad neonatológica lo condena a rendirse más rápido de lo que nos gustaría.

Ojo, no cuestiono las intenciones. Con el correr del tiempo y tras numerosas observaciones he llegado a entender un poco (entender, no aceptar) de la naturaleza de esas respuestas que fluctúan entre lo pragmático y lo pesimista. No hago un juicio de valor sobre las mismas porque las intenciones siempre, o casi siempre, son las mejores. Lo que cuestionamos es el efecto. Porque quizás en ese momento Pichoncito, quien siente poco a poco que el pecho se le llena de luz, pueda pensar que los Jinetes del Apocalipsis en verdad son dos y se llaman Papá y Mamá.

Por eso, estimado pasajero o querida visitante, si algún día tu hijo o hija te mira con los ojos brillantes para hablarte sobre lo que escribe o lo que le gustaría ser, no lo coartes. Tampoco te asustes. Dejalo hacer, dejalo ser. No olvides que el universo tiene un equilibrio, y que lo que tenga que ser será. Puede que tu chiquito/a sea un pichón de crack literario, un futuro prodigio; o quizás lo motive una necesidad del momento sin más pretensiones que expresar sentimientos o hacer catársis. En cualquiera de los dos casos, creo que la iniciativa artística en un chico/a es muy valiosa, máxime considerando el medio ambiente de reality show en el que les toca desarrollarse.

Insisto: no lo coartes. Quizás algún día abandone la literatura (o cualquier otra disciplina artística) para seguir caminos diferentes, o tal vez termine recorriendo el mundo para presentar sus libros ante auditorios repletos de lectores que lo admiran. Pero en cualquiera de los dos casos, un día va a mirarte con los ojos otra vez brillantes, pero no para decirte "quiero ser escritor", sino para decirte "gracias".

Es nada mas que un consejito, una sugerencia, que muy humildemente te hago llegar desde este espacio que, como siempre te digo, es mío pero también tuyo.

Ahora sí develo el misterio: el título sale de una frase de Marco Tulio Cicerón, aquel legendario político y orador romano que vivió y murió Antes de Cristo: "Estos son malos tiempos. Los hijos han dejado de obedecer a sus padres y todo el mundo escribe libros". Confieso que me hizo reír mucho. Supongo que cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia, ¿no?.

Nos vemos pronto. ¡Que tengas un bonito día!

jueves, 17 de enero de 2008

Flores de la Noche



A tono con la nueva tipografía del título, hoy vamos a pasear por la obra de uno de los más excelsos escritores que ha dado Japón: Ryunosuke Akutagawa.
El autor de "Flores de la Noche" nació en 1892, en Tokio, y desde su más inocente infancia ofrendó todo su ser en el altar de las palabras. Empezó a desarrollar su narrativa a los diez años de edad, al tiempo que se fagocitaba bibliotecas enteras. Con pasión y voracidad leyó tanto a los escritores japoneses más reputados de su tiempo como a las glorias europeas y los héroes de habla inglesa.
En el ámbito académico descolló desde jovencito y en 1916, tras una carrera meteórica, se hizo con un título en literatura inglesa de la Universidad Imperial de Tokio. Para entonces ya había publicado traducciones de Keats y de su admirado Anatole France, además de algunas obras suyas. Una de ellas, "Rashomon", sería luego de fundamental importancia para la trascendencia de su autor.


Una vez graduado, no tardó en insertarse plenamente en el medio literario de Japón, gracias a un ex profesor suyo y también escritor, Natsume Soseki. Consciente del dominio pleno y refinado de las técnicas narrativas de su otrora alumno, generosamente le brindó el apoyo y los medios que su propia popularidad le permitían para así allanarle el camino hacia el reconocimiento, ese que Akutagawa ya merecía con creces y que no tardó en llegarle.


Al mismo tiempo, el diario Mainichi Shimbun le ofreció trabajo y luego de algunos años lo envió a China y Corea. Sin saberlo, Ryunosuke abandonaba Japón por primera vez para empezar a encontrar su propio final. Porque fue en el continente donde su vida, exitosa a la luz de su imparable ascenso literario, comenzaría a crujir.
Algunos problemas de salud abrieron grietas por donde afloraron los miedos enterrados. Nada menos que el pavor que había germinado pacientemente dentro suyo por la locura que perdió definitivamente a su madre cuando él tenía tan sólo nueve meses; alimentado primero por su propia consciencia de lo sucedido y después por la insistencia enfermiza de la tía que lo crió, insistencia que terminó obsesionándolo hasta convencerlo de que, tarde o temprano, terminaría él también con la mente destruida.

Azuzado por los fantasmas, Akutagawa puso aún más énfasis en su producción literaria. Enhebró así una brillante sucesión de obras: mayormente cuentos, una novela, algunas poesías y haikus.


En 1926 sus nervios se derrumbaron estrepitosamente. La permanencia de las secuelas, y especialmente las heridas psicológicas que Akutagawa creía detectar luego del colapso nervioso, lo hicieron desbarrancar definitivamente. Cayó cuesta abajo en la rodada hasta que en 1917, cuatro meses después de su cumpleaños treinta y cinco, Ryunosuke Akutagawa se suicidó con una sobredosis de pastillas.



Pienso que en Akutagawa se hicieron carne tanto la mejor como la peor de las tradiciones japonesas. Por un lado está su maestría artística, a la altura de lo mejor de la cultura oriental; ello gracias a su depuradísima técnica literaria, rebosante de recursos que supo administrar y manipular con muy afilada precisión. Por el otro, está esa fascinación tan japonesa por el suicidio, seguramente nacida en el deslumbramiento que el Bushido (código de honor de los samurai; imponía el suicidio por desventramiento con espada o cuchillo, sepukku, para afrontar el deshonor y la derrota) causó en la sociedad nipona durante centurias. De hecho, Akutagawa hace una alusión indirecta al tema del orgullo en su última nota, cuando refiere que siente la desaparición de la energía o "impulso vital" en su propio cuerpo ("...como lo demuestra el hecho de que he perdido el apetito por la comida y las mujeres"); consideró a esto, nada más y nada menos, como la pérdida del dominio de sí mismo.


El cuento de hoy se llama "En el bosque", y tiene características novedosas. En primer orden, se trata de un policial, lo que es raro considerando la muy escasa tradición en el género que tiene la literatura japonesa (a contramano de ingleses, franceses y norteamericanos). Luego, podemos citar la muy particular estructura narrativa que presenta... Mejor no digo nada mas, comprobalo por vos mismo haciendo click acá.

Como anécdota final, podemos decir que tanto este cuento como el ya mencionado "Rashomon", sirvieron de argumento para la película con la que el mítico Akira Kurosawa ganó el Festival de Cine de Venecia en 1951.



¡Hasta la próxima!

martes, 8 de enero de 2008

Triste, solitario y final

http://www.rionegro.com.ar/diario/2008/01/05/20081c05s01.php

Sin palabras.

Sentido de la Oportunidad



Pensaba tomarme un par de días más para retornar a este antro, pero algo me trajo de los pelos. Por y para eso, además, contaré de qué se trata mi "nuevo" proyecto literario.

Vamos por partes. El muchacho de la foto es el capitán Manfred Von Richthofen, legendario piloto de combate alemán de la Primera Guerra Mundial, también conocido como "Barón Rojo". Resulta que la idea de novelar su historia rondaba y rondaba desde hacía bastante tiempo. Ojo, para nada pretendía un texto "histórico"; más bien, tenía la idea de contar el trazo grueso de su vida tratando de enfocar los vínculos personales en un marco de tragedia colectiva.

La cuestión es que había encarado este desafío hace varios meses. Logré llegar a la página veinte y algo, pero el avance era pantanoso. No sé si es que no me sentía cómodo con el narrador elegido (tercera persona), o a lo mejor se debía a otros factores, como ser esos que referimos en el posteo anterior. De todas maneras, al poco tiempo lo terminé poniendo en hibernación mientras encaraba otros caminos (borradores del segundo libro).

El nuevo año me trajo los bríos necesarios para, una vez concluidos aquellos borradores, sacar este proyecto del freezer y reiniciarlo, ahora con un narrador en primera persona. Ayer iba muy contento por la segunda página hasta que se me ocurrió buscar cierto dato en Inet. En eso estaba cuando, tras una azarosa sucesión de clickeos, me vengo a enterar que en unos meses se estrena una película sobre este hombre. Como detalle anecdótico, podemos decir que existen una o dos pelis sobre el tema: la más nueva se hizo hace más de treinta años atrás...

Aunque no lo escriba con un fin específico como podría ser publicación, sino más bien para probarme en este género (vaya montañita para empezar a escalar jeje)... ¡esto es lo que se llama "sentido de la oportunidad"! jajaja. No importa, mañana seguiremos adelante :)

De paso cañazo, agregué un par de temas nuevos en el pseudo ipod del costado.
¡Nos vemos pronto!.

jueves, 3 de enero de 2008

Steinbeck al rescate

Sin dudas que encarar una novela es complejo. Un pestañeo y estamos a los pies del Himalaya, mirando hacia arriba, hacia esas cumbres sepultadas por nubarrones negros, y realmente nos sentimos insignificantes ante tamaño desafío. Y también paralizados.
Nos ha pasado y nos pasa a todos, como bien refleja el amigo Jugus (en el comentario del posteo anterior).

Por suerte, siempre hay alguien que sabe para oficiarnos de guía en la escalada. En este caso, nada menos que John Steinbeck, Premio Nobel de Literatura 1962. Van acá sus palabras, grampones para esa ladera de hielo que nos quiere detener:


1) Abandona la idea de que terminarás algún día. Pierde la cuenta de las 400 páginas y escribe una página diaria, eso ayuda. Después, cuando hayas terminado, siempre te sorprenderás.

2) Escribe libremente y tan rápido como sea posible, echando todo el papel. No corrijas o reescribas hasta que hayas escrito todo el libro. Las correcciones hechas durante el principio de la creación son, por lo general, excusas para no seguir adelante. Además, influyen en el flujo y el ritmo, que solo pueden ser fruto de una especie de asociación inconsciente con el tema.

3) Olvida a tu auditorio general. Primero, ese auditorio anónimo y sin rostro te atemorizará terriblemente y, segundo, a diferencia del teatro, ese auditorio no existe. Al escribir, tu auditorio es un lector único; he descubierto que a veces resulta útil escoger a una persona: una persona real a la que conoces o una persona imaginaria y escribir dirigiéndose a ella.

4) Si una escena o parte te parece difícil y aun así piensas que la quieres incluir, déjala y continúa. Cuando termines de escribir la totalidad podrás regresar y quizá encuentres que había presentado tantas dificultades porque no se encontraba en su lugar.

5) Desconfía de una escena que te guste demasiado, más que las otras. Por lo general resulta ser una imposición.

6) Si escribes diálogos, repítelos en voz alta a medida que los vayas escribiendo. Sólo entonces obtendrás el sonido del diálogo.

miércoles, 2 de enero de 2008

Año nuevo, vida nueva


Ayer nomás el nuevo año abrió sus ojos a la luz y ya damos por inaugurada la temporada de caza. Cacería de letras y de sueños, de eso se trata.

Con mucha alegría puedo anunciar que, después de tantas batallas, luego de tantísimas ideas y venidas, los primeros borradores del segundo libro ya están listos. Ahora irán al freezer por un tiempo, para ocupar el lugar de otro proyecto de escritura que ya golpeaba con furia las puertas de ese encierro. Así es que la tarea sangrienta de corregir empezará más adelante, quizás el próximo mes, una vez sedimentadas estas versiones preliminares. De cualquier manera, habrá con que entretenerse en el interín. Quizás luego cuente un poco de qué se trata.

Espero que hayas tenido un excelente comienzo de año, y que este 2008 nos encuentre llenos de salud, amor y metas cumplidas.

Y desde luego, Dios mediante nos seguiremos encontrando por este mismo canal.

¡Hasta pronto!